Bajo la apariencia de una ópera seria dieciochesca, con su reina y príncipes de la Antigüedad clásica, esta partitura, estrenada en 1730 en Londres, está “contaminada” por un sinnúmero de detalles de la ópera bufa, como la frivolidad del tema, las licencias eróticas del libreto, los personajes moralmente ambiguos o la elasticidad de su estructura musical, en la que abundan los números de conjunto: dos dúos, un trío, un cuarteto y un quinteto.

Para Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, “lo que hace Händel con Parténope es una ópera seria con todos sus ingredientes, pero, por otra parte, también una sarcástica parodia sobre las convenciones de la ópera seria. Evidentemente, en su época no se entendió, pero es una auténtica genialidad y como la música es fantástica todos los grandes divos de la época no querían otra cosa que cantar Parténope”.

La trama indecorosa de la ópera encaja mejor en la libertad del género bufo: Parténope, reina fundadora de Nápoles, tiene que elegir a uno de sus cuatro pretendientes: el fogoso Arsace (príncipe de Corinto), el tímido Armindo (príncipe de Rodas), el guerrero Emilio (príncipe de Cuma) o el seductor Eurimene, que en realidad es Rosmira, la expareja despechada de Arsace, que se disfraza de hombre para vengarse de su antiguo amante, ­al que sigue queriendo­ y competir con él en la seducción de la reina.

Un salón parisino

Arsace y Armindo están interpretados por las voces “femeninas” de dos contratenores, y Eurimene es Rosmira disfrazada de hombre, que busca los favores de otra mujer. El travestismo, la libertad sexual y la fluidez de género de la ópera, cuyo motor son el amor y el deseo, encajan perfectamente, en palabras Christopher Alden, director de Escena, con “el surrealismo y su visión de la naturaleza erótica de la psique”.

Alden traslada la trama a un salón parisino de artistas y bohemios en los bulliciosos años 20. Con la complicidad del escenógrafo Andrew Lieberman y del figurinista Jon Morrell, los personajes desfilan por la mansión art déco de Parténope, en plena efervescencia de las vanguardias, con guiños a algunos de sus protagonistas, como Man Ray o André Breton. En ese espacio de libertad, vicio, creatividad, glamur y placer, Parténope reina como una musa desde su alcoba, objeto de deseo de su corte de admiradores.

Parténope es única y heterodoxa dentro del corpus operístico de Händel. Quizás el espectador de hoy tenga mayor capacidad para disfrutar y comprender la genialidad de esta partitura, cuya esencia y valores potencia la dramaturgia de Alden y la maestría y musicalidad de Ivor Bolton, gran especialista en el repertorio barroco. Este es el segundo título de Händel que dirige Bolton al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real ­y también tocando el clave­, después del éxito de Rodelinda en 2017.

Dos repartos

En el Real se alternarán dos repartos, con destacados cantantes del barroco en la interpretación de los seis personajes de la ópera que, juntos, asumirán también las partes del coro, como suele pasar en las óperas de Händel.

Darán vida a la partitura las sopranos Brenda Rae y Sabina Puértolas (Parténope); las mezzosopranos Teresa Iervolino y Daniela Mack (Rosmira); los contratenores Iestyn Davies y Franco Fagioli (Arsace), y Anthony Roth Costanzo y Christopher Lowrey (Armindo); los tenores Jeremy Ovenden y Juan Sancho (Emilio) y los barítonos Nikolay Borchev y Gabriel Bermúdez (Ormonte), junto a la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la dirección musical de Ivor Bolton, que será responsable, también, de los acompañamientos al clave.

Parténope se suma a los 10 títulos de Händel que ha ofrecido el Real desde su reapertura: Giulio Cesare (2002), Ariodante (2007 y 2018), Tamerlano (2008), Il trionfo del tempo e del disinganno (2008), Tolomeo, Re d”Egitto (2009), Theodora (2009), Agrippina (2009 y 2019), Alcina (2015) y Rodelinda (2017).