Con la paciencia que implicaba dejar que pasaran las cosas, esperando que nuestros pasos nos dirigieran a las personas con las que estábamos destinados a volver a cruzarnos, la vida tomaba un significado mucho más real. Es así cómo la versión teatral de Magüi Mira de la película Terms of endearment (La fuerza del cariño, 1983) puede ser considerada un acierto por su forma de retratar las relaciones personales cuando éstas crecían a base de teléfonos, cuelgues y llamadas no respondidas. En definitiva, de incertidumbre.

Poco hay que decir cuando se trata de comparar a Lolita Flores, que hace de la madre Aurora en la obra, con el papel que desempeña en el filme Shirley MacLaine. O a Luis Mottola, que sobre el escenario hace las veces del astronauta retirado que encarnaba un siempre inigualable Jack Nicholson. La obra nos llega con forma de comedia muy liviana, quizás demasiado, con mucha menos carga dramática y pocas ganas de capturar la trama original desde esa definición de “historia potente que no se olvida”.

Como pueden atrapan al público con chistes de risa fácil, muy bien encarados por Lolita, y un elenco que acompaña quizás no de la forma más atractiva. Salen del paso y se suelta alguna carcajada, pero la mente inquieta siempre vuela a la película, a ese maravilloso tránsito por el que pasean madre e hija a lo largo de veinte años alimentando una relación única e incombustible.

La fuerza del cariño no es la obra perfecta, pero sí una agradable velada en la que una madre y una hija buscan el amor amarradas la una a la otra desde sus diferencias. El coste de las buenas o malas decisiones. El aprendizaje de ambas en ese ir y venir por una vida en la que sólo queda reírse al final del camino. Y que sea a carcajada limpia, por favor.

La fuerza del cariño

  • Dirección: Magüi Mira
  • Reparto: Lolita Flores, Luis Mottola, Antonio Hortelano y Marta Guerras