El castillo de Barbazul, con libreto del poeta Béla Balázs a partir del cuento de Perrault, es la única ópera del compositor húngaro y dura poco más de una hora. Para completar la velada, Christof Loy ha decidido combinarla con el ballet-pantomima El mandarín maravilloso, creando una dramaturgia que une las dos obras, centradas ambas en el poder, el misterio y las contradicciones del amor en un contexto de violencia extrema, brutal y “exterior”, en el ballet; e intimista, terrorífica e “interior”, en la ópera.

El mandarín maravilloso, basado en el relato grotesco del dramaturgo y guionista cinematográfico Menyhért Lengyel –conocido sobre todo por sus colaboraciones con Ernst Lubitsch– tiene un argumento despiadado: en los bajos fondos de una gran ciudad, tres malhechores fuerzan a una joven a prostituirse para poder robar a sus clientes. El primero al que atacan es un viejo y repugnante libertino; el segundo, un joven tímido y pobre; y el tercero, un misterioso y excéntrico mandarín, poseído por el deseo, pero con un magnetismo desconcertante para los tres maleantes, que intentan matarlo cruelmente, asfixiándolo, apuñalándolo y ahogándolo, siempre sin éxito. Una misteriosa fuerza –¿amor, pasión, erotismo, deseo?– mantiene vivo al mandarín hasta poseer a la joven, muriendo después en sus brazos. El estreno del ballet en Colonia, en 1926, causó un estrepitoso escándalo y la obra fue prohibida en Alemania.

«EL MANDARÍN MARAVILLOSO». Nicky van Cleef (Primer vagabundo), Carla Pérez Mora (La chica). © Javier del Real | Teatro Real.

La música de Béla Bartók, que él mismo calificó de diabólica, tiene una frenética tensión rítmica y una orquestación rica, brutal y colorida, que evoca el ambiente sórdido del submundo marginal de una gran ciudad y describe a los personajes y sus violentas interrelaciones con una estética expresionista inspirada en las tradiciones paganas ancestrales y en las melodías folclóricas tan características de su lenguaje.

En la dramaturgia concebida por Christof Loy, al término del ballet el amor vence a la muerte y es evocado por la quietud del primer movimiento de la obra Música para cuerda, percusión y celesta, que culmina la primera parte.

En El castillo de Barbazul, ópera para dos cantantes y un actor, Judith desea conocer las inquietudes y el pasado del hombre hermético y enigmático con el que se acaba de casar. Barbazul, sin embargo, anhela redimir su culpa y enterrar sus miedos y fantasmas a través de la plenitud de un amor correspondido. Finalmente, cede y deja que Judith vaya franqueando las puertas simbólicas de su alma atormentada –su castillo–, con la condición de que no traspase la última. Al traicionar su confianza Judith penetra en las tinieblas y rompe el puente que los une…

Alma atormentada

Bartók compuso El castillo de Barbazul en apenas seis meses, en 1911, y su atmósfera simbólica contrasta con las emociones salvajes y exacerbadas de El mandarín maravilloso. La partitura, rechazada por “irrepresentable”, fue sometida a varias revisiones hasta la última versión estrenada en 1938. La música, inspirada tangencialmente por Pelléas et Mélisande, de Debussy –más en el espíritu que en la forma– explora la prosodia de la lengua húngara y las escalas e inflexiones de melodías y canciones tradicionales.

Barbazul, flemático y oscuro, está perfilado con sinuosas líneas pentatónicas, y a Judith, luminosa e impulsiva, con un parlato más cromático y atrevido. La orquestación evoca el camino hacía la oscuridad que hacen los amantes, pero todos los horrores desvelados están en el corazón de Barbazul y por eso su expresión es siempre evocadora y controlada, alejándose de los desenfrenos de El mandarín maravilloso.

Para expresar este antagonismo entre el amor salvaje, animal y sin habla del ballet El mandarín maravilloso y la incomunicación de las palabras a través del canto de El castillo de Barbazul, Christof Loy introduce el Prólogo de la ópera antes del inicio del ballet, repitiéndose posteriormente ya en la partitura original de la ópera. En su primera aparición, el poeta protagonista del Prólogo, aún joven, hace una loa entusiástica al teatro y a la importancia de contar las historias antiguas que siempre se repiten. En la segunda, el mismo poeta aparece ya avejentado y desencantado, expresando con menos furor, pero más vehemencia, la necesidad del poder transformador del arte.

«EL CASTILLO DE BARBAZUL». Evelyn Herlitzius (Judit) y Cristof Fischesser (el duque Barbazul). © Javier del Real | Teatro Real.

La escenografía diseñada por Marton Agh muestra, en El mandarín maravilloso, los suburbios inmundos y sórdidos de una gran ciudad, con casas apiladas sobre viejas pilastras en un puerto decadente; y en El Castillo de Barbazul la residencia de los esposos, de aparente solidez. El amor es posible en un mundo miserable e inestable y no resiste a la incomunicación en la intimidad del hogar.

Participan en el ballet Gorka Culebras (El mandarín), Carla Pérez Mora (La chica), Nicky van Cleef (Primer vagabundo), David Vento (Segundo vagabundo), Joni Österlund (Tercer vagabundo), Nicolas Franciscus (El poeta) y Mário Branco (Un libertino); y, en la ópera, el bajo Christof Fischesser (El duque Barbazul), la soprano Evelyn Herlitzius (Judith) y el actor Nicolas Franciscus (El prólogo).

Gustavo Gimeno, director musical del Teatro Real desde el inicio de esta temporada, volverá a dirigir una producción junto a Christof Loy –después del éxito que cosecharon juntos con Eugenio Oneguin– y de nuevo al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.

La puesta en escena de Loy –que dirige su octavo título en el Real– es, una vez más, una lectura conceptual, inquietante, honda e intimista, que une el ballet y la ópera de Béla Bartók a través de las contradicciones y los misterios del amor, en contextos de extrema violencia.

Barbazul, personaje ancestral que Perrault inmortalizó, es uno de los ejes de esta temporada del Real, con tres obras distintas: este El castillo de Barbazul, Ariadna y Barbazul, de Paul Dukas (1865-1935) y una versión musical dramatizada pensada para el público infantil, en una nueva producción del Real Teatro de Retiro, titulada también Ariadna y Barbazul.

Programa

El mandarín maravilloso
Ballet pantomima en un acto, Op. 19, Sz. 73
Basado en el relato homónimo de Menyhért Lengyel (1917)
Música de Béla Bartók (1881-1945)
Estreno en el Teatro Real

Música para cuerdas, percusión y celesta
Música de Béla Bartók

El castillo de Barbazul
Ópera en un acto
Libreto de Béla Balázs, basado en el cuento de La Barbe bleu de Charles Perrault (1697)
Música de Béla Bartók
Estreno en el Teatro Real