Muy influenciado por su investigación espiritual y su experiencia con la meditación, el neoyorquino aborda su práctica pictórica como una herramienta de autorrealización: «Veo el estudio como un espacio seguro en el que experimentar toda una gama de emociones. No importa si es incómodo, siempre que provenga de un sentimiento verdadero».

Thomas Dillon. Foto: Enrique Palacio.

Thomas Dillon. Foto: Enrique Palacio.

Para él, solo a través del «trabajo corporal» y la observación consciente sus cuadros adquieren su forma final. Una obra que reivindica el valor del proceso mismo, buscando trascender el pensamiento consciente y eliminar cualquier referencia a la semántica y la ornamentación.

Al entrar en el estudio, Dillon vierte, lanza y aplica capas de pintura acrílica en una paleta caleidoscópica. Su enfoque físico de la pintura, que hace referencia tanto al automatismo como al action painting, utiliza a menudo herramientas poco convencionales para crear composiciones de las que surgen ojos penetrantes entre salpicaduras y vetas de pintura.

En Retrocausality (2025), un fondo azul cielo se cubre con capas superpuestas de manchas y rayas de color, utilizando una gran variedad cromática que va del blanco de titanio al verde vivo y al carmesí intenso. Dos pares de ojos parecen converger en la composición, mientras que una masa amorfa de pintura amarilla interactúa con gotas negras, sugiriendo la forma de un torso en movimiento.

Sus cuadros con más de una figura tienden a encarnar versiones más abstractas de personajes superpuestos que acentúan la abstracción y el dinamismo de la escena. En contraste, sus obras centradas en una única figura evocan aislamiento e introspección. Un ejemplo es The Chad (2024), donde representa el perfil de un hombre de nariz afilada y ojos verdes cuya expresión parece debatirse entre la contemplación y la inquietud.


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Alma

Una de las principales preocupaciones de Thomas Dillon es dotar de alma a las figuras ambiguas y gestuales de sus cuadros, sin caer en referencias literales o iconografías, símbolos o caricaturas. «En mis obras, los personajes tienen diferentes niveles de estado emocional. Ninguno de ellos se enfrenta al espectador como una amenaza, sino que son lo bastante ambiguos como para que éste les atribuya su propio significado».