Segade, que fue nombrado por el Consejo de Ministros el pasado 6 de junio, ha repasado brevemente el trabajo de sus antecesores, «que han convertido al Museo en una referencia internacional en el ámbito del arte contemporáneo» y ha denominado «la fase en la que entramos como de consolidación».

Para el director, uno de los objetivos más importantes en su proyecto es alcanzar un amplio consenso: «Creo que es un marco ideal para establecer sistemas de escucha que nos permitan multiplicar los relatos. Un museo abierto que genere mecanismos de participación, de diálogo y discusión gracias a su despliegue en diferentes redes».

También ha manifestado su «confianza plena en el arte contemporáneo como elemento de transformación social que visibiliza lo menor, las minorías; con su centro en la crítica de género, la etnicidad y la clase social. Y, no menos importante, una terquedad contra el olvido».

Además ha resaltado el «carácter polifónico» que ha de tener un museo de arte contemporáneo: «En una institución como ésta es necesario que las diferencias sean tan exuberantes como lo es el arte mismo como cuerpo. La institución debería aspirar a ser una forma coreográfica. Si el museo tradicional está hecho para el ojo, el contemporáneo está concebido para el cuerpo entero».

«Los museos de arte contemporáneo no se vuelven feministas o preocupados por los temas de género. Tampoco se vuelven interesados por la diversidad étnica, racial, económica o de clase. Ni tampoco se interesan súbitamente por demandas sociales concretas, sino que estos temas están en el corazón de las prácticas artísticas que definen su sujeto institucional».

En un momento de su prolija intervención, el director destacó que el Reina Sofía «se diferencia de muchos museos internacionales de su talla sobre todo porque la mayoría de estos son conservadores. Es importantísimo que, comparado con los registros de museos como el Pompidou o el MoMA, el Reina Sofía ha sido cabeza de los grandes relatos, no sólo de las propias colecciones sino de la forma de institucionalidad, y esto es fundamental».


A continuación reproducimos íntegramente los dos primeros epígrafes del proyecto de Manuel Segade para al MNCARS: Punto de partida y Principios.

Punto de partida

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía es una referencia internacional en el ámbito del arte contemporáneo. Tanto sus cifras de visitantes como las páginas que ocupa en medios son un síntoma de la importancia que ha adquirido también para la sociedad española. Bajo la dirección de María Corral se internacionalizó y adoptó consistencia conceptual con cima en la exposición Cocido y Crudo. José Guirao desarrolló su ampliación y consolidó un programa de exposiciones de calidad, introduciendo ejes temáticos que marcarían el futuro de la institución, como en el caso de Latinoamérica. Juan Manuel Bonet profundizó en los relatos de la modernidad española respecto al contexto internacional. Con Manuel Borja-Villel el Museo ha conseguido lograr la autonomía de una Ley propia, crear dos fundaciones –Amigos del Reina Sofía y Museo Reina Sofía– esenciales para sus objetivos, ampliar el horizonte geográfico con la futura sede del Archivo Lafuente en Santander y ha iniciado por primera vez un diálogo con el barrio de Madrid en el que se inserta. Además, ha legado una nueva lectura de la Colección, un ensayo expositivo abierto a los debates del presente y que hace de la cultura material que conserva el museo un nodo central de la esfera pública nacional.

La aportación fundamental en esta última etapa es el establecimiento de una institucionalidad inédita –a prueba de franquicias y centrada en lo común– admirada a nivel internacional. La traducción de esas formas de negociación colectiva, la integración del archivo junto a la obra de arte y de los movimientos sociales en primacía sobre las individualidades han generado controversia pero también enorme entusiasmo. La complejidad de alcanzar un amplio consenso es central para este proyecto, sin que esto merme la admiración por la talla intelectual y la ambición institucional que el museo ha logrado en los últimos años.

Llega un período que esta narrativa llamaría transición, pero que debe ser construido como una etapa de consolidación. Los próximos cinco años son un marco ideal para establecer sistemas de escucha que permitan multiplicar relatos pero también llevar hasta sus últimas consecuencias las premisas anteriores. Lo compartido con el proyecto en presente es fundamental: un museo abierto que genere mecanismos de participación, diálogo y discusión gracias a su apertura en diferentes redes; la confianza plena en el arte contemporáneo como un elemento de transformación social que visibiliza lo menor, las minorías –con su centro en la crítica de género, etnicidad y clase social– y la terquedad frente al olvido.

Principios

Siempre se ha explicado que la institución tiene una doble función: museo para establecer el relato del arte desde Picasso hasta el presente en España y centro de arte pendiente de tomar el pulso al presente a través de las actividades y exposiciones temporales. Esta visión parte de una consideración conservadora de la idea de “museo”. No se trata de hacer prevalecer las funciones tradicionalmente asociadas al centro de arte, sino de contaminar el museo moderno de su obligada función respecto a la contemporaneidad.

Un museo de arte contemporáneo es polifónico. Más allá de su condición europea, ha de abrazar la imparable diversidad de los cuerpos. Un hospital también se transforma a cada pandemia, como los cuerpos que ven mutado su código genético después de ser poblados por un virus. Cada nueva enfermedad nombrada es síntoma de época y las medidas de contención o paliativos son políticas de por sí. Eso es clave: el Museo tiene la ventaja de sumar en su espacio la memoria ya no de un lugar de cuidados sino de un espacio en el que se inscriben los procesos de exclusión que el arte contemporáneo debería despejar. Hoy sabemos por la hauntología que los espectros que habitan los espacios que conjugamos son motores de producción artística, política y vital. Los fantasmas vienen a perturbar la contemporaneidad con la terquedad de lo irresuelto.

Se necesitan un sinfín de sistemas que puedan dar lugar a una multitud de soluciones para las posibles declinaciones de nuestra sociedad que podrían formarse apoyadas en sus discursos o, dicho de otra manera, en una institución como esta es necesario que las diferencias sean tan exuberantes como el arte mismo. Como cuerpo, la institución debería aspirar a ser una forma coreográfica. Cualquier forma de continuidad ha de ser formateada con su puesta al servicio de una serie de finalidades necesariamente cambiantes. Para generar ecosistema y no hegemonía, el Museo ha de tener conciencia de la necesidad de acción transescalar –en atención a cada una de las escalas de su bioma. La pensadora Yayo Herrero habla de que la diversidad es condición fundamental para la vida y sus principios ecológicos son básicos también para el organismo institucional: la condición de supervivencia es la interdependencia.

El Museo debe ser un espacio en el que la gente pueda deshacer sus hábitos. Si el museo tradicional está hecho para el ojo, el museo contemporáneo está concebido para el cuerpo entero. Los museos de arte contemporáneo no se vuelven feministas o preocupados por los temas de género, no se vuelven interesados por la diversidad étnica, racial o económica, ni se interesan súbitamente en demandas sociales concretas, sino que estos temas están en el corazón de las prácticas artísticas que definen su sujeto –que no objeto– institucional. Este Museo debe erigirse como parte de las condiciones materiales de igualdad porque esas constituyeron el marco de la historia de las ideas y de la subjetividad que ha hecho emerger las prácticas artísticas del régimen contemporáneo que comenzó en los años 60 –al tiempo de la segunda oleada del feminismo y su impacto en las artes visuales, de las revueltas de Stonewall, de la revolución de clases de Mayo del 68, de las últimas independencias de los países antes bajo los imperios coloniales europeos.

El pensamiento contemporáneo ha realizado una crítica continuada de los procesos teleológicos de la Historia, removiendo una fuerza dialéctica capaz de producir espacio para toda diferencia, para todo brote divergente. El pasado, el del museo mismo y el de las colecciones que contiene, ha de ser entendido como constelación, como un archivo siempre abierto y en construcción al que encontrar sentidos que correspondan a un presente crítico que los adscriba a la posibilidad misma de convivencia cultural. Si un museo así fuese un género literario sería ficción especulativa o ciencia ficción, una narrativa en la que el futuro ya no pertenece al porvenir sino que está siendo constituido por fuerzas que ya están aquí, aún distribuidas de forma desigual. El Museo es el lugar para constatar otros futuros que ya están aquí y que son ahora mismo.

Al pensar en la función del museo es fundamental reflexionar sobre qué le hace el arte al lenguaje, qué le hace el arte a la identidad y qué le hace el arte a la realidad. Y, sobre todo, qué les va a poder hacer. Por eso también sus formas de producción cultural tendrán que ser entendidas de forma expandida: arte, conocimiento, investigación, textos, relacionalidades, pero también, modos de hacer. Dan Graham decía: “Creo que un museo es un gran lugar para reavivar el amor”. Pues bien, se trata de hacer posible una y otra vez una red de afectividades que den lugar a un museo seductor y deseado, entrelazando su poder discursivo y la excelencia en la calidad de sus diferentes presentaciones a la propia escena que, desde sus orígenes, ha contribuido a formar. Un lugar no donde ir porque hay que ir, sino porque su ritmo es parte del cuerpo propio.

Objetivos

– Ofrecer un programa de arte y cultura contemporánea de calidad y garantizar el acceso a toda persona interesada.

– Servir de estructura de apoyo fundamental del campo del arte contemporáneo en España: reconocer a las figuras y momentos clave y fomentar su estudio, al tiempo que se ha de articular la consolidación de las prácticas emergentes hacia un contexto más amplio. También incorporar a comisarios, comisarias y otros agentes externos a los programas públicos y exposiciones temporales.

– Impulsar la función del museo como herramienta de posicionamiento internacional del arte español y que lidere los modelos transformadores de institucionalidad en cooperación con otros museos y centros de arte contemporáneo del Estado español.

– Defender su autonomía y también su interdependencia, lo que significa incentivar la participación de la sociedad civil y la construcción de redes.

– Colegiar las formas de gobernanza y dar peso al consejo asesor, para permitir la coexistencia de visiones diferentes conciliadas en un mismo programa.

– Abrazar la complejidad como programa a través de mecanismos de coparticipación de diversos sectores en el programa y en la Colección.

– Activar las relaciones y posibilidades de colaboración entre los diversos tejidos culturales tanto a través de convenios como en redes informales.

– Atender a la diversidad de disciplinas en relación a la producción cultural contemporánea, incluyendo a los jóvenes y a la cultura popular.

– Desarrollar metodologías a partir de la práctica artística que permitan explorar formatos inéditos para fomentar la imaginación radical.

– Fomentar la inclusión de manera general en todos los programas, así como de otras capacidades.

– Desplegar una museología crítica también en los lenguajes de montaje.

– Promoción no sólo del arte, sino la escritura, de la investigación y del comisariado de la comunidad artística española entendida en sentido amplio.

– Expandir las potencialidades de las formas de comunicación digital para alcanzar una mayor diversidad de públicos y una accesibilidad inédita.

– Fomentar la calidad de los servicios ofertados: restaurantes, tiendas y librería.

– Impulsar la sostenibilidad en consonancia con la Agenda 2030, en el sentido de contribuir a la construcción de sociedades alegres y eco-responsables, además de fomentar la vida buena.

Vectores (líneas de actuación prioritaria)

– Programas que contribuyan a la expansión del arte contemporáneo en España y a la introducción de debates en sincronía con el ámbito internacional.

– Formas de colaboración con agentes, instituciones y centros de investigación y pensamiento, que contribuyan a nutrir el contexto y el programa, pero también a la difusión natural de las capacidades del Museo.

– Planes de comunicación y de edición que respondan a las exigencias y tiempos de los diferentes públicos y a contaminar otros campos del saber.

– La suma de las fuerzas de trabajo de los diferentes departamentos del Museo ha de multiplicarse con los vínculos y redes de cada uno de ellos.

– Coaliciones transescalares público-privadas o independientes, de agentes, artistas y sociedad civil que contribuyan a los fines de la institución.

– Acciones interseccionales que atraviesen todo el Museo, es decir, que impliquen igualdad de género, medidas para paliar diferencias sociales y que permitan representar la diversidad étnico-racial y cultural de España.

– La invención de prácticas colaborativas y del papel de la cultura en los procesos de construcción social, no tanto a través de acciones sino cimentando una baja institucionalidad, que cree situaciones de acceso y permita la formación de comunidades activas y coproductoras.

– ¿Quiere descargar el proyecto completo de Manuel Segade para el Museo Reina Sofía 2023-2028?

Exposiciones

Con respecto a las exposiciones, el programa del nuevo director incluye, entre otros puntos, los siguientes:

Comisariado externo. Las exposiciones han de servir como puerta de acceso a la profesionalización de artistas, comisarios y otros agentes jóvenes y de media carrera que contribuyan con su participación a la renovación del panorama laboral de la cultura contemporánea en España. También deberían contribuir a la inserción de nuestras diásporas. Es necesario compartir el capital simbólico adquirido por la institución: colectivizarlo.

Coproducción e itinerancia. Es fundamental buscar convenios y acuerdos con las agencias estatales de promoción exterior de la cultura española para llevar fuera los proyectos nacionales y establecer pautas para intercambiar proyectos en modalidades inéditas de coproducción.

Diversidad de formatos. Plantear diversos formatos de exposición, con diferentes escalas espaciales y arcos presupuestarios, para dar cabida a una gran cantidad de artistas y agentes que permitan una mayor diversidad de propuestas que puedan atraer a una mayor variedad de públicos.

Estimular la producción. El lugar para la producción ha sido el Palacio de Cristal, ya que suele requerir de acciones específicas, pero es necesario estimular el espacio de experimentación en las exposiciones temporales.

Producción site-specific. Una manera habitual de generar patrimonio y a la vez mejorar la calidad de las visitas es producir obras específicamente concebidas para el edificio, una modalidad patrimonial al margen del mercado.

En cuanto a las tipologías que este proyecto propone:

Historia de las exposiciones. Siguiendo pautas que la colección actual ha desarrollado –con Hamilton o con Coderch–, se trata de reconstruir exposiciones para recuperar la historia de las exposiciones en España.

Investigación. Los proyectos de tesis requieren del tiempo y de las herramientas de la investigación y de tácticas como la diseminación previa de sus teorías en el campo social a través de actividades y ediciones del museo.

Historia del arte español contemporáneo. Exposiciones de tesis que permitan reconstruir el camino hacia el presente y sus futuros posibles.

Historia cultural. En este caso se trata de exposiciones que inserten la producción estética en un contexto sociocultural más amplio.

Arte español de media carrera y emergente. Para atender a la experimentación del arte joven en el Estado español para reivindicar la intentona como parte del programa: confrontar la posibilidad de fracaso como una práctica absolutamente necesaria en las trayectorias más emergentes, pero también consolidar la visibilidad nacional e internacional de las y los artistas que ya tienen décadas a sus espaldas. Esto hace necesaria una reconfiguración de los espacios del museo, para generar diferentes tipos de espacios adecuados a las necesidades de estos proyectos.

Monográficas extranjeras. Es importante continuar con el trabajo de exhibir artistas que no han tenido individuales en nuestro país, pero también recuperar algunos que, por su sola presencia en el Palacio de Cristal, han perdido la posibilidad de sus retrospectivas.

Salas de protocolo Sabatini. En anticipación de la apertura de la sede en Santander del Museo Reina Sofía para el Archivo Lafuente, las salas de madera de la antigua farmacia del hospital serán utilizadas como cápsulas de presentación de pequeñas exposiciones temáticas de materiales singulares de esta colección.

Palacio de Cristal. Continuará dedicándose a artistas capaces de enfrentarse al reto de proyectos específicamente concebidos para el singular edificio.

Palacio Velázquez. Las exposiciones monográficas seguirán siendo el eje de este espacio pero con una especificidad: combinar la capacidad instalativa de la escultura y pintura con las artes vivas y la performance.