El depósito está compuesto por un grupo de obras de arte contemporáneo latinoamericano de gran calado internacional, que pone de manifiesto la importancia de la creación artística de una zona del mundo que a menudo se pasa por alto al reseñar los puntos álgidos de la historia global, especialmente en la época de la Guerra Fría.

Las obras de la Colección Cisneros se exponen bajo el título ¿La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido (1945-1968), confirmando que el mundo polarizado que resultó del final de la Segunda Guerra Mundial es, en realidad, imposible de resumir en tan solo dos bloques.

La presencia de estas piezas suma un eslabón fundamental al mapa del arte de mediados del siglo XX. Remiten a una época compleja y ofrecen al visitante del Museo Reina Sofía una mirada imprescindible a América Latina y a las claves que la hicieron singular y la distanciaron Europa o Norteamérica, así como se adentra en su evolución artística a lo largo de los años.

Latinoamérica reivindicada

Como contrapunto a la importancia tradicionalmente otorgada al hemisferio norte, las obras de la Colección Cisneros abren a Buenos Aires, Río de Janeiro, Montevideo o Caracas la concepción del arte del pasado siglo. Además se han añadido algunas otras piezas del fondo del Museo para completar y enriquecer a las nuevas incorporaciones.

La presentación nace de la colaboración con la Fundación Cisneros y del vínculo creado entre el Museo y Patricia Phelps de Cisneros, patrona de la Fundación Museo Reina Sofía, con la idea de revitalizar capítulos de la historia del arte a veces equivocadamente considerados secundarios.

 

La Colección Cisneros en el Museo Reina Sofía

La instalación se ha repartido en dos salas del Edificio Sabatini, lo que da lugar a que se relacione con otras narraciones presentes en el Museo: ya sea la influencia de la obra de Jorge Oteiza en América Latina, el capítulo dedicado a los conceptualismos latinoamericanos o el movimiento tropicalista, con importante presencia en el tramo siguiente de la colección.

Colección Cisneros 1. La abstracción concreta. La primera sala está dedicada a la vertiente geométrica, al arte concreto y neoconcreto; términos recuperados, en clara disyuntiva lingüística, en oposición a la citada preeminencia del expresionismo abstracto. Frente al lenguaje lírico o dramático, individual e irrepetible procedente de Estados Unidos, el neoconcretismo se afirmaba como un giro especulativo, colectivo y utópico en obras como las de Willys de Castro, Alejandro Otero o Hélio Oiticica. Son piezas que muestran, a pesar de su aparente hermetismo, ritmos internos y movimientos centrífugos; herramientas que dejan ver un interés por el juego y buscan de manera silenciosa al espectador al tiempo que desvelan cómo la matemática aplicada al arte no es solo sinónimo de frialdad.

Colección Cisneros 2. Movimiento y participación. La segunda sala recoge líneas de fuga que alcanzan al arte óptico y cinético y acoge la evolución de creadores activos en una línea más organicista, la que introduce fisuras en el canon creado por la abstracción geométrica, que muchos consideraron aislada de una realidad caliente como la de la compleja situación política y social del continente austral a partir de la década de 1960. Gego, Jesús Soto o Mira Schendel rompieron con el peligro de la congelación de la imagen de una “América fría” y se abrieron hacia un nuevo y vibrante horizonte: el de la participación del espectador. Estas nuevas tramas geométricas, más que encerrar y reducir el mundo, lo expanden, como sugiere, ya desde sus título, las Malhas da liberdade de Cildo Meireles, obra que parece romper con sutileza la cuadrícula, el signo de la modernidad confiada del período de entreguerras.