Entre las propuestas de este verano conviene destacar cuatro principales: la visita a la singular geoda de Pulpí, los conciertos del Aku-Aku en Mojácar (el pasado jueves, 5 de agosto, Jerónimo Maya y Rycardo Moreno ofrecieron un concierto de guitarra excepcional, que llevarán en octubre a Madrid), las presentaciones de diferentes obras que Editorial Arráez ha planificado para dar a conocer mejor esta comarca de la geografía almeriense y la programación literaria que cada sábado de agosto ofrece, con el buen criterio y saber hacer de Rodolfo Criado, el Espacio Lector Nobel, en El Palmeral de Vera; esta última actividad está siendo complementada por las propias de la asociación cultural Caperucita Feroz, estrechamente vinculada al mismo. 

El programa literario comenzó el pasado sábado, 7 de agosto, con la presentación por parte de Juan Manuel Gil, reciente ganador del Premio Biblioteca Breve (Seix Barral), de la novela de Nativel Preciado El santuario de los elefantes, merecedora del Premio Azorín de Novela 2021. En los próximos sábados se presentarán también Eutanasia, de José Mª Vaquero (14 de agosto), La bruma verde, de Gonzalo Giner (21) y El mundo feliz, de Luisgé Martin (28).

Decía Santiago Ramón y Cajal que para crear ciencia original es necesario robustecer la voluntad, proporcionándole determinados “tónicos”, como son la curiosidad y el entusiasmo, además de la satisfacción por el trabajo bien hecho. Otro tanto puede decirse de la literatura.

Presentación de la nueva novela de Nativel Preciado en El Palmeral de Vera.

La curiosidad es la primera motivación, el sustrato sobre el que se pone en marcha la serie de reacciones que constituyen el proceso de creación, mientras que la satisfacción es el estímulo, el catalizador sin el cual no sería posible reanudar una vez tras otra la tarea creativa. Ambos “tónicos”, la curiosidad y la satisfacción, alimentan y se retroalimentan con el entusiasmo (entheos), ese “dios interior o estado de intensa excitación espiritual que se manifiesta en la viveza o animación con que se habla de la cosa que lo provoca o el afán con que se entrega uno a ella”. 

El santuario de los elefantes

Esto es lo que el lector puede encontrar en El santuario de los elefantes, la última novela de Nativel Preciado, tal y como puso de manifiesto en la deliciosa charla que mantuvo con ella Juan Manuel Gil: “Toda obra de arte nace a partir de una pregunta y el creador formula posibles respuestas. No se trata de si son correctas o no. Lo importante es el consuelo o la orientación que el lector encuentra en ellas. Eso es lo fundamental”. Y así lo constataba la propia autora, para quien escribir es preguntarse para “ordenar mis ideas”, para “aclarar mi mundo y aclararme en el mundo”, mientras que la búsqueda de las respuestas “me sirve para poder entender la vida”. Conforme va leyendo, tomando notas y escribiendo, ella dice que va aprendiendo. Después, “si el lector aprende lo que yo he aprendido al escribirlo, será maravilloso, pero lo fundamental es que le resulte entretenido, que disfrute leyendo y, luego, saque sus propias conclusiones”.

El escritor mexicano Carlos Fuentes aseguraba que “convertir el cobre del lenguaje en el oro de la literatura requiere de la inspiración, que asegura la alquimia del verbo”. Pues bien, esto es lo que ha conseguido con talento e ingenio Preciado, quien proporciona a su escritura un estilo periodístico, sin adornos, cercano a la propuesta azoriniana, y sigue la máxima cervantina de escribir “a la llana y sin rodeos”, sin necesidad de atavíos. Su texto trata de añadir una parte de la realidad que le falta al mundo porque, de la misma manera que el mundo nos hace, nosotros hacemos el mundo, aportando los materiales de los que está hecha la literatura. Y es que, tal y como nos recuerda Mario Vargas Llosa, “la literatura cuenta la historia que la historia que escriben los historiadores no sabe ni puede contar”. 

Para la escritora madrileña, El santuario de los elefantes es “un cuento para adultos”, un cuento con formato de novela de intriga, que narra con detalle y precisión una inquietante aventura en el corazón de Tanzania, al que viaja un grupo de multimillonarios españoles con la idea no solo de realizar un viaje de turismo de lujo, sino también con la intención de llevar a cabo un importante blanqueo de dinero procedente de turbios negocios, especialmente a través de la compra de terrenos que encierran un auténtico tesoro…, pero el viaje no terminará a ras de cielo, sino de infierno.

La veterana periodista ha huido de hacer un cuento con moralejas, pero sí ha tratado de escribir un texto crítico y de mandar un mensaje: “No podemos disponer de todas las cosas de la naturaleza sin tener en cuenta sus consecuencias”, porque, como ha demostrado la pandemia, aquí nos salvamos todos o no se salva nadie. Preciado arremete contra la gente avariciosa, contra esas personas absolutamente sobrepasadas por la codicia, que resultan absolutamente prescindibles para el funcionamiento del mundo y no digamos ya para lograr que este que nos ha tocado vivir sea mejor. Sin embargo, también muestra su ternura y admiración por alguno de los personajes femeninos del libro cargado de serena lucidez e intuición. Para facilitar la labor de los lectores, la autora ha dividido el libro en tres partes, bien diferenciadas, que se abren con citas del periodista y escritor de viajes Javier Reverte, fuertemente ligado a la Axarquía almeriense durante una buena parte de su vida, del diario de Patrick Wells y del experto en Bioética Diego Gracia Guillén.

José de Portugal, uno de los últimos grandes médicos humanistas españoles, me ha asegurado en alguna de las placenteras chácharas mantenidas a la luz de la luna en el patio de su casa de Valdemorillo que, en realidad, los tres verdaderos enemigos del hombre no son el mundo, el demonio y la carne, como enseñaban los famosos catecismos de Gaspar Astete y Jerónimo de Ripalda, esos pesados fardos con los que tuvimos que navegar en la travesía de nuestra infancia y adolescencia. Mi buen amigo y maestro hace tiempo que desmontó el argumento catequista: el hombre, que es parte de la naturaleza, debe amar al mundo, que es maravilloso, si no se tiene miedo a viajar; el hombre, que siente la parte de demonio que lleva dentro, ha de vivir cada noche como si fuera la última y cada día como si fuera el primero; el hombre, que es carne de su carne, tiene que olvidarse del sexto mandamiento y festejar el cuerpo. 

José de Portugal.

En cambio, los verdaderos enemigos del ser humano son los que Portugal considera las “enfermedades cardiales” más peligrosas, que no son otras que el afán desmesurado de poder, el apetito desordenado y voraz de dinero y la corrosiva tentación de la fama o ansia de figureo, a los cuales conducen tres de nuestros mayores pecados capitales: la ira, la avaricia y la envidia.  El primero de ellos puede llevar al abuso o la tiranía; con el segundo se corre el riesgo de ir a la cárcel, salvo que se opte por la huida precoz o por el exilio voluntario a algún país velado; la tercera es el camino más corto al ridículo. Contra ellos, más que una penitencia, es preferible una buena receta preventiva: la voluntad de ser mejores, el empeño por salir de eso que Miguel de Unamuno consideraba la ruindad de España: “nos trae a mal la sobra de codicia unida a la falta de ambición”, aunque para lograrlo debamos rascar las entrañas hasta tocar el mejor fondo de nosotros mismos.

Como bien señala Nativel Preciado, no tiene sentido la riqueza ilimitada de unos pocos ni la pobreza igualmente ilimitada de muchos africanos. Por el bien de ellos, por el bien de todos.