Ópera romántica, basada en espíritus, fantasmas y maleficios, fue estrenada en Berlín en 1821 y tuvo un éxito clamoroso, que se transmitió a otros lugares como Londres, donde se representó en 1824 en varios teatros a la vez. A Nueva York llegó en 1825, y se estrenó en España en 1849 en el Liceu con gran acogida por parte del público, tanto en la parte musical (hubo un bis para el coro de los cazadores) como para la puesta en escena, especialmente para el cuadro de la "cañada del lobo".

Ni espíritus ni fantasmas

Después de visitar por la mañana la Kuntshalle de Hamburgo, y ver alguno de los cuadros que pintó Caspar David Friedrich, especialmente el del hombre de espaldas que subido a una roca contempla un paisaje que dicen que ha inspirado varias escenografías de la ópera, queda patente que la puesta en escena propuesta por Peter Konwitschny nada tiene que ver ni con el pintor ni en recrear una atmósfera de espíritus y fantasmas.

Con pocos elementos y medios, desmitifica reiteradamente el significado misterioso, tenebroso y dantesco de algunos pasajes del libreto -como la fundición de las balas- con efectos mágicos más propios de un cuento de niños.

Otros elementos dignos de mención son la aparición del eremita sentado en la segunda fila del patio de butacas, lanzando un ramo de flores a Ännchen en el primer acto, junto a otras apariciones desde su asiento de espectador; así como la aparición de otro Samiel, disfrazado de lobo antes de iniciarse el coro de los cazadores y dando por hecho que los cazadores no cazarán al animal. En resumen, imaginación y, en general, aciertos para agilizar la representación, con escasez de medios y recomendación de que los puristas se abstengan si se les presenta la ocasión.

El reparto

Torsten Kerl (Max) puso el contrapunto romántico y ardiente a la producción con su voz en buen estado de forma. James Johnson (Caspar) conserva una voz bella en el fraseo, pero que demuestra un paso no venturoso en el canto. Danielle Halbwachs (Agathe) presentó una voz bonita y de gran amplitud. Wilhelm Schwinghammer (el eremita), además de sus cualidades de actor, desde la sala de espectadores lució un precioso timbre y facilidad en la emisión. Trine W. Lund (Ännchen), Moritz Gogg (Ottokar), Dieter Schweikart (Cuno), Kyun-Il Ko (Kilian) y Frieder Stricker (Samiel) cumplieron con corrección sus papeles.

En cuanto a las masas estables del teatro, muy por encima del coro se situó la orquesta, que si el primer día (Iphigénie), me pareció buena, en esta función dirigida por el antiguo titular de la Orquestra Ciutat de Barcelona (OCB), Lawrence Foster, alcanzó un nivel superior.

Der Freischütz. Staatsoper de Hamburgo.

30 de octubre de 2009.