“Documentos para artistas”. Así rezaba el rótulo que Eugène Atget (Libourne, 1857 – París, 1927) había colocado en la puerta de su casa, en París, para definir su trabajo como fotógrafo. Esta leyenda ponía de manifiesto su escaso interés por transmitir emoción alguna o crear arte a través de la fotografía. El objetivo de Atget era únicamente el de captar imágenes que sirvieran como punto de partida al trabajo de otros, imágenes tan asépticas como una tarjeta científica o de identificación. Sus principales clientes eran ilustradores, artistas, aficionados a la historia e instituciones interesadas en la historia de París.

Nunca se formó como artista y nunca tuvo intención de ser reconocido como tal, lo que, de hecho, no llegaría hasta después de su muerte. Ni tan siquiera tuvo una formación sólida como fotógrafo, profesión por la que se decidió en 1888 con el propósito de ganarse la vida y tras haber pasado sin éxito por otras como la de actor, redactor o dibujante para una revista satírica. Y, sin embargo, Atget es considerado como el precursor de la fotografía documental y ha sido fuente de inspiración de fotógrafos y artistas como Berenice Abbott, Walker Evans o Man Ray.

Mirada poética

Aparentemente ajeno a todo, Atget proyecta su visión subjetiva de la realidad a través de la imagen documental y eso es lo que hace que su obra vaya más allá de la mera descripción y se convierta en reflejo de su propia personalidad. Según Walker Evans, “en sus fotos no vemos la poesía de la calle o de París, sino la mirada poética de Atget proyectada sobre las cosas”.

Durante los casi 40 años que Atget se dedicó a la fotografía, nunca cambió la cámara de segunda mano que había adquirido en sus inicios. Se trataba de un anticuado modelo de madera que utilizaba un sistema de gran formato de placas de vidrio y que se sujetaba a un pesado trípode para garantizar su estabilidad. Aparatosa e incómoda, fue la compañera de Atget en sus recorridos por las calles de París.

Mientras que otros fotógrafos de la época buscaban la mayor nitidez posible, él sucumbía a los efectos de borrosidad y movimiento en la fotografía que obtenía con su vieja cámara. En cierta ocasión, Man Ray le ofreció una Rollei en miniatura cargada con un rollo de película de 35 mm. Atget la rechazó. “Trop vité”, argumentó, “demasiado rápida”.

Sensación de vacío 

eugene_atget_2Acostumbraba a trabajar a primera hora del día y en la mayor parte de sus imágenes huye de la figura humana, lo que transmite una inquietante sensación de vacío. En muchas de ellas parece como si las personas hubieran sido apartadas deliberadamente y se encontrasen esperando a que Atget tomara su fotografía para volver a ocupar la escena. En otras, aparecen en segundo plano, tras una puerta o una ventana, expectantes e incluso desconfiadas ante la toma de la imagen.

Sus imágenes de calles mojadas y desiertas nos sugieren la escena de un crimen. Se diría que una sombra acecha a quien las contempla. Para algunos estudiosos de su obra, éstas han sido fuente de inspiración estética del cine negro y policíaco.

En las pocas ocasiones en las que retrata personas, rechaza el movimiento. El resultado son poses casi pétreas que nos recuerdan sus imágenes de estatuas en los viejos parques parisinos o de los maniquíes en los escaparates. Atget fue pionero en retratar escaparates y su silueta se adivina en algunos de sus reflejos.

Inspirador y detractor del surrealismo

 

Los surrealistas enseguida se sintieron atraídos por la mirada innovadora de Atget frente a la estética pictorialista que caracterizaba la fotografía de la época. Curiosamente, Atget no se identificaba en absoluto con las premisas de quienes le dieron mayor reconocimiento. De hecho, en 1926, Man Ray publicó algunas de sus fotografías en la revista La Révolution surréaliste, aunque estas aparecieron sin firma por deseo expreso de Atget. Entre ellas, se encontraba El eclipse, fotografía que muestra un grupo de parisinos contemplando dicho fenómeno y que los surrealistas decidieron rebautizar como “Las nuevas conversiones”, como si de una contemplación religiosa se tratara, un doble uso de la imagen que no convencía a su autor.

Trabajaba de manera minuciosa y ordenada. Clasificó su obra en cinco series principales: Paisajes-documentos, Alrededores, París pintoresco, El arte en el viejo París y Topografía de París. Cada serie incluía, además, álbumes. De esta forma, facilitaba la búsqueda de imágenes a sus clientes. Precisamente, dos de las fotografías que incluye esta exposición muestran el interior de la casa de Atget y en ellas pueden apreciarse los álbumes de su colección. Su frustrada vocación de actor, a la que no ayudaron ni su acento de provincias ni su físico poco agraciado, y a la que renunció por una afección vocal, le hicieron titular estas fotografías como “Interior de la vivienda de un actor dramático” (1910).

eugene_atget_3En todas sus series, el nexo común es su interés por captar el viejo París, ese que en la segunda mitad del siglo XIX está a punto de desaparecer por el proyecto de renovación arquitectónica del barón Haussmann. Tal es el rechazo de Atget por la modernidad que en su serie “Vehículos de París” sólo incluye los de tracción animal cuando, en aquel momento, los de motor representaban ya el cincuenta por ciento. Su nostalgia le lleva a anotar en el reverso de muchas de sus imágenes este singular pie de foto: “Aujourd’hui, malheureusemente disparaîre” (hoy lamentablemente desaparecido).

Conservar su legado

Al final de su vida, siente una gran preocupación por el futuro de su obra y le propone a Paul León, director de Bellas Artes, la compra de sus colecciones “El arte del viejo París” y “El París pintoresco”, hoy en los Archives Photographiques du Patrimoine, en el fuerte de Saint-Cyr.

Frente al retrato de Atget que Berenice Abott toma de él en 1927, el mismo año de su muerte, nos reconforta pensar que no solo se han conservado sus fotografías sino también muchos de los lugares que captó con su cámara y que tanto le preocupaba que sucumbieran a la modernidad, como la Taberne Du Lapin Agile o el Moulin de la Galette, ambos en el barrio de Montmartre.

La muestra recoge más de 200 fotografías que han sido escogidas entre un fondo de 4.000, procedentes de las colecciones del Museo Carnavalet de-Historie de París, los fondos de la George Eastman House de Rochester (Nueva York) y, en menor medida, de la Fundación Mapfre. Las 43 fotografías correspondientes al Álbum de Man Ray, cuyas tapas de cuero grabado también se pueden ver en la exposición, recogen los temas que preocuparon a Atget y nos ayudan a comprender la fascinación de los surrealistas por su obra.

Madrid. Eugène Atget. El viejo París. Fundación Mapfre.

Del 27 de mayo al 27 de agosto de 2011.