Estas palabras, escritas por José María de Labra (La Coruña, 1925 – Palma de Mallorca, 1994) e incluidas en el catálogo de su exposición en la galería Neblí (Madrid, 1959), aparecen también en el catálogo de la muestra dedicada al artista que se inauguró el pasado 25 de noviembre en la galería José de la Mano de Madrid. No es este un detalle que pase desapercibido. Estas palabras plasman la intención del pintor por alcanzar un nuevo estadio de análisis formal, de captar de manera directa, sin distracciones, la esencia de aquello que nos rodea. Esta nueva muestra comprende una serie de obras que varían en formato y temática, pero que acusan una misma motivación, la de abandonar el anquilosamiento propio de las corrientes establecidas, en una época y un ambiente a menudo poco agradecido como era el de la España de principios de los años cincuenta.

Gusto por lo elegante

El resultado es una exposición sorprendente, más, si cabe, al mostrarse por primera vez muchas obras que habían permanecido hasta ahora fuera del circuito artístico. Los intentos de esencialidad de Labra hablan de muchas cosas. En un primer momento quizá llame la atención el envoltorio de las obras, un definido gusto por lo elegante, que ha aguantado el paso del tiempo gracias a las gamas cromáticas oscuras y el interés por un acabado detallista. El uso de distintos materiales y el juego de texturas empleado con los mismos revela la preocupación del artista por culminar con éxito cada uno de los pasos del proceso artístico, y transmite al observador, cuando tiene la posibilidad de contemplar en conjunto estas realizaciones, una clara sensación de sobriedad y control técnico.

No es algo que sólo se perciba en ciertos cuadros de la muestra. Un uso inteligente del color es evidente en Odiseo, en el que los azules están tratados de forma precisa, fundiéndose con las gamas de grises a pesar de estar separados en distintos planos. Sucede lo mismo en la Composición de 1958 o en la todavía figurativa Venecia (1954), obras muy diferentes entre sí, pero realizadas dentro de una misma estética a pesar de todo.

Esta misma dirección prosigue en obras tan distintas como Espacio curvo, Tramo, las tres Pizarras expuestas o sus múltiples Dibujos. El contraste de texturas de los diversos materiales, los variados registros plásticos, desde un acabado uniforme al empleo de masas pictóricas de grosores alternos, o simplemente el uso de soportes poco convencionales, dotan a estas obras de una fuerte personalidad. Todas estas realizaciones comparten el mismo tono, un acercamiento al motivo pictórico, sea éste cual sea, marcado por la cohesión de todos los elementos utilizados, un equilibrio que forma parte integrante de su pintura y sin el cual ésta no podría percibirse de la misma manera.

Paulatino olvido

Sin embargo, la obra de Labra habla de muchas más cosas. Habla de espacio, de tintes arquitectónicos, de evolución interior, de aprendizaje y de permeabilidad de un arte no siempre bien entendido por sus contemporáneos pero admirado por unos pocos, el arte foráneo, constructivista, expresionista, cubista o abstracto, y en especial el de Picasso, artista que, como señala el comisario de la exposición Pablo Ramírez, a pesar de resultar difícil de aceptar para muchos artistas españoles en aquel momento debido a su faceta ideológica, lograba siempre salvar de manera prodigiosa todos los retos formales que se le iban presentando, por lo cual era motivo de continua referencia. Descubrimos en la obra de Labra una progresiva aceptación de los logros ajenos, además de un interés notable por probar distintos métodos y tendencias.

La exposición refleja asimismo la decisión de varios artistas coetáneos que avanzaron por idéntico sendero en esos años, algunos de los cuales obtuvieron reconocimiento antes o después, aunque muchos otros, como Labra, sufrieron un paulatino olvido que se fue acrecentando con el tiempo. Esta recuperación de sus obras es a la vez el comienzo de una llamada de atención hacia el trabajo realizado en nuestro país en aquellas décadas. En esta línea se ha organizado otra exposición, en este caso dedicada a un amplio grupo de artistas, contando con obras del Equipo 57 y el Equipo Córdoba, Manuel Calvo, el mismo José María de Labra y el Grupo Parpalló. El evento lleva por título Arte Normativo, conmemorando que se cumplen 50 años de la Primera exposición conjunta de arte normativo español, realizada en el Ateneo de Valencia en 1960, y se inauguró en Alicante el pasado 13 de diciembre. De igual modo pretende estimular el interés por este período del arte en España, al que no siempre se ha dedicado la atención que merecía.

Incansable trabajo

Finalmente, la muestra deja constancia de un incansable trabajo, de una búsqueda continua en pos de lo fundamental del acto creativo, aquello que por sí solo establece una comunión con el espectador sin necesidad de guías, esa esencia universal que no entiende de épocas ni localizaciones. El anhelo del hombre por hallar un lenguaje compartido por sus semejantes, en palabras del propio Labra, un «diálogo que busca el ser del hombre, la persona humana que todos invocamos».

José de la Mano ha juzgado de vital importancia recuperar estas obras, que relatan un eslabón de la evolución pictórica de nuestro país.  «Es nuestro compromiso ir recuperando para el público pintores españoles de mediados del siglo XX. En esta ocasión ofrecemos un conjunto de pinturas y dibujos de hace medio siglo que muestran lo mejor del primer Labra. Una obra totalmente inédita incluso para aquéllos que ya conocen la obra del artista y, sin duda, todo un descubrimiento para los que se acercan a su arte por vez primera […] Consideramos que esta exposición brinda una oportunidad única de poder admirar la principal etapa artística de José María de Labra; pinturas y dibujos que, por otra parte e incomprensiblemente, son casi inexistentes en las colecciones de los museos españoles».

Madrid. Labra: Fuerza y forma. Un mundo objetual abstracto. Galería José de la Mano.

Hasta el 15 de enero de 2011.

Comisario: Pablo Ramírez.