Después, desaparecieron y a partir de ese momento se les atribuye el robo de arte más importante de la historia, con un botín que alcanzó los 500 millones de dólares de entonces, una mercancía demasiado peligrosa como para ser vendida fácilmente.

Ahora, 20 años después, los investigadores están dando un nuevo impulso al caso para recuperar las pinturas: el FBI ha vuelto a presentar muestras de ADN para facilitar las pruebas de comprobación de identidad, el museo ha difundido al público que dará –sin hacer preguntas– una recompensa de cinco millones de dólares a quien facilite una pista fiable y la oficina del fiscal de EE.UU. ofrece la inmunidad a cualquier informador cualificado.

El FBI maneja varias hipótesis

Los investigadores explican que, tras intensas averiguaciones, han descartado en gran medida algunas de las teorías hasta ahora más populares, leyendas urbanas, en su opinión, que van desde la posibilidad de que el robo fuera obra de un ermitaño multimillonario coleccionista de arte, hasta que estuviera implicado el famoso gangster de Boston Whitey Bulger.

Lo más probable, dicen, es que fueran dos ladrones de “a pie” que conocían bien los sistemas de seguridad del museo, que no contaba con el llamado “botón de hombre muerto”, que hubiera alertado a la policía durante el tiempo que estuvieron inmovilizados los dos guardias. Puede que incluso ni siquiera fueran conscientes del alcance del robo que estaban realizando. "Me imagino a los ladrones cuando despertaran a la mañana siguiente y leyeran en los periódicos: “El robo de arte más grande en la historia”, comenta Anthony Amore, director de Seguridad del museo.

Como un guión de cine

El robo comenzó alrededor de la 1:24 de la mañana cuando dos hombres de raza blanca –uno de edad comprendida entre los 27 y los 30 años y otro con alrededor de 35–, redujeron a los guardias. A partir de ahí, parece que los dos se tomaron su tiempo, ya que pasaron 24 minutos antes de que fueran registrados por un detector de movimiento a la entrada de la habitación del segundo piso del museo donde se alojaba la colección de Arte Holandés y donde se apropiaron de algunas de las pinturas más valiosas.

Los investigadores creen que la primera obra robada fue la icónica Tomenta en el Mar de Galilea, de Rembrandt, que mide alrededor de 1,50 x 1,20 metros y que data de 1633. El marco fue tumbado en el suelo, donde uno de los ladrones lo cortó limpiamente de su marco. La siguiente fue Paisaje con obelisco, de Govaert Flinck, y a continuación un segundo Rembrandt que también fue cortado de su marco, Una dama y un caballero de negro, de 1633.

La obra más valiosa

Pero la obra más valiosa del botín fue sin duda El Concierto, de Vermeer, una pintura al óleo de 1660 que mide unos 76 x 60 cms., una de las únicas 36 obras conocidas del maestro holandés y valorado en más 250 millones de dólares.

Un autorretrato de Rembrandt de 1629 –una de las pinturas más valiosas del museo– fue retirado de la pared, pero luego inexplicablemente se quedó en un rincón, sin tocar, mientras que uno de los ladrones desenroscaba y retiraba pacientemente de su marco un pequeño grabado de Rembrandt poco más grande que un sello de correos. Esta fue la primera de las numerosas y extrañas maniobras que han tenido perplejos a los investigadores durante años, mientras han estado intentando entender, a partir de los registros de los sensores de movimiento, la extraña ruta que siguieron los ladrones.

Después de que la obra más grande y pesada fuera retirada de la pared, el ladrón al mando –previsiblemente el mayor de los dos– podría haber dejado que el otro se llevara lo que quisiera. Anthony Amore cree que el segundo ladrón se abrió paso hacia una galería cercana, levantando de sus caballetes varios pequeños dibujos de Degas, mientras se dirigía hacia otras obras más valiosas, incluyendo una de Botticelli.

Numerosas y extrañas maniobras

También intentaron retirar de su marco una bandera del Primer Regimiento de Napoleón, antes de renunciar a ella y huir con un remate de bronce en forma de águila situado en lo más alto del pabellón y haciendo caso omiso de varias cartas con la firma de Napoleón, de un valor muy superior.

Luego vino el rompecabezas final. Los ladrones se dirigieron a una galería del primer piso, pasando por obras muy valiosas, para apoderarse de Chez Tortoni, un cuadro de Manet que representa un hombre con sombrero de copa, y salir posteriormente de nuevo por la sala de Pintura Holandesa, todo ello sin provocar el más mínimo registro en los detectores de movimiento.

"Si alguna vez pudiera hablar con los ladrones, comenta Anthony Amore, el director de Seguridad del museo, me gustaría preguntarles, "¿Por qué os llevasteis eso precisamente? ¿Por qué dejasteis pasar una obra de Rafael, por ejemplo?". A su salida, los ladrones pasaron de nuevo por la oficina de seguridad y se llevaron también el único registro visual del robo, una cinta VHS. En total, 13 obras desaparecidas.

Una novela a falta de final

El agente del FBI Geoffrey Kelly, quien ha dirigido la investigación durante ocho años, ha declarado que “es poco probable que los ladrones destruyeran las obras de arte. Si se tratara de cualquier otro tipo de productos básicos podríamos sentirnos más pesimistas acerca de su recuperación, pero con el arte no es raro que las obras permanezcan desaparecidas durante largos períodos de tiempo", dijo. "Es una de las novelas más interesantes que se podrían escribir, excepto porque le falta el último capítulo".

Ulrich Boser, autor del libro The Heist Gardner y alto cargo del Center for American Progress, ha comentado que está convencido de que el robo fue llevado a cabo por delincuentes implicados en el crimen organizado de Boston en la década de 1980 y que piensa que los ladrones originales podrían haber perdido la posesión de las obras poco después del robo. "En la mayoría de las ocasiones, los ladrones roban este tipo de obras porque es un trabajo fácil de hacer y porque valen mucho dinero, pero después el tema se vuelve demasiado peligroso para ellos. No se pueden vender en eBay, ni pueden llevarlas a ninguna casa de subastas".

Por su parte, Amore dijo que ni él ni los demás investigadores al cargo de la investigación pararán hasta que las pinturas se encuentren de nuevo colgadas en las paredes del museo. “No tengo ninguna duda de que vamos a recuperarlos", dijo. "No hay nada que se pueda hacer que no hayamos hecho o estemos haciendo para devolverlas a su sitio".