Los desalmados cotidianos son compañeros de trabajo traicioneros, cuñados indeseables, un amigo que nos falla, conductores que casi te atropellan en el paso de cebra. Y los peores, los malos de verdad, los besos de Judas, son aquellos que convierten la existencia de otros seres humanos en una insoportable acumulación de sufrimiento.

Uno de los peores fantasmas que se esconden en mi memoria es la miserable rata de alcantarilla que asesinó de un tiro en la cabeza a mi abuelo en el año 1977; después del largo eco de la detonación y del ruido seco del cuerpo de mi abuelo golpeando, inerte, contra el suelo, me quedé mirando aquel denso charco de sangre que se expandía poco a poco y escuché de fondo el dolor agónico de mi madre, una plañidera de 30 años que acababa de presenciar la muerte de su padre.

Hemos sido capaces de edificar una civilización increíble en la que podemos vivir más de 100 años, llegar a la Luna, retar a la naturaleza (y vencerla en ocasiones) y durante siglos artistas sobrehumanos han convertido los sentimientos, las reivindicaciones, las ilusiones en extraordinarias obras de arte: cuadros que nos sobrecogen, esculturas que podrían cobrar vida, poemas que nos enamoran, música que nos abre el pecho, nos parte el esternón hasta alcanzar el corazón y nos lo estruja sin piedad y nos provoca un clímax de escalofríos y sensaciones. Pero esa misma especie tiene individuos que pierden el alma y son capaces de construir campos de concentración y cámaras de gas, diseñar bombas atómicas y químicas, formar grupos terroristas, convertirse en repugnantes pedófilos, bárbaros torturadores, implacables asesinos…

Mendoza suele decir que el cerebro del ser humano está tan preparado para ser un hijodeputa como para convertirse en un ángel de paz, y es la química la que mueve el fiel de la balanza hacia un extremo u otro. En alguna ocasión me ha jurado que con las dosis adecuadas de las hormonas oportunas podría hacer de mí o de cualquiera un asesino en serie, un violador de parque o, en el contexto histórico apropiado, un oficial de las SS como el capitán Amon Leopold Göth de la película La Lista de Schindler, un individuo antinatural, carente completamente de respeto al ser humano, de una moral abolutamente desintegrada. Como casi todo lo que dice Ernesto, esto también me suena a ciencia ficción, pero su seguridad golpea las columnas que sujetan mis certezas y me llena de dudas.

La lista de Schindler

La banda sonora que han elegido ustedes para esta semana es la melodía de lo más profundamente miserable que hay en las entrañas de los hombres y a la vez nos enseña la valentía y la decencia de determinados seres humanos en los momentos más importantes de la vida. Sean las hormonas, la maldad o el libre albedrío convertido en pecado, lo cierto es que asusta pensar que los despreciables que crean fantasmas oscuros pueden estar a nuestro alrededor: un vecino, un amigo, el de la tienda de enfrente, el presentador de televisión, la cajera del supermercado, el padre de ese niño tan simpático… Algunos de los rostros que vemos en el Metro, algunas de las personas que se toman una cerveza a nuestro lado son desalmados que maltratan a los de su alrededor, seres que perdieron el alma y desde entonces acumulan razones para pudrirse en el infierno. He conocido a unos cuantos; casi todos están entre rejas gracias a Mendoza. Pero quién sabe cuántos hay todavía en la calle… Espero que Ernesto se recupere pronto y pueda volver a descubrir lo que hay más allá de los rostros sin alma.

Les recuerdo que mi amigo sigue recluido en una residencia psiquiátrica y que su médico me ha dicho que no está bien, su estado es grave, pero no sé hasta qué punto. La semana pasada me entregaron una carta de Mendoza en la que me planteaba un enigma: «Me encadenaron a esa raza la química y la lujuria. Para la oruga soy un lagarto. Ambos tenemos la misma madre y el mismo padre, pero no somos hermanos. ¿Qué somos, Leonardo? Los primos al revés. Hasta que un día una pista te dará sin duda un Josep». Estaba en blanco hasta que uno de los mensajes que escribieron en las páginas de hoyesarte me abrió los ojos: Conchi me sugirió pensar en Lewis Carroll y su problema de la oruga y el lagarto, desconocido para mí hasta ese momento.

Hice una búsqueda sencilla en Google, escribí «oruga y lagarto». ¡Ja! El primer resultado es una página de la asociación de superdotados Mensa de la que forma parte mi amigo y en la que se puede leer un enigma propuesto por Lewis Carroll que dice así: «La oruga piensa que tanto ella como el lagarto están locos. Si lo que cree el cuerdo es siempre cierto y lo que cree el loco es siempre falso, ¿está cuerdo el lagarto?».

Si hay alguien que conoce a Carroll, la lógica y las matemáticas recretivas es Josep MarIa, ex presidente de Mensa, creador de la revista Carrollia y buen amigo de Mendoza. Localicé su teléfono y le conté el caso. Me pidió que le enviara el texto por e-mail y quiso el destino que mi ego fuera más grande que mi voluntad de resolver el caso, porque en lugar de mandarle rápidamente un mail le pedí que leyera el planteamiento del caso en las páginas de hoyesarte para que sumara una visita más, que todo cuenta (y no vaya a ser que el editor se plantee un cambio de registro y me invite amablemente a dejar de aparecer por aquí). Gracias a mi vanidad, en menos de dos horas Josep María me envió un mensaje que reproduzco parcialmente a continuación:

«He leído con interés el relato y me ha hecho gracia que el título del blog, lo de la madeja enmarañada, sea precisamente el título que había escogido Conan Doyle para la primera aventura de Sherlock Holmes, así como las continuas referencias al investigador de Baker Street, como el llamar a uno de los personajes «Profesor Bell», que fue precisamente la persona real en la que Arthur Conan Doyle se basó para crear a Sherlock. La lectura del relato me ha ayudado a la resolución del enigma que se plantea, porque la clave de la cuenta de Spotify de Ernesto es parte de la solución: fibonacci. Es una pena que mucha gente haya conocido la sucesión de Fibonacci por un libro tan malo como El Código Da Vinci, porque esta serie de números descubierta por Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci, es mucho más interesante que la burda historia inventada por Dan Brown. Como sabrá usted, Sr. Lucano, la de Fibonacci es una sucesión infinita de números en la que cada número resulta de la suma de los dos anteriores: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144… Si usted toma el texto que le dio Mendoza y escoge una letra con el criterio de los números de Fibonacci, el resultado es la palabra MENDOZA. Primer número: 1; Primera letra: M. Segundo número: 1; primera letra después de la anterior: E. Tercer número: 2; segunda letra después de la anterior: N. Cuarto número: 5; quinta letra después de la anterior: D… y así hasta las siete letras del apellido de nuestro admirado amigo.

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Ya me ha comentado usted por teléfono que conoce el clásico problema planteado por Lewis Carroll sobre la oruga y el lagarto, así que no me extenderé sobre ello; simplemente le recuerdo que la solución es que la oruga está loca y el lagarto está cuerdo. Y finalmente, los primos al revés. En el mundo matemático los números primos son muy sugerentes. Probé con diversas combinaciones de números primos hasta que lo entendí. Se trata de tomar la posición de los números primos en el texto pero empezando por el final y de ahí hacia delante. Los números primos son: 2, 3, 5, 7, 11, 13, 17… Si usted toma estos siete primeros números primos y busca estas posiciones en el texto comenzado por el final: la 2ª letra es la E; la 3ª es la S; la 5ª es la J; la 7ª es la U… El resultado es: ES JUDÍA.

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Mi conclusión, estimado amigo, es que el enigma nos está diciendo que hay una mujer judía relacionada con Mendoza. Mi interpretación, y en esto ya no hay Matemáticas sino intuición, es que nuestro amigo tiene una hermana, por aquello de que tienen el mismo padre y la misma madre, y yo diría que si ha sido capaz de crear esto es que es tan inteligente o más que nuestro Ernesto».

Con la ayuda de Josep Maria todas las piezas parecían estar ordenadas sobre la mesa y era cuestión simplemente de encajarlas. Pero tras ensamblar el puzzle, el resultado es para mí un nuevo enigma. Me explicaré. En la carta de Ernesto solo había una pregunta: ¿Qué somos? De acuerdo con la teoría del superdotado JMAiO, como firmaba su mail Josep Maria, la respuesta podría ser «Son hermanos». Ella es Mendoza y es judía y es la hermana de Ernesto. Pero el enigma expresamente lo niega: «No somos hermanos». Probablemente quería resistirme a la posibilidad de encontrarme con otra persona igual que Ernesto pero además es que no le encontraba ninguna explicación a que la hermana se dirigiera a su hermano así. ¿Y qué podía aportar el hecho de que la mujer fuera judía? Sé que el antisemitismo de Ernesto es muy profundo; el muy bruto ha llegado a justificar determinadas cosas por el conflicto de Palestina que ni me atrevo a reproducir para que no lleguen ustedes a odiarle como podría llegar a merecer. Pero…

Volví a mirar el texto en el que había marcado las letras que me había indicado Josep Maria y de repente me di cuenta de algo: la colocación de las frases no podía ser casual. Jugueteé con el texto como si aquello fuera una sopa de letras y de repente encontré una palabra que no conocía pero que me sonó extrañanamente familiar, como si se la hubiera escuchado alguna vez a Mendoza: Judensau.

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De nuevo, acudí al oráculo moderno: Google. Y una vez más obtuve la solución a la primera. Wikipedia dice que Judensau es una palabra alemana que describe una iconografía antisemita de origen medieval que representa despectivamente y deshumaniza a los judíos. Investigando más he descubierto que hoy en día solo pronunciar este insulto –equiparable a algo así como “perra judía”– es considerado delito en Alemania. Pero aquello sólo parecía una nueva pieza del puzzle, no la definitiva: «Mendoza», «Es judía», «Judensau».

Separé las frases y traté de entender cada una por separado y el sentido general:

«Me encadenaron a esa raza la química y la lujuria». Ni idea, pero la raza es la judía, «Judensau», anoté.

«Para la oruga soy un lagarto». La oruga está loca y el lagarto, cuerdo. Para la loca, Ernesto es un cuerdo.

«Ambos tenemos la misma madre y el mismo padre, pero no somos hermanos. ¿Qué somos, Leonardo?». Leonardo de Pisa (Fibonacci) parece tener la solución y la solución es Mendoza; luego la solución podría ser «ambos somos Mendoza».

«Los primos al revés»: Los números primos tomados desde el final del texto hacia el principio para obtener otro elemento: Es judía.

«Hasta que un día una pista te dará sin duda un Josep»: Josep María me ha dado más que las pistas, las soluciones.

Hice mil cábalas, pero en un momento de aburrimiento introduje en Google «química y lujuria», igual que había hecho con «oruga y lagarto», y me topé con algo definitivo. Y anoche caí en la cuenta de que el número más importante para Ernesto no es el 7 sino el 13. Y siguiendo con el procedimiento de Josep María, las trece posiciones de la serie fibonacci aplicadas al enigma y los trece primeros números primos comenzando por el final del texto dan una respuesta diferente al problema planteado. La solución se la doy la semana que viene, para no cansarles. Disfruten de las vacaciones y sigan ahí, por favor. Traten de olvidar a los fantasmas oscuros, a los recuerdos de gente sin alma, al dolor.

Y no se olviden de elegir la banda sonora para la semana que viene; les lanzo tres nuevas propuestas musicales, tres clásicos. Mírense a ver…

  • Opción 1: Led Zeppelin – Stairway to Heaven
  • Opción 2: Jimi Hendrix – Purple Haze
  • Opción 3: Credence Clearwater Revival – Have you ever seen the rain