Tanto debió de ser así que desde entonces le define como el Picasso de la música. De aquel encuentro recordaba una afirmación del ruso que le sorprendió especialmente: no basta con oír la música, además hay que verla.

Difícil desentrañar el significado de esta frase, especialmente cuando Stravinsky se distinguió especialmente por el ballet, género visual donde los haya que reinventó con El Pájaro de Fuego o La Consagración de la Primavera. Sin embargo, don Luis María y yo –vaya sobremesa tuvimos– coincidimos en que la trascendencia de la sentencia del polifacético Stravinsky venía más por la ambición de comunicar con la música, de conseguir que el oyente sintiese más la música acudiendo a cualquier tipo de ayuda y accesorio para lograr que el lenguaje musical llegase al alma traducido a imágenes, nítidas pero irreales.

Pero lo cierto es que en su aproximación más inmediata y seguramente la que muchos de nosotros haríamos si no estuviésemos con el estudioso Anson, es que la música es mejor escucharla y verla en directo. Con las ondas del sonido apretándote en el pecho o deslizándose en los oídos, con la calidad perfecta de la realidad, con el intérprete haciendo algo que nunca había hecho ni volverá a hacer jamás. Parece algo difícilmente discutible, ¿verdad?

Lo bueno y lo malo de los conciertos

Dicen los que defienden esta moda de bajarse archivos musicales sin pagar que ya está bien, que los músicos han ganado demasiado dinero durante demasiado tiempo y que se «lo empiecen a currar». Que toquen en directo en los bares y en salas de concierto. Bueno. Así, como frase de barra de bar, café-con-churro mañanero, foro internauta pro-revolución no está mal. Dejando a un lado lo que pensarán las familias de los músicos de estudio que se dedican a componer en las madrugadas de su casa o a intervenir en discos de forma casi anónima o a los que nos les queda más que compatibilizar su actividad musical con un de-nueve-a-cinco veintiochobarra, y sin tener en cuenta a los aficionados a la música que no vivan en Madrid o Barcelona o Valencia o Bilbao o Sevilla, o los que no quepan en la sala que acoge el concierto de su artista favorito el único día que viene a su ciudad; dejando a un lado, digo, todo esto, cada uno tiene derecho a hacer los conciertos que entienda conveniente, pero es verdad que los conciertos son la sede natural de la música.

Lo bueno y lo malo de todos los conciertos es que son únicos. Bueno para los afortunados testigos y malo para los que no tienen oportunidad, tiempo o acceso para serlo. Pero tenemos la suerte de tener conciertos grabados, y muchos. No todos son buenos, claro, pero otros muchos sí, y nos permiten asistir a momentos estelares de la historia de la música desde el siglo pasado que no volverán a repetirse y de los que sólo unos pocos pudieron disfrutar. Por eso dedicamos esta entrada de Melofilia a entresacar algunos para ustedes. Casi todos históricos, alguno reciente, todos recomendables, por su calidad, por lo que supusieron, porque me gustan. Espero que a ustedes también.

 

Entre cajones

Bruce Springsteen & The Sessions Band
Live in Dublin
Columbia, 2007

Si están ustedes sentados, pónganse en pie; si tienen la cabeza cubierta, descúbranse. En mi modesta opinión, uno de los mejores conciertos y una de las mejores grabaciones de las que podemos disfrutar hoy en día, tanto en audio como en vídeo. Si hay un señor que merece inaugurar esta selección de conciertos es, sin duda, Bruce Springsteen, seguramente el artista que más actúa en directo en todo el mundo, un señor de sesenta años que es capaz de poner en pie a veinteañeros, treintañeros, cuarentones (nunca he sabido por qué aquí cambia el sufijo…), cincuentones y sesentones. Este concierto, si me permiten, es una obra de arte. El boss hace un recorrido por clásicos americanos e irlandeses –casi siempre es lo mismo– en homenaje a Pete Seeger aderezado con composiciones propias, en formato acústico, con una banda de veinticinco músicos entregados, disfrutando como en una fiesta y con un público entusiasmado. El banjo, los violines, el piano de pared del viejo oeste, el acordeón, la impresionante sección de vientos a lo big band recorriendo el escenario, las steel guitars… Una delicia para los oídos y para los ojos que hace difícil quedarse con alguna de las veintitrés perlas de este collar: Jesse James, Atlantic City, Pay Me My Money Down, la maravillosa Open All Night o el cierre emotivo con We Shall Overcome. De los infalibles cuando vienen amigos a casa, ya lo verán.

Van Morrison
A Night In San Francisco
Polydor, 1994, 2008

Seguimos con Irlanda. Van Morrison, aunque irlandés, cultiva con éxito todos los estilos e influencias que toca. Es otro que se morirá cantando en un escenario. Lleno, claro. De entre las decenas de discos de este surtidor musical, me inclino por recomendarles este conciertazo. Lo tiene todo: repertorio, improvisación, variaciones, solos, y a un Van Morrison entregado, poderoso y juguetón. Él y la banda que le acompaña, porque el solo de saxo alto de Candy Dulfer en I’ve Been Working y en See Me Through es para escucharlo varias veces. O el Help Me con la armónica de un bluesman de los que ya no salen de casa para tonterías, Junior Wells, que repite en Good Morning Schoolgirl. Este concierto, grabado en 1994, ha sido aclamadísimo, vendidísimo y consolidó a Van Morrison en la cima de la que nunca se ha bajado. Mezcla con maestría la absoluta precisión del estudio con la pasión y el encanto del directo como si no supusiese esfuerzo alguno. Blues, folk, jazz, da igual, les invito a que lo disfruten y lo valoren como una inversión merecida en homenaje a un grande.

Dire Straits
Alchemy
Wea, 1984, 1990

¡Láncense a las calles! El próximo 7 de mayo sale a la venta la versión remasterizada en DVD y blue-ray de este monumento musical. Sí, hago promoción, porque lo merece. Y me doy un capón por no haberlo hecho antes. Les confieso que estaba esperando la ocasión para rendir homenaje a este disco y, aunque merecería una entrada entera del blog, mejor no retrasarlo. Knopfler, Illsley, Clark, Fletcher, Dire Straits en esencia. En ningún disco, ni antes ni después, fueron capaces de superar a Alchemy.

Nacieron como contrapunto al ambiente musical que vivían: el punk y el rock psicodélico, y fueron capaces de hacer que el rock de taberna que reivindicaban llenase teatros y salas para ver cómo se podía deshacer una canción para volverla a construir, desvestir la melodía para adornarla después con riffs imposibles, jugueteos inimaginables, toboganes virtuosos que no quieres que se acaben. Este concierto es eso. Parece que nos quieran demostrar en cada canción que conocen todas sus entretelas y que pueden jugar con ella hasta hacerla irreconocible para después devolvérnosla intacta y genial.

Todas las piezas son conocidas. Claro. Pero todas ellas son las mejores versiones que conozco de sus originales. Tunnel of Love, con el Hammond del principio, los serpentines de los teclados preparando el lucimiento descomunal del autodidacta Knopfler; Telegraph Road, una novela musical por fascículos de catorce minutos que se hace corta; Sultans of Swing –¿cuántas veces han oído esta canción?– que se presenta en su mejor versión, con la guitarra de Knopfler jugando y retándose con el saxo y llevándonos a dos finales distintos, a cuál mejor; la despedida con Local Hero, interpretada como nunca se ha hecho. Vaya desde aquí mi homenaje a estos genios y, de paso, a aquel crítico musical al que dejé de leer hace tiempo cuando –sin anestesia– dijo que Dire Straits mejoraría cuando fuesen capaces de hacer sus canciones más cortas… País!, que diría Forges.

De sofá y copa de vino

Katie Melua
Live At The O2 Arena
101 Distribution, 2009

No es fácil traer a esta sección una recomendación en una entrada dedicada a los conciertos en directo, muy dados al gentío, los decibelios, voltios, vatios y amperios. Pero les he encontrado una cosita que puede gustarles.

¿Han oído ustedes a esta chica? Supongo que sí pero, para los que no, déjenme decirles que esta británico-georgiana lleva dándonos alegrías desde 2003 y álbum tras álbum mejora y evoluciona. Los críticos siguen sin saber encuadrarla en un estilo musical determinado, pero todos coincidimos en que es muy buena. Canta, compone, se sienta al piano, acaricia la guitarra, seduce con su voz y, además, consigue que sus canciones sean frescas, distintas, pegadizas, íntimas, escritas e interpretadas para cada uno de nosotros. El concierto es una forma de demostrar que da igual las veces que hayamos oído una canción; siempre hay una forma de mejorarla. Ni un cable sobre el escenario, virtud musical al desnudo. Repasa sus grandes éxitos, desde The Closest Thing To Crazy hasta Nine Million Bicycles pasando por la genial I Cried For You. Si tienen el día tonto es mejor que no se lo pongan…

El pasado también existe

Otis Redding
Live in Europe
Elektra/Wea, 1967, 2009

Influyó como pocos en los que le sucedieron, murió trágicamente en el momento de más esplendor y, sobre todo, convertía las canciones en flechas al corazón. Todo ayudó a que se convirtiese en leyenda y a que este concierto que hoy les recomiendo sea uno de los must, de uno de esos que hay que tener, oír o, al menos, saber que existen. Otis Redding rindió en este concierto a Europa a sus pies, cada canción fue un suspiro, un lamento, una lágrima, un himno. La tensión emocional se puede escuchar, se puede sentir, y podemos imaginarnos a Redding agarrándose al micrófono para seguir con los pies en el suelo. Satisfaction, ese clásico que ha llenado tantas horas de radio; Try A Little Tenderness (qué canción), tantas veces versioneada; I’ve Been Loving You Too Long (otra); Respect, ese otro clásico de la lucha contra el segregacionismo en Estados Unidos; tantas… Todo ello cantado con el alma y para el alma. Un concierto histórico, de los que ya no se hacen y no se pueden ir a ver…

¿Clásicos? ¿Qué clásicos?

Felix Mendelssohn
Concierto para Violín en Mi Menor
Anne Sophie Mutter – Gewandhausorchester Leipzig
Deutsche Grammophon, 2009

Aquí es mucho más fácil. Si bien a mediados del siglo XX, especialmente por motivos tecnológicos, eran habituales las grabaciones de música clásica en estudio o, al menos, sin público, hoy en día no se concibe esa posibilidad y los maestros de las orquestas se enfrentan a su auditorio y a la tensión de no poder repetir ni matizar la ejecución. Otro mérito que añadir a la lista de una música que sobrevive cientos de años. En esta ocasión les traigo a Felix Mendelssohn. Y a Anne-Sophie Mutter, que repite por aquí. Y a la Gewandhausorchester de Leipizig. El concierto para violín –una de sus piezas más conocidas– de esta grabación es extraordinario, con una calidad a prueba de las audiciones más exigentes. Sus Allegros del primer y tercer movimiento son una combinación de viveza, exigencia técnica, melodía y delicadeza que merecen ser escuchados bajo el arco de la infalible Mutter, apuesta segura de calidad y ejecución, a lo que en esta ocasión añade una pasión que hace de esta recomendación una de las ojos-cerrados.

 

Pero no se fíen, hay algunos conciertos que reivindican las bondades de la música grabada en estudio… De hecho, decía Oscar Wilde que los músicos son terriblemente irrazonables. Siempre quieren que uno sea totalmente mudo en el preciso momento que uno desea ser completamente sordo. Yo añado que eso no sólo les pasa a los músicos, sino que todos nos sentimos así muchas veces en nuestras vidas, asistiendo sin huida a lo que no queremos saber. Cuántas veces nos pasa, en cambio, que daríamos cualquier cosa por que nos hablasen los que preferirían que estuviésemos sordos. Todos vemos nuestro concierto, distinto a todos, en el escenario de nuestros sueños, donde somos directores, actores y guionistas. Eso es lo que he visto en la ilustración que nos regala hoy Iván Solbes.

 

Buzón de sugerencias

¿Cuál es su concierto favorito? El que más han oído, aquel en el que estuvieron con aquella chica o aquel chico, ese al que les gustaría asistir. Cuéntennos, anímense. Pueden compartirlo con todos o pasarse por mi casa para recomendarme alguno: melofilia@hotmail.com