que acordarme del curioso personaje Firo Martínez Vázquez de Parga, del restaurante El Olivar de Moratalla (Murcia) que el pasado mes de julio impartió en la inauguración de la sede en Pekín del Instituto Cervantes una conferencia titulada "¿A qué sabe el Quijote?"

Ese era el título de la conferencia. Y la respuesta no se hizo esperar, porque Firo les dio a degustar su última creación culinaria, que es nada más y nada menos que el Quijote comestible. Y es que, a partir de finísimas láminas de cereal (trigo y arroz) pasadas ligeramente por el horno y pintadas con tinta de calamar, el cocinero ha ido trasladando página por página las extraordinarias aventuras del de La Mancha.

Por si fuera poco, las páginas no saben todas igual, ni mucho menos, sino que su sabor va unido al tipo de pasaje que se describa. Así, por ejemplo, la delicada Dulcinea sabe a almendras y miel, mientras que el tosco Sancho sabe a ajo. Otras aventuras van impregnadas de alioli, pasta de cocido, anchoas o salazón, sabores que marcaban la cocina del Siglo de Oro castellano.

En cuanto a la técnica de impresión, explicó que las finísimas obleas de cereales son realmente como el papel, y que por tanto las maneja en una impresora normal con cartuchos recargables en los que introduce tinta de calamar o colorantes naturales. Posteriormente les da unos brochazos de sabores varios, y listo.