Es Portia, la primera bodega diseñada por Norman Foster para el Grupo Faustino en la localidad de Gumiel de Izán, en Burgos. Un conjunto de gran belleza dividido en tres plantas en plena zona geográfica de la Denominación de Origen Ribera del Duero que ha supuesto una inversión de 25 millones de euros entre fondos privados y públicos.

El proyecto contemplaba originalmente la construcción de un hotel junto a las bodegas que de momento ha sido paralizado a causa de la actual situación económica. En palabras de los promotores, la selección del arquitecto británico se decidió “por su vocación de crear un proyecto acorde con sus valores y compromiso con la calidad en una de las denominaciones de mayor relevancia nacional e internacional”.

“El edificio tiene una forma muy fuerte, masculina y musculosa”. Así definía Norman Foster el resultado de tres años de estudios para levantar la primera bodega diseñada por su estudio Foster + Partners. “Nosotros, que no somos arquitectos especializados en el mundo del vino (el equipo de Foster participó en dos vendimias del Grupo Faustino para conocer de manera exhaustiva el proceso), hemos iniciado un viaje muy interesante sobre cómo se elabora este producto”, declaraba el arquitecto en la inauguración del edificio, añadiendo que no tenían intención de repetir, sino que más bien “vamos a bebernos el vino”.

Partir de cero

Para Foster, la oportunidad de partir de cero, sin ideas preconcebidas por experiencias anteriores, ha supuesto “una oportunidad para empezar desde cero y examinar las diferentes etapas en la producción del vino para intentar crear las mejores condiciones para su desarrollo”.

De hecho, la solución aportada por su estudio ha sido un diseño que busca dar respuesta a las necesidades de producción, de modo que en una de las hojas del trébol han situado la sala de fermentación, al nivel del suelo para favorecer la oxigenación, otra de las hojas está destinada a la crianza en barricas de madera y en la tercera se sitúa el botellero.

Estas dos últimas zonas están semienterradas, siguiendo la sabia tradición de las antiguas bodegas subterráneas que así lo hacía para evitar los bruscos cambios de temperatura que caracterizan el duro clima de esta zona castellana de la Ribera del Duero.

 

Hormigón, acero y cristal

Foster + Partners ha creado  un nuevo tipo de edificio, que aprovecha perfectamente la topografía del lugar en beneficio del proceso de vinificación y que crea condiciones de trabajo óptimas, reduciendo la demanda energética de la bodega y su impacto visual en el paisaje de la zona.

La bodega tiene una capacidad de producción de un millón de botellas al año. Todo el proceso se controla desde un centro de operaciones situado en el núcleo. Las alas que contienen las barricas y los botelleros están parcialmente enterradas para favorecer el envejecimiento del vino, mientras que el ala de fermentación se encuentra expuesta para favorecer la liberación de dióxido de carbono. Un camino sube hasta el techo del edificio, de manera que se puedan liberar las uvas recolectadas directamente en las tolvas.

El diseño de la bodega aprovecha la inclinación del terreno, utilizando la gravedad para favorecer el movimiento del vino en su interior, maximizando la eficiencia y minimizando el daño que sufre la uva. La estructura de hormigón está revestida con láminas de acero cortén. Los materiales usados para su construcción son el hormigón, acero y cristal y el edificio está revestido de azulejos en tonos de tierra.

Foster se une de esta forma a una brillante nómina de célebres arquitectos que han llevado a cabo bodegas de diseño en La Rioja y Navarra: Santiago Calatrava y Philippe Mazières en Laguardia, Frank Gehry en Elciego o Rafael Moneo en Aberin.