Fazal Sheikh (Nueva York, 1965) primero piensa y luego actúa o, lo que es lo mismo, conoce a sus retratados –siempre integrantes de comunidades desfavorecidas del mundo en desarrollo–, se implica con ellos, convive, comparte sus condiciones, comprende su realidad y, por último, aprieta el disparador de su cámara. Se trata de la exposición más completa y ambiciosa de este fotógrafo, consagrado por la crítica internacional pero casi desconocido por el público.

Por primera vez, se produce un diálogo entre todos sus proyectos, desde sus inicios con las series de Kenia (1989-1991) y Sudáfrica (1989), hasta sus más recientes trabajos realizados en India entre 2005 y 2008, pasando por Afganistán, Nepal, Pakistán, Somalia o Brasil, países en los que busca representar la dignidad de los retratados y personalizar sus conflictos para que el espectador rompa con sus ideas preconcebidas al contemplar la pobreza. 

Estilo inconfundible

Trabaja únicamente en químico, “al menos de momento”, recalca el autor, utiliza sólo película en blanco y negro, seguramente porque la información que añade el color no aporta nada a su mensaje, cambia de cámara indistintamente y se sirve en exclusiva de iluminación natural para realizar sus fotografías.

Todos los protagonistas de las imágenes de Fazal Sheikh posan relajadamente ante a la cámara, de manera frontal, sobre sencillos fondos que hacen que toda la atención del espectador se detenga en ellos; la mirada del retratado se encuentra serenamente con la del artista y éste la traslada al espectador. Para ello, utiliza una composición extremadamente cuidada, en la que los contrastes de blancos y negros propician unos resultados espectaculares, de extremada belleza.

Con el paso del tiempo, sus obras han ido evolucionando. El mismo artista que comenzó centrando su atención en refugiados de distintas partes del mundo ha ido abriendo su “diafragma”, preocupándose en los últimos años por la discriminación que sufren las mujeres indias desposeídas de todo derecho y condenadas a sobrellevar una vida difícil.

Asimismo, su arte ha ido evolucionando con los años hasta llegar a un estilo absolutamente personal e inconfundible, basado en un primer plano extremo, en el que el rostro ocupa prácticamente toda la superficie. Parece sentir una mayor confianza y seguridad que le permite aproximarse a los retratados que en muchos casos reflejan de manera nítida en sus pupilas la figura del fotógrafo.

Gran documentalista

Como buen documentalista, sus fotografías van acompañadas de la palabra, necesaria para transmitir el mensaje que busca comunicar, con unos textos que describen el contexto que rodea a las fotografías: el lugar, el acontecimiento, los datos históricos, la persona que retrata… En 1998 añadió un componente más y empezó a recoger las historias que sus protagonistas le iban contando, para asociarlas de manera directa con sus rostros. Es precisamente de esta asociación entre imagen y palabra de donde surge el mayor contraste.

Estas imágenes, que representan historias trágicas y violentas con una asombrosa dignidad humana, han llamado la atención de la crítica, llegando a las paredes de algunos de los museos más importantes del mundo, como la Fundación Henri Cartier-Bresson de París, el Museum of Contemporary Art de Moscú, el Nederlands Fotomuseums de Roterdam, la Tate Modern de Londres, The Art Institute of Chicago o el Internacional Center of Photography y el Metropolitan Museum of Art (MoMA), ambos de Nueva York. Paralelamente, Fazal Sheikh ha recibido dos de los más importantes galardones que reconocen el trabajo de un fotógrafo: el MacArthur Fellowship y el Henri Cartier-Bresson International Grand Prix.

 

Ámsterdam. Fazal Sheikh. Huis Marseille Museum of Photography.

Hasta el 22 de noviembre de 2009.