La exposición que presenta hoy el Museo Guggenheim de Bilbao bajo el título Cai Guo-Qiang. Quiero creer es una de las muestras más interesantes que han pasado por nuestro país en los últimos años. Una oportunidad única para conocer la monumental puesta en escena de este artista chino que no dejará indiferente a nadie, un auténtico tesoro de oriente.

La naturaleza renace

Creativo, transgresor y provocativo, Cai Guo-Qiang llega a España con esta ambiciosa muestra que viene de exhibirse en Nueva York y Pekín (I want to Believe), ciudades en las que contaron con una enorme afluencia de público. Impactante es la primera impresión, pero su obra, compuesta por materiales sorprendentes –coches, pólvora, animales de peluche…– no se puede dejar de contemplar. Fuera de la vulgaridad, Cai se considera un autor metafísico. Es la perfecta unión entre el folclore clásico chino y las vanguardias actuales.

Su obra no se aleja de las teorías clásicas. Según Herbert Read, uno de los críticos más importantes en lengua inglesa de la historia, “el arte, como la religión, es una idealización de la naturaleza”. Es la base de la historia del arte desde el Renacimiento: alcanzar la naturaleza. Cai Guo-Qiang sigue esa estela eterna de alcanzar el fin del artista clásico utilizando la espontaneidad de las fuerzas cosmológicas, convirtiéndose en un mediador entre el arte y la naturaleza, entre la encrucijada de la creación y la destrucción.

Compromiso social

La pólvora, nacida en China en torno al siglo IX bajo la denominación de la Medicina del Fuego, ha sido utilizada por este artista desde los años ochenta hasta hoy, llegando al punto de involucrar a los espectadores en el momento de la ejecución de sus obras, convirtiéndose en una simbiosis entre performance, obra efímera y posterior obra expuesta.

La pólvora queda impresa en los lienzos inteligentemente creados e ideados, cuya base absoluta es el raciocinio coherente, sin dejar a un lado la concepción de mago de las artes. Fuego e incertidumbre son los materiales de este genial artista. Inquietante es el efecto y grandioso el resultado.

Su realismo apenas difiere entre la realidad y la ficción. Curiosas son las figuras humanas que siguen el realismo socialista de 1965 y que llevan a la reflexión sobre los conflictos globales contemporáneos. Durante toda una década, Patio de la recaudación de la renta (Shou Zu Yuan) se reprodujo e instaló en ciudades de China, llegando a ser la imagen política más reincidente y con más carga emocional después del retrato de Mao. La intención de Cai al mostrar esta obra es ampliar la compresión que se tiene del arte contemporáneo al hacer patente el impacto masivo de un estilo artístico aparentemente retrógrado que dominó China durante décadas. Del mismo modo, la pieza supone una mordaz reflexión sobre el destino del arte y los artistas bajo la manipulación de una ideología política.

A través de la imagen emblemática de los 99 lobos a tamaño real galopando a gran velocidad, que chocan contra un muro que posee la misma altura que el de Berlín, Cai Guo-Qiang intenta mostrar la debilidad humana por seguir ciegamente cualquier ideología colectiva y el destino de la humanidad de repetir los errores del pasado.

Belleza, tensión, destrucción y perfección técnica es la base de su arte, un arte curioso e inquietante que, desde el principio, ha sorprendido a muchos y decepcionado a pocos.

 

Vida y obra

Cai Guo-Qiang nació en 1957 en Quanzhou, una ciudad costera de la provincia de Fujian, en el sudeste de China. La rica historia de la ciudad portuaria ha constituido una fuente esencial de inspiración para el artista. Durante el régimen de Mao, en Quanzhou sobrevivieron algunas costumbres prohibidas en otras regiones, lo que supuso un estímulo para Cai en su infancia.

En la década de 1980, Cai estudió escenografía en Shanghai. En 1986 se trasladó a Japón y en 1995 a Nueva York, donde reside en la actualidad. El artista se define como un verdadero “ciudadano del mundo”, lo que explica esa debilidad de las barreras culturales tan esencial en su obra.

En 1996, la obra Grita dragón/Grita lobo: El arca de Gengis Kan resultó finalista en la primera edición del Premio Hugo Boss del Solomon R. Guggenheim Museum, que premia la innovación en las artes visuales; esto supuso un auténtico catalizador para el reconocimiento del artista a nivel internacional. La obra se encuentra entre las piezas más destacadas de la colección de arte contemporáneo del museo y fue expuesta en Bilbao en 1999.

Tres años más tarde recibió el León de Oro de la XLVIII edición de la Bienal de Venecia por la instalación que presentó en la Bienal del Milenio: Patio de la recaudación de la renta de Venecia (1999).

Cai recibió en 2007 en VII Premio de Arte Hiroshima. Junto con este galardón, la exposición del artista en el Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de Hiroshima en 2008 incluyó el proyecto de explosión Fuegos artificiales negros, llevado a cabo en el parque de la ribera del Motomachi, junto a la Cúpula de la Bomba Atómica. Un vídeo documental de esta obra formará parte también de la exposición en Bilbao.

Cai ha alcanzado la fama internacional a través de sus exposiciones en solitario y sus proyectos de explosión al aire libre de grandes dimensiones, así como por su contribución artística a las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de 2008. 

 

Bilbao. Cai Guo-Qiang. Quiero creer. Museo Guggenheim Bilbao.
Hasta el 6 de septiembre de 2009.