El proyecto incluye dos exposiciones, en el Museo Lázaro Galdiano (Madrid) y en el Museo de la Alhambra (Granada); el libro A la luz de la seda, que recoge los catálogos razonados de las colecciones de tejidos nazaríes de ambas instituciones y una selección de obras del Instituto Gómez Moreno de la Fundación Rodríguez-Acosta de Granada, que también ha colaborado en el proyecto; un mapa interactivo con la localización en una treintena de instituciones del patrimonio textil de ese periodo, y una completa web que recoge todo el contenido anterior, además de imágenes con tecnología gigapixel de los textiles y un documental sobre el único telar de tiro hispanomusulmán que se conserva en el mundo, situado en la ciudad marroquí de Fez.

Exquisitas y delicadas

Hoy solo quedan fragmentos, retazos y jirones de aquellas piezas creadas por la cultura hispanomusulmana, vestigios de un espléndido pasado. Son documentos históricos que sirven para ayudarnos a reconstruir la historia de lo que antaño fueron suntuosas prendas para vestir, cubrir, adornar, resguardar e identificar a los individuos y también para delimitar los espacios en los que transcurría su vida, haciéndolos confortables, jugando con la luz y agradando a la vista.

«Estas colecciones de sedas y tejidos islámicos, entre los que destacan las nazaríes, están formados por fragmentos y retazos exquisitos y delicados, únicos no solo por su belleza sino por la complejidad de la técnica empleada en su ejecución y por los escasos restos que han llegado a nosotros», destaca Amparo López Redondo, conservadora-jefe del Museo Lázaro Galdiano y urdidora de este proyecto.

Momento espléndido

Estos tejidos musulmanes fueron utilizados por las diferentes civilizaciones que ocuparon la Península entre los siglos VIII y XVI y sirvieron de vehículo de comunicación cultural como ninguna otra de las llamadas artes industriales. Los restos que se conservan son muestras de aquellos que utilizaron los monarcas, la nobleza y el clero, tanto cristiano como musulmán; formaron parte de ajuares funerarios de personajes ilustres, fueron envoltorio de reliquias o enseñas militares y hasta botín de guerra u objeto de regalo para embajadas.

Para Amparo López, «el reino nazarí fue un momento espléndido para la historia del textil peninsular y desde luego de la propia ciudad de Granada; entonces se tejieron las sedas más vistosas y en grandes cantidades, se fabricaron los diseños más complejos que propiciaban los juegos lumínicos y perspectivos más efectistas. Todo ello parecía surgir de la mente de ingenieros más que de artesanos. Los creadores aguzaron el ingenio y gracias al telar de tiro supieron conseguir los mejores resultados con la mayor economía de medios».

 

Los avatares de la historia

Las sedas andalusíes apreciadas y atesoradas por los cristianos se conservaron en casullas, en fondos de relicarios o en vestiduras reales, pero sólo su revalorización por los coleccionistas del siglo XIX evitó su pérdida definitiva. En esta labor tuvieron especial importancia eruditos y coleccionistas como José Lázaro Galdiano, que buscó sistemáticamente los restos de tejidos medievales existentes, o el investigador Manuel Gómez-Moreno Martínez, pionero en el estudio de estas piezas y descubridor del Panteón Real del monasterio de Las Huelgas, en el que pudo constatar cómo las vestiduras de la realeza cristiana desde finales del siglo XII y hasta bien entrado el siglo XIV procedían en su mayoría de los telares de Al-Ándalus.

 

A la luz de la seda 

Madrid. Museo Lázaro Galdiano.

Hasta el 15 de octubre de 2012.

Granada. Museo de la Alhambra.

Hasta el 31 de diciembre de 2012.