El gusto por las composiciones sobrias y aparentemente simples de Almela, la devoción hacia grandes solitarios como Bonnard, Matisse o Morandi y la aplicación suelta, pero insistente del color en la herencia de los expresionistas abstractos, caracterizó el trabajo del pintor valenciano.

Almela transitó en sus sucesivas etapas como pintor, entre las resonancias de lo que en cada momento más le atraía o le convencía. Pero nunca cayó en imitaciones, ni en tentaciones instalacionistas, ni en lo puramente conceptual.