Este nuevo proyecto dará a conocer uno de los sucesos más importantes que han tenido lugar recientemente en relación con un pintor español: la reconstrucción de la actividad de José de Ribera en Roma durante esta época de su vida, hasta hace poco apenas conocida. Los estudiosos han logrado establecer un catálogo de varias docenas de obras, y definir con precisión la aportación del artista al caravaggismo local.

Un episodio destacado de ese proceso fue la adquisición por el Museo del Prado de La resurrección de Lázaro. Para dar a conocer esa actividad temprana del pintor y crear un contexto que permita entender mejor este cuadro, se ha organizado esta exposición que se podrá visitar hasta el 31 de julio del próximo año en las salas de exposiciones temporales de la pinacoteca madrileña.

Hijo de un zapatero

Tal y como explica Nicola Spinosa en la Enciclopedia del Prado, no se posee casi ningún testimonio o prueba documental de la infancia y primera formación artística de José de Ribera. Por algunas fuentes italianas de principios del siglo XVII se sabe que ya estaba activo en Italia en 1611, al servicio del duque Ranuccio Farnesio, y que justamente en la ciudad de Parma se afirmó como pintor de notables dotes, según se desprende de la realización, junto con otras pinturas, de un lienzo con San Martín y el pobre para la iglesia de San Andrés (perdido, pero conocido por un grabado y varias copias antiguas) y por la admiración que Ludovico ­Carracci manifestó hacia el artista.

Por consiguiente, es probable su traslado desde su tierra de origen a Italia ya antes de 1610, en un viaje que lo llevó primero a Nápoles, capital meridional del virreinato español, luego a Roma, y desde allí, y al servicio de los Farnesio, hasta Parma; o bien que le hizo llegar primero a Génova, y desde esta ciudad, siguiendo un itinerario de estudio por Lombardía, que por aquel entonces se hallaba bajo la tutela de Madrid, hasta la ciudad emiliana, donde pudo estudiar obras de Correggio, Parmigianino y el propio Tiziano que pertenecían a las colecciones farnesinas.

De Roma a Nápoles

No obstante, ya en 1613, según datos documentales, aparece instalado establemente en Roma, con casa en Via Margutta compartida con su hermano Juan, también pintor, y relacionado con la Academia de San Lucas, lo que le permitía estar en estrecha relación con los numerosos artistas, procedentes, por lo general, de Francia y los Países Bajos, comprometidos entonces en la recuperación y desarrollo de los usos lumínicos de Caravaggio en clave de vigoroso naturalismo.

Algunas de sus primeras composiciones confirman esta juvenil adhesión a los aspectos del caravaggismo más intenso y de mayor impronta realista, señala­das en parte por el biógrafo Giulio Mancini en 1620, como la ­representación del Martirio de san Lorenzo (conocido a través de varias réplicas de dudosa autografía y de copias antiguas), el Entierro de Cristo (quizá identificable con la versión del Musée du Louvre), Los cinco sentidos y algunos Filósofos (Museos de Hartford, Pasadena, México DF y colecciones particulares de Madrid y Montecarlo).

En 1616, después de ser nombrado académico de San Lucas, se trasladó definitivamente a Nápoles, quizá en el séquito del virrey, el conde de Osuna. Allí se casó, en septiembre, con Caterina Azzolino, hija del pintor y marchante Giovan ­Bernardo Azzolino, y empezó a recibir importantes encargos, no solo del propio virrey y otros nobles españoles, sino también de ilustres comitentes y coleccionistas italianos, y también extranjeros.

 

 

Madrid. El joven Ribera. Museo Nacional del Prado.

Del 5 de abril al 31 de julio de 2011.

Comisarios: José Milicua, catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona, y Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española del Museo del Prado.