Fruto del espíritu ilustrado del siglo XVIII, Meléndez muestra un soberbio gabinete de todas las especies de comestibles que el clima español produce durante las cuatro estaciones. El inventario se plasma con poético verismo, mediante una depurada técnica aprendida de la tradición familiar de pintores de miniaturas. La luz destaca la calidad táctil de las viandas sin cocinar y de los sencillos cacharros. 

Maestro del bodegón

Meléndez, nacido en Italia, de familia española de origen asturiano, fue hijo de Francisco Antonio, el miniaturista, y sobrino de Miguel Jacinto, el retratista. Inició su educación en Madrid junto a su padre, después siguió las clases de la Junta Preparatoria de la Academia de San Fernando y fue alumno de Louis-Michel van Loo, llegando a dominar a fondo la técnica del retrato, como lo prueba su magnífico Autorretrato (Musée du Louvre).

La expulsión de su padre de la Junta, y un probable conflicto con Van Loo, generado por ello, determinaron su despido de los estudios académicos. Marchó a Italia y regresó a España, donde trabajó inicialmente como miniaturista, pero su papel preponderante lo desarrolló en la naturaleza muerta, convirtiéndose en uno de los más destacados pintores de bodegón de la historia del género.

Pertenece, en lo concerniente a su actividad, a la segunda parte del siglo XVIII, cuando la centuria entra en una fase decisiva, lentamente preparada a lo largo del reinado de Felipe V, tanto por la presencia de extranjeros en la corte como por los viajes que efectúan los españoles a Italia y los proyectos de reorganización de las enseñanzas artísticas, época que alcanzará sus más altas cimas con Goya. 

El Chardin español

Los cuadros de Meléndez, por lo general, son de una gran sobriedad y están ejecutados con una solidez de dibujo y un realismo perfeccionista que alcanza hasta los más mínimos detalles. Sus composiciones ordenadas y claras, gustando de los contrastes de luces y sombras, gozan de una intensidad tal que recuerdan los mejores aciertos de Sánchez Cotán o Zurbarán; en este aspecto es continuador de la brillante ejecutoria hispánica del XVII. Sus creaciones se han dispersado por colecciones privadas y museos de España y del extranjero. El Prado posee un gran conjunto de piezas de su mano, que proceden del palacio de Aranjuez y responden a un grupo que él mismo tituló: «[…] un divertido gabinete con toda especie de comestibles que el clima español produce […]».

A veces denominado el Chardin español, su producción carece del impulso lírico de las obras del francés, más exquisitamente diversificadas. Meléndez es un experto en el tratamiento de las superficies, evidenciando una extraordinaria habilidad para conseguir dar idea de las calidades de las cosas: frutas, cerámica, cristal, corcho, textiles, metales o piedra. En algunos lienzos introduce el fondo de paisaje lo que los aproxima al bodegón napolitano. Maestro de la fuerza expresiva y casi mago de la técnica, refleja, en su deseo de exactitud, los principios del mundo ilustrado en su aplicación a describir los elementos de manera que puede ser entendida como didáctica.

El Pito, Cudillero (Asturias). Luis Meléndez. Bodegones para el Príncipe de Asturias. Fundación Selgas-Fagalde.

Del 29 de junio al 23 de septiembre de 2012.