Nacido en 1903 en Petra Neamt (Rumanía), Victor Brauner mostró desde muy pronto aptitudes artísticas que le llevaron a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Bucarest. Desde un principio se sintió atraído por el mundo de la vanguardia y, tras participar en varias exposiciones, se trasladó en 1930 a París en busca de nuevos horizontes artísticos más acordes con su visión. En dicha ciudad, gracias a su amistad con Yves Tanguy, Brauner entró a formar parte del Grupo Surrealista, convirtiéndose en uno de sus mayores exponentes.

La Segunda Guerra Mundial paró todas las actividades de la agrupación, especialmente en su caso, ya que se vio obligado a vivir en la clandestinidad en el sur de Francia. El reconocimiento público le llegó después de la contienda, refrendado por una intensa actividad expositiva en importantes galerías de París, Milán, Nueva York, Londres o Roma. Victor Brauner falleció en París en 1966, precisamente el año en que fue elegido para representar a Francia en la Bienal de Venecia.

Pelea con Óscar Domínguez

En esta exposición se realiza un recorrido por toda su carrera, que se abre con un grupo de obras de los años 30 realizadas dentro de la más estricta ortodoxia surrealista, como son Volcán en Eruption, de 1930 –fecha de su llegada a París–, Dénombrement II, de 1938, o Self-Separation, de 1939. En estos dos últimos cuadros ya aparecen esos seres extraños e indefinidos que pueblan las obras de Brauner, mitad humanos y mitad animales, que se descomponen para recomponerse en nuevos entes surrealistas, y en el que los ojos adquieren un valor especial. El ojo siempre fue uno de los temas recurrentes del surrealismo, y más aún en Brauner, que tras autorretratarse tuerto en 1931, perdió un ojo durante una riña a manos de Óscar Domínguez en una reunión de artistas en 1938. Desde entonces se convirtieron en un recurso habitual en su obra

La obra de Brauner evoluciona durante la guerra, introduciendo las ceras y otras técnicas que dotan a su producción de nuevas calidades. Sin embargo, es después de la contienda cuando Brauner crea su estilo más reconocible y personal. El artista pierde pudor y se desembaraza del rigor surrealista, proponiendo una obra mucho más imaginativa y libre. En cuadros como Pensee Endogame (1948), Incubation Totemique (1959) o Le Sigle V (1963) se concentra en la representación de unos seres que, una vez despojados de todo sentido narrativo y literario, se nos muestran en toda su cualidad plástica y pasan a ser verdaderas imágenes icónicas.

Esta última idea viene reforzada por el interés de Brauner por las culturas primitivas que le sirven de inspiración para realizar estos personajes y su nueva estética, donde la geometría y el colorido toman un papel importante. La estética se convierte por tanto en algo primordial en su trabajo, y no sólo desde un punto de vista formal, sino también técnico. Como se puede observar en L’Evasion (1945), Le Jardin (1951) o La Plage (1959), la obra adquiere una calidad táctil muy acorde con el arte de segunda mitad del siglo XX.

Madrid. Victor Brauner. «Antológica»Galería Guillermo de Osma.

Hasta el 12 de noviembre de 2010.