Prácticamente tras la conquista de Granada en 1492, los Reyes Católicos inician en la Alhambra obras para evitar su deterioro y garantizar su conservación. Siguiendo sus pasos es significativa la petición que el joven emperador Carlos V hace desde Flandes en 1517 al Alguacil Mayor del Reino la víspera de su viaje para tomar posesión del Trono: «…para que ordenase la forma que mejor le pareciese del aposento de su casa y corte… y que los aposentadores hiciesen el aposento con suavidad y sin molestia …».

Suite imperial

En junio de 1526 llega el Emperador a Granada con su esposa Isabel de Portugal, alojándose en la misma Alhambra, que causa una grata impresión a los ilustres huéspedes, hasta el punto de concebir establecer aquí la sede Imperial y el panteón de la dinastía.

Así, en 1528 se aprueba la construcción de seis «cuartos nuevos» en torno a los palacios musulmanes, conformando una especie de «suite imperial». A ellos se accede tras un corredor a cuya izquierda puede verse la planta alta del Baño de Comares, adaptada desde entonces como entrada al mismo.

El despacho

Tras el corredor se encuentra el despacho del Emperador, dotado de chimenea y artesonado de cuarterones trazado hacia 1532 por Pedro Machuca, y a continuación una antecámara por la que se accedía a los dormitorios del emperador y de la emperatriz.

Sobre la puerta se conserva una lápida colocada en 1914 por el primer Patronato de la Alhambra en recuerdo del escritor estadounidense Washington Irving, autor de los famosos Cuentos de la Alhambra, que se hospedó en 1829 en las habitaciones contiguas, conocidas como Salas de las Frutas por su techos decorados hacia 1537 por Julio Aquiles y Alejandro Mayner, discípulos de Rafael de Sancio y de Giovanni de Udine.

Existe una tradición popular, recogida desde el siglo XVII, de que «en este quarto engendraron el Emperador Carlos y la Emperatriz doña Isabel, su mujer, al prudente Rey don Felipe II».