Verano del 45 en un Budapest ocupado por los nazis. En más que difíciles circunstancias el escritor húngaro fue dejando sobre folios desleídos, –así se encontró el original–, la terrible historia vivida en la Navidad de 1944 por un conocido científico perseguido por sus ideas liberales y su hija. La Gestapo y los fanáticos de la Cruz Flechada (húngaros simpatizantes de los nazis que actuaron salvajemente contra sus propios paisanos) estrechan el cerco y la hija encuentra refugio para el padre en un minúsculo cubículo subterráneo en el que se hacinan otros perseguidos, al tiempo que ella se guarece también en un sótano próximo.

Premonitorio

El Ejército Rojo asedia la ciudad y aquellos escondidos en circunstancias infrahumanas ansían una liberación que se demora. Pero en esa fútil esperanza padre e hija sobreviven y discurre el libro para ir ganando intensidad y acabar componiendo un fresco extraordinario que tiene algo del Goya más negro. Falta el aire y la esperanza en estas páginas escritas con la tensión y la urgencia que el momento impone. Márai se muestra premonitorio, dramáticamente intenso, profundamente pesimista pese a la ilusión que a modo de mecanismo de defensa esboza en alguno de sus personajes.

Todo inútil. La historia se encargaría de demostrar que la devastación se impondría, los derechos valdrían menos que títeres y la justicia sucumbiría bajo las ruinas. Pura desolación gravitando sobre un libro clarividente. Magnífico.

Aún deberían de pasar décadas para que harto de tanta tragedia e incomprensión, Sándor Márai se quitase la vida en San Diego pocos meses antes de la caída del muro de Berlín. Décadas antes de que la literatura descubriera que tenía en él a uno de los realmente grandes.

Liberación
Sándor Márai
Traducción: Mária Szijj y J. M. González Trevejo
Narrativa Salamandra
160 páginas