A partir de la degradación algorítmica, por ordenador, de las imágenes de base reconstruye otra posibilidad de paso del tiempo. Urzay, con su obra, lleva a cabo en nuestro país una de las reflexiones plásticas más contundentes en torno a la permeabilidad de las disciplinas artísticas y científicas, explorando –entre otras– las relaciones entre el arte digital y su faceta virtual, la fotografía y la realidad, y las nuevas codificaciones de la pintura, una pintura, la suya, abierta al contacto exterior y a la contaminación lingüística.

Las diferentes formalizaciones, resultado de esta experimentación lingüístico-conceptual, estimulan en el espectador una inquietud, una curiosidad ante la construcción, nada casual, de la realidad de la obra. Lo despiertan hacia una postura de responsabilidad crítica ávida por desenmascarar los mecanismos que provocaron esos mundos que brotan en los trabajos de Urzay. Mundos creados desde la sedimentación: fotográfica, pictórica, temporal, espacial, científica, biológica, geográfica o incluso arqueológica. El mundo visual que nos propone es tan ordenado como caótico, aparentemente científico, resultado de una asimilación personal de conceptos de física, geografía y antropología.

«Trabajo en ese espacio en el que lo real y su imagen se solapan, creando una tensión que es apreciable en la imagen resultante, que revela y atrapa la luz, entrega contornos quebrados que hacen evocar la fractalidad», explica el artista. 

Presente continuo

 Ya sus últimos trabajos mostraban un traslado del micro al macro, del universo interior, microcelular –histológico, incluso– al exterior, a la geología, a las vista aéreas y estratigráficas que configuran el mundo visto desde los aires. Así sucede en Pasaje 42º 35’ 27’’ N / 2º 57’ 27’’ W, su última muestra en la galería, y así también en la actual Phaistos, donde toma como punto de partida la mítica ciudad de la antigua Grecia.

Urzay se sirve de softwares utilizados en geografía y arqueología para la iniciación de sus imágenes, en un juego que no pretende continuar con el axioma científico de la no falsedad, sino que posibilita su tergiversación hasta llegar a una dualidad de la apariencia, hacia una apertura de significados que posibilita infinidad de lecturas. Lecturas que, aún teniendo como común denominador la pintura, inducen a una confusión de disciplinas, a una fuerte curiosidad del espectador por desvelar la materialidad de la obra.

Y esto sucede de forma muy especial con el modelo escultórico presentado, que pasa a las tres dimensiones imágenes pixeladas planas y que se convierte a su vez en la ruina real del proyecto, la protagonista citada en cada una de las obras de Phaistos, en sus curvas de nivel y en sus mapas, uno de ellos de cobre, dispuesto en el suelo, parece remandar a alguna de las esculturas minimalistas de André y sin embargo –en una muestra más de ese juego por promover contradicciones y duplicar significados– es contemporáneamente plancha de grabado y mapa –que no plano– de esta particular reinterpretación de la ruina, que presenta de una forma indisoluble naturaleza y construcción.

Madrid. Darío Urzay. Phaistos. Galería Pilar Serra.

Hasta el 22 de marzo de 2011.

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