Estas obras se expusieron una única vez tres años después de su creación, en Madrid en marzo y abril de 1936, y desde entonces han permanecido como uno de los secretos mejor guardados de la historia del arte. Ahora vuelven a Madrid cuando se cumplen 73 años de aquella exposición en los bajos de la Biblioteca Nacional, entonces sede del Museo Nacional de Arte Moderno. Los collages que Max Ernst (1891-1976) realizó durante un viaje de tres semanas en Italia, en el Palacio de Vigoleno, plasman toda la fantasía, las obsesiones y los “monstruos” del pensamiento surrealista.

Vigencia consolidada

Une semaine de bonté resulta de una vigencia absolutamente consolidada, lo que pone de manifiesto la clarividencia de Juan de la Encina al exponerla en 1936. Mediante la exposición, hoy completa, de los 184 collages originales se recupera para el público unas obras que raramente viajan por su extrema fragilidad, y que siguen manteniendo toda la intensidad y la fuerza del momento en que fueron creadas.

En la técnica del collage los surrealistas encuentran la técnica perfecta para su movimiento: libre asociación de imágenes, presencia de elementos oníricos y automatismo. Ernst trabajaba para que los puntos de unión, donde usaba el pegamento, fueran imperceptibles; trabajaba para que la ilusión óptica creada por el collage fuera completa, dando lugar a una nueva realidad.

Ernst es probablemente uno de los pocos artistas del que podemos decir que se reinventó a sí mismo a lo largo de toda su vida. Al igual que Picasso, formó parte de algunos de los grupos y movimientos de vanguardia más importantes del siglo XX. Pero lo que ha caracterizado en todo momento su trayectoria ha sido su capacidad para ir por delante siempre, a la cabeza de estos movimientos, convirtiéndose así en un referente e influencia no sólo para sus contemporáneos, sino para los artistas actuales.

Mirada propia

La capacidad de Ernst de crear un universo y una mirada propia, distinta y singular, lo convierte en uno de los artistas de referencia en el siglo XX, y también en uno de los más complejos y cambiantes a lo largo de toda su trayectoria: dadaísta, surrealista, políglota y ávido lector, desarrolló un universo particular y personal donde se pueden encontrar las influencias de la historia del siglo XX, pero también de quien se puede ver en la sombra, desde entonces hasta hoy en día, en muchas de las obras de artistas, escritores y poetas que se han visto fascinados por su deslumbrante y afilada inteligencia, por su sensibilidad y por su sentido del humor ácido e irónico que se cuestionó siempre y lo establecido.

Estos collages sólo han podido contemplarse previamente en el Museo Albertina en Viena, el museo Max Ernst en Brühl, y la Kunsthalle de Hamburgo, para llegar ahora a la Fundación Mapfre en Madrid. Tras la muestra madrileña, podrán visitarse en el Museé D’ Orsay en París este verano.

Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo de carácter científico, bilingüe en español/inglés, que reproduce la totalidad de las obras expuestas. El catálogo incluye una serie de textos que analizan el proceso creativo de Une semaine de bonté, y su influencia esencial en el arte posterior y en el lenguaje audiovisual.

 

El collage según Ernst

Max Ernst definía el collage como “la explotación sistemática de la coincidencia casual, o artificialmente provocada, de dos o más realidades de diferente naturaleza sobre un plano en apariencia inapropiado […] y el chispazo de la poesía, que salta al producirse el acercamiento de esas realidades”. 

 

Madrid. Max Ernst. Une semaine de bontélos collages originales-. Fundación Mapfre. Instituto de Cultura. Pº de Recoletos, nº 23.
Del 11 de febrero al 31 de mayo de 2009.
Comisario: Werner Spies.