La presencia de la naturaleza es una constante en la pintura de Muñoz (1929-1998), como demuestra la utilización de la madera, ese material que con el paso de los años se convirtió en una de sus señas de identidad.

Pero ahondando en esa impregnación natural de su obra abstracta, es fácil encontrar una acusada tendencia paisajística en gran parte de su pintura. El propio artista lo reconocía en el texto que acompaña al catálogo (un fragmento de una entrevista que le realizó Javier Tussell): «El paisaje, de forma implícita o explícita, siempre ha estado presente en mi pintura, pero en contadas ocasiones su presencia ha tenido los datos necesarios para hacer reconocible un lugar concreto». 

Aromas, recuerdos…

Esta exposición pretende ser un testimonio de esa presencia del paisaje y de los variados itinerarios por los que acaba llegando a la obra. Por una parte está el paisaje de la memoria, una evocación de los paisajes de su infancia, de la Alcarria, de Castilla, del río Guadiela… Son aromas, recuerdos, que, como dice el pintor, “me acercan a una determinada poética”, pero que nunca son reproducidos de una manera muy literal.

lucio_munozPor otra parte está el paisaje leído, la recreación que el pintor hace del imaginario que descubre en algunos de sus escritores favoritos (Kafka, Thomas Bernhard, Siegfried Lenz, etc.). Así encontramos en la exposición homenajes a personajes o escenarios de las novelas que más le impactan, como es el caso de Según Rothaimer (sobre la novela Corrección de Thomas Bernhard), El sitio de Lisboa (sobre la novela de título similar de José Saramago) o Para Satoko (personaje femenino de la tetralogía final de Yukio Mishima).

Paisaje vivido

Por último cabe hablar del paisaje vivido, el paisaje que ya como pintor Lucio Muñoz recorre y habita en distintos momentos de su vida. El caso que más huella deja en su pintura es el de la provincia de Almería, con el mar y todas las sierras en torno al pueblo de Mojácar, en el que el pintor pasa temporadas pintando y leyendo. Como dice el artista, es un paisaje de “carácter fantasmal y, a la vez que geológico, muy arqueológico, desértico y cargado de presencias enigmáticas”. Su presencia es evidente en cuadros como Isla Velta, Kaspard o Fin de Agosto.

Así, sea de manera más literal o de manera más filtrada por la subjetividad del pintor, el latido subyacente del paisaje y de la naturaleza siempre está en su obra, incluso en aquellas épocas en la que esta tendencia parece menos acusada. Lo que esta exposición recoge es la vertiente más paisajística, literaria y romántica de Muñoz, un extremo que el péndulo de su pintura tendía a visitar con la misma prontitud con que tendía a abandonar, para aterrizar, después, en terrenos más racionales, serenos y constructivos.

Madrid. Lucio Muñoz: literatura, memoria y paisaje. Galería Marlborough.

Del 10 de febrero al 12 de marzo de 2011.