Más de 150 obras procedentes de colecciones e instituciones públicas y privadas de todo mundo, reunidas en ambas sedes, para repasar toda la trayectoria de uno de los artistas más destacados del siglo XX; un creador singular, con un estilo personal e inconfundible, que ocupa un papel clave en la historia del arte.

El MoMA y el Guggenheim de Nueva York, la Kunsthaus de Zúrich, el Kunstmuseum de Berna, el Stedelijk Museum de Ámsterdam, el Tel Aviv Museum of Art, la Tate Modern de Londres… y así hasta un total de veinte museos de todo el mundo, junto a un gran número de colecciones particulares, han cedido para la ocasión piezas fundamentales de sus fondos.

Mención especial merecen el Centre Pompidou de París, desde donde han viajado nueve obras, y la propia familia del artista, que ha contribuido al proyecto con un importante préstamo. El resultado, una larga y completa selección de obras maestras realizada por el comisario de la muestra Jean-Louis Prat, presidente del Comité Chagall.

El poeta con alas de pintor

Marc Chagall desarrolló un estilo pictórico expresivo y colorista, muy vinculado a sus experiencias vitales y a las tradiciones religiosas y populares de la comunidad judía rusa. En él combinó ciertos elementos de la vanguardia cubista, del fauvismo y del orfismo de Robert Delaunay, para crear un estilo personal y difícil de clasificar. Nacido en la ciudad bielorrusa de Vitebsk, Chagall tuvo una larga vida casi centenaria, marcada por todos los grandes acontecimientos históricos de la primera mitad del siglo XX.

HABITACION

Trabajador incansable, la producción artística de Chagall es rica y abundante; estuvo siempre abierto a explorar nuevas técnicas –óleo, grabado, escultura, cerámica, vidriera, etc.– y acometer nuevos proyectos. Un capítulo importante de la exposición está dedicado, por ejemplo, a su importante faceta como ilustrador de libros. A lo largo de toda su vida Chagall estuvo acompañado por poetas y escritores, que fueron sus amigos y con los que mantuvo una relación de mutuo reconocimiento. Breton, Malraux, Cendrars, Apollinaire…muchos veían en él a un “pintor literario”; y Chagall amaba la literatura, sobre todo el mensaje de libertad que contienen las palabras a las que él supo enriquecer con sus composiciones llenas de fantasía y de color.

Chagall fue, efectivamente, un maestro del color; sus tonos vibran con distintas intensidades, logrando realzar el contenido de los cuadros: sus azules, verdes, rojos o amarillos dan vida a los personajes, reales o fantásticos, que pueblan su particular universo. Un mundo en el que todo es posible y que no deja de sorprendernos, basado en historias vividas o imaginadas: un violinista, un rabino, una pareja de enamorados, un saltimbanqui, un paisaje y toda una amplia gama de animales fabulosos, pueblan sus complejas composiciones. En su obra los colores se mezclan de forma impensable, al igual que lo hacen sus extraños personajes. Esta peculiar combinación hace de él un precursor del surrealismo, tal como manifestó el teórico de este movimiento, André Breton: «Con él la metáfora hizo su entrada triunfante en la pintura moderna».

Madrid. Chagall. Museo Thyssen-Bornemisza y Fundación Caja Madrid.

Del 14 de febrero al 20 de mayo de 2012.

Comisario: Jean-Louis Prat, presidente del Comité Chagall.

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