colecciones e instituciones internacionales, como el Centro Pompidou de París, el MoMA de Nueva York, el IVAM de Valencia, el MNAC de Barcelona y el propio Reina Sofía.

 La exposición, comisariada por Mercè Doñate, pretende mostrar el gran alcance obtenido por la producción de Julio González y destacar el papel que jugó el autor catalán en las vanguardias artísticas como pionero de la escultura en hierro y creador de un lenguaje absolutamente personal con el cual contribuyó a renovar la escultura del siglo XX.

Entre las piezas que se podrán ver en el Reina Sofía hasta el 1 de junio destacan, por su papel fundamental, las esculturas en hierro ya que a través de ellas se puede resumir a la perfección el alcance de la vida y obra de uno de los grandes nombres de la escultura moderna.

Gran proyección internacional

Organizada junto al Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), donde se ha podido visitar hasta el pasado 21 de enero, esta antológica mostrará en Madrid el alcance creativo de escultor barcelonés que, aunque desarrolló la mayor parte de su obra en Francia, nunca olvidó sus orígenes. Además, ayudará en gran medida a conceder a González el papel y reconocimiento que se merece en el contexto artístico universal, ya que se trata de un autor con gran proyección internacional, sin nada que envidiar a autores como Giacometti, Brancusi o Modigliani.

Los lienzos que demuestran su gran vocación por la pintura desde su juventud y su admiración por autores como Degas o Puvis de Chavannes se mostrarán a partir del próximo martes junto a sus trabajos de orfebrería y algunas de sus obras maestras más importantes. 

 

Padre del hierro

Julio González aprendió el oficio de orfebre de forma tradicional, trabajando en el taller de su padre y contemplando los dibujos de su tío, el gran dibujante Josep Lluís Pellicer. Pronto cambió su residencia de la ciudad condal, donde vivió la efervescencia modernista y fue testigo de la gran transformación de la ciudad a raíz de la Exposición de 1888, a París, donde coincidió y se hizo amigo de artistas de la vanguardia reinante de la talla de Constantin Brancusi, Alberto Magnelli, Edgar Varèse o, más cercanos a la cultura española, Joaquín Torres-García, Pablo Gargallo y Pablo Picasso.

Precisamente con Picasso estuvo enemistado durante más de diez años por un problema con unos dibujos de su hermano Joan, fallecido en 1908, y que habían quedado en manos de la familia del malagueño. Posteriormente, los dos genios volvieron a tratarse e, incluso, trabajaron juntos en varios proyectos, como la creación de una serie de obras de hierro, entre ellas, una escultura para un monumento en homenaje a Apollinaire.

A mediados de los años 20, cuando el artista ya tenía más de 50 años, inicia su trabajo con el metal y deja a un lado la pintura; además, en esta época comienza a ensayar con diferentes fórmulas para recortar y curvar el hierro, actividad que le llevó a la creación de un lenguaje único y personal, abstracto e innovador, fruto de su gran dominio de la técnica pero, también, de una libertad imaginativa y de una especial sensibilidad artística 

 

Madrid. Julio González. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Del 11 de marzo al 1 de junio.

Comisario: Mercè Doñate.