En tiempos del Grand Tour, todo creador que se preciara de serlo debía cumplir con el rito de viajar a Italia y vivir la transformación que sus paisajes, sus gentes y su forma de vida infería en quien lo visitaba. Escritores, intelectuales, bohemios y aristócratas realizaban un viaje que les llevaba desde Venecia hasta Sicilia –esta última sólo para los más atrevidos– y les hacía resurgir con una mirada diferente, despierta y más intensa.

El hito de la fotografía

El descubrimiento de la fotografía y su práctica alteró la concepción del país de peregrinaje y la belleza. Los artistas, dominados hasta este momento por su formación pictórica, abrazan un medio que les permite una objetividad documental desconocida hasta entonces. Aparece una fructífera tensión entre la manera de ver la realidad de unos y otros, y esto afecta a la percepción del denominado por muchos “paraíso terrenal”, pero también a la evolución que estos artistas sufrirán.

Ver Italia y Morir, título de esta exposición, deriva directamente de la famosa frase de Goethe “Vedi Napoli et poi mori” (Ver Nápoles y luego morir), se apropia de ese sentimiento y propone una simultánea contraposición y comunión de los frutos de estos descubrimientos, de la evolución del país y de sus gentes.

Realiza un viaje en el tiempo que parte de los años del invento del daguerrotipo hasta la consolidación del Risorgimento, donde el telón histórico de fondo influye de manera determinante en la evolución del arte del XIX en Italia y en todos los artistas que reverencian este país. En esta exposición se invoca aquella atmósfera para devolverla a la actualidad, recuperando su vigencia y haciendo memoria de fascinaciones precedentes para poder comprender las fascinaciones actuales.

Diálogo entre artes

A lo largo de la exposición podremos observar el diálogo que se entabla  entre pintura, fotografía y escultura y que debe asemejarse en gran medida al sostenido por los ávidos viajeros que llegaban a Italia.

La tensión entre la austeridad de los daguerrotipos y los calotipos y la riqueza de determinados lienzos como El Tepidarium "la sala donde las mujeres de Pompeya descansaban y se secaban al salir del baño", de Théodore Chassériau, o Les Pelerins a Rome, de Paul Delaroche, es palpable. Las fotografías del pueblo italiano de Carlo Baldassare Simelli o Edmond Lebel y los paisajes de Giacomo Caneva permiten apreciar la revolución que estaba sufriendo el arte y el país en ese momento.

Con más de 40  prestadores entre colecciones públicas y privadas, donde encontramos obras de la TATE, el Museo Hermitage de San Petersburgo, el Folkwang de Essen, el Stadtmuseum de Múnich, el Louvre, y como no, con gran parte de fondos del Musée d’Orsay, los comisarios, Guy Cogeval, presidente del d’Orsay, Ulrich Pohlmann, director de la colección de fotografía del München Stadtmuseum, Françoise Heilbrun, conservadora jefa de fotografía y Joëlle Bolloch, responsable de documentación, ambas también del Musée d’Orsay, han logrado dibujar una semblanza del viaje que imponía y permitía Italia entonces, de la percepción que tenían del país en el mundo en ese momento y recuperar la memoria de los  viajes iniciáticos esenciales.

Madrid. Ver Italia y morir. Fotografía y pintura en la Italia del siglo XIX. Fundación Mapfre.

Hasta el 20 de diciembre de 2009.