De entrada le llamaron «hijo de perra». Así lo dijo Sean Penn al anunciar la concesión del mayor premio para Birdman, la película de Iñárritu, que atesoró, además, el Oscar al mejor director, al mejor guion original y a la mejor fotografía.

“¿Quién le dio a este hijo de perra su tarjeta verde?”, preguntó textualmente Penn, mientras El Negro sonreía desde el patio de butacas. (Ambos aclararían más tarde que la amistad que nació durante el rodaje de 21 gramos, «discurre entre bromas y brutalidades verbales, pero con el cariño y el respeto como bases fundamentales»).

Sin pelos en la lengua

Ya en el estrado, el director premiado aprovechó para hablar de su país y de sus paisanos. A los que viven en México para «que de una vez tengan el gobierno que se merecen» y a los que lo hacen en EE.UU. «para que sean tratados, en una nación de inmigrantes, con el respeto que se han ganado».

Más tarde, atendiendo a los informadores en la sala de prensa, González Iñárritu volvió a demostrar su carácter al dirigirse a los presentes en español, «pues amigos», dijo, «hoy todos somos México y como tales nos sentimos aquí».

Traca final

Pero como en uno más de sus trabajados guiones, dejó El Negro lo mejor para el final cuando hizo una crítica sin medias tintas al sistema que siguen festivales y premios: «La sociedad está obsesionada con la competición y eso parece despreciable. Realmente odio esa vertiente del ser humano. Preferiría que, en lugar de haber un ganador, los Oscar se limitaran a mostrar los mejores trabajos del año. Aspiro a que algún día eso sea así», afirmó.

Y en la traca final Alejandro González Iñárritu, habló de los temores que atenazan al ser humano y largó una contundente metáfora: «El miedo es el condón de la vida pues no te permite hacer lo que quieres. En Birdman lo hice todo sin condón y la experiencia fue real, gratificante y parece que reconocida», sentenció.