Los grabados y cerámicas que forman la exposición son una buena muestra de dos de las señas de identidad de Picasso: el desarrollo de un lenguaje artístico completamente personal y el peso de la cultura mediterránea en su obra.

El atractivo montaje expositivo traslada al visitante a orillas del Mediterráneo, evocando las playas y rincones junto al mar a través de la alternancia a rayas de los colores azul turquesa y blanco. La muestra se divide en cuatro secciones que, en conjunto, aportan una visión precisa del hecho mediterráneo en la obra del genio.

La primera, más numerosa y, sin duda más interesante, de estas secciones es Tauromaquia: Un ritual mediterráneo. A través de las 44 obras que la integran se puede analizar no sólo la importancia de los toros como motivo de creación que fascinó a Picasso durante toda su trayectoria, sino también su propia evolución artística.

En este sentido destaca la serie de litografías El Toro, realizadas entre diciembre de 1945 y enero de 1946, en las que Picasso, partiendo de la representación realista y tradicional del animal, pasa del realismo al cubismo y de este a un estilo cercano al surrealismo.

La siguiente sección, El Esplendor de los cuerpos, muestra la influencia de la iconografía griega y romana en la representación de Picasso del desnudo, a través de obras llenas de libertad y sensualidad. El tercer apartado es Celebración Mitológica, que muestra la inspiración de Picasso en la mitología clásica grecorromana y su personal reinterpretación de figuras como el fauno o el minotauro.

Para finalizar, la influencia de las culturas clásicas (Oriente Próximo, Grecia y Roma y el mundo árabe) en las creaciones de Picasso queda de manifiesto en la cuarta sección de la exposición, Expresiones del Mundo Antiguo.