El documental "Pepín Bello. Preferiría no hacerlo", producido
por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) con la producción
ejecutiva de Storm Comunicación y la colaboración de la Residencia de
Estudiantes, recorre la trayectoria vital de uno de los protagonistas
indiscutibles del siglo pasado a través de su propio testimonio y de los
recuerdos de sus familiares -Severino Bello, Paloma Nogales Bello, Rafael
Bello, Ana Rosa Bello, Rosa María Ruiz Tarazona “Tota”- sus amigos -José
García-Velasco, Domingo Loriente, María Asquerino, Antonio Garrigues Walker,
José Beulas, Luis Artero, J. Ramón Benet, Marisol Benet, Elvira González,
Alicia Gómez-Navarro y Ricardo Lapetra-, y algunos conocedores y expertos de la
figura de Pepin -Ian Gibson, Andrés Soria y Enrique Vila-Matas-, que desgranan
las historias cotidianas del homenajeado, sus bromas y sus primeros y últimos
recuerdos.

Javier Rioyo es el director y guionista de este filme que ha
contado con diversas fuentes fotográficas y audiovisuales así como con
pinturas, libros, objetos personales y fotografías de Bello que muestran su
estrecha relación con los personajes más interesantes de la vida cultural
española de los últimos cien años.

La influencia de la I.L.E.

Hijo de un padre liberal, de un ingeniero que creía en el
regeneracionismo y que quería que sus hijos se educaran en el espíritu de la
Institución Libre de Enseñanza, José Bello –Pepín para casi todos, casi
siempre- estuvo en la Residencia de Estudiantes desde su creación a donde llegó
todavía con pantalones cortos.

Poco a poco se fueron sumando los que serían sus mejores amigos: Luis Buñuel, Federico
García Lorca y Salvador Dalí. Estudiante sin demasiada aplicación, dotado de
una simpatía personal, de una entrega a la amistad y de una mirada moderna y
sin afectaciones, Pepín pronto se convirtió en el amigo esencial, en el
confidente y propiciador de la unión de tres genialidades tan diferentes.

Bello está en las ocurrencias primeras de algunos de los
principales hallazgos de Un perro andaluz; inspira aquellos juegos poéticos
llamados anaglifos; propicia la resistencia creativa y vanguardista contra lo
“putrefacto”; es miembro activo de la llamada “Orden de Toledo” y compañero
destacado e imprescindible en las salidas diurnas y nocturnas por una ciudad
que desea hacerse moderna. Amigo de todos los que tuvieran algo que contar,
escribir, musicar o teatralizar en la llamada Generación del 27, fue siempre
recordado y querido por todos.

Exilio interior

Bello no prescindió tampoco de la amistad de otras personalidades
que estaban cercanas a un mundo que ya sólo pertenece a la historia de unos
años irrepetibles. En su estancia sevillana, en los años de la preparación de
la Exposición Universal del 29, acrecentó su amistad con toreros –Sánchez
Mejías, Belmonte, El Gallo- o con las más destacadas figuras del baile y el
cante flamenco de esa época como Manuel Torres.

La llegada de la Guerra Civil, la trágica historia de la
muerte de su hermano, o el asesinato de García Lorca, además de posiciones
políticas que no compartía o exilios de los que no participó hicieron que el
grupo se disgregase. Si bien Bello siempre permanece en España, en los primeros
años de posguerra se le puede considerar un español del exilio interior, más
por voluntad propia que por ideología.

Fallidos negocios

Después de algún negocio familiar de escasa productividad
-por ejemplo, la explotación del llamado “mouton dorée”-, reanuda sus amistades
con algunos de los amigos que siguen en España como Santiago Ontañón, Dámaso
Alonso o Vicente Aleixandre. También fue un activo tertuliano entre liberales
como Chueca Goitia, Pilar López o los hermanos Garrigues. Precisamente con los
Garrigues propulsó otro de sus fallidos negocios, el primer cine para coches de
España, cerrado después de dos sesiones. Juan Benet y otros jóvenes
intelectuales de los años cincuenta también frecuentaron su  amistad, su humor y su excelente
memoria.

Cuando sus amigos del exilio pudieron ir regresando, de
manera circunstancial como Luis Buñuel, o de forma definitiva como José
Bergamín o, mucho más tarde, Rafael Alberti, recuperaron la amistad y la
cercanía con Pepín Bello. Cien años después de su nacimiento Bello se convirtió
en el último testigo directo de una generación irrepetible. Memoria viva y
lúcida de un grupo que transformó y universalizó nuestra cultura.

 

Produce: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales.

Producción ejecutiva: Storm Comunicación.

Colabora: Residencia de Estudiantes.

Guión y dirección: Javier Rioyo.

Producción: Silvia Martínez.

Montaje: Ascen Marchena.

Narración: Luis del Val y Primitivo Álvarez.

Duración: 57 minutos.