Operación secretaria (Mariano Ozores, 1966)

López Vázquez y Gracita Morales se convertirían en la pareja cómica por excelencia del cine español de los años 60. Mariano Ozores fue el director que mejor supo explotar la química del dúo, llegando a dirigirles en 14 ocasiones, en comedias costumbristas donde Gracita encarnaría a sus arquetípicas chachas, como Chica para todo (1963) o ¡Cómo está el servicio! (1968), y en las parodias que se convertirían en la especialidad del realizador. Operación secretaria es probablemente la más interesante de sus colaboraciones. El guion de Ozores rendía homenaje a las «comedias con muerto» de Alfonso Paso, con quien ya había colaborado en su debut en el cine, Las dos y media y… veneno (1959). López Vázquez interpretaría a un lascivo oficinista que planea disfrutar de un fin de semana con su esquiva secretaria, pero acaba viéndose involucrado en el asesinato de una mujer. Ozores quedaría tan contento con el guion que haría un remake, Fin de semana al desnudo (1974), protagonizado por Lina Morgan y Alfredo Landa. Operación secretaria daría origen a una serie de parodias del cine de espías, con el mismo equipo creativo: Operación cabaretera (1967), Operación Mata Hari (1968) y Objetivo: BI-KI-NI (1969). El intérprete defendería estas películas, denostadas por la crítica: «Hay mucho estudioso sesudo que desprecia determinado tipo de cine, o determinado género de comedia, pero a mí me parece un error. A veces a través del humor, especialmente cuando es inteligente –Berlanga, Azcona, etc.- se pueden decir las cosas y abordar la crítica de una manera especialmente eficaz. Y cuando la forma no es tan brillante pues, al menos, se hace reír a la gente y yo creo que la risa y el sentido del humor son importantísimos».

Peppermint frappé (Carlos Saura, 1967)

En 1967 la carrera del actor daría un salto cualitativo a raíz de su colaboración con el realizador Carlos Saura, con el que trabajaría en tres filmes producidos por Elías Querejeta y con guion de Rafael Azcona. El director, punta de flecha de lo que se dio en llamar «Nuevo Cine Español», brindaría a López Vázquez la oportunidad de protagonizar su cuarta película, Peppermint frappé. Al principio el actor se mostró inseguro por el cambio de registro: «Yo había visto La Caza (1966) y Saura me interesaba mucho como director, pero cuando leí el guion me sorprendió y me produjo una gran inquietud al contemplar el calado dramático del personaje». El actor interpretaría a un mustio cardiólogo conquense, obsesionado por la prometida de su amigo, hasta el punto de transformar a una tímida enfermera en una réplica de aquella. El filme, una especie de remake de la obra maestra de Alfred Hitchcock De entre los muertos (Vertigo, 1958), cuenta con el protagonismo de una desdoblada Geraldine Chaplin y continuas referencias a los tambores de Calanda, una de las obsesiones de Luis Buñuel, a quien Saura dedicaría el largometraje. El estreno de Peppermint frappé en Cannes coincidió con las protestas de mayo del 68 de los estudiantes en París, y el filme no se llegó a exhibir, porque Godard, Truffaut, Geraldine Chaplin y el propio Saura se colgaron del telón para impedir la proyección. Ese año el festival de cine fue cancelado. Peppermint frappé no fue proyectada en Cannes hasta 2008.

Un millón en la basura (José María Forqué, 1967)

Esta entrañable fábula navideña con guiños a Frank Capra ofrecería a López Vázquez la oportunidad de bordar otra excelente interpretación dramática, en el rol de un funcionario municipal que encuentra un millón de pesetas en un cubo de basura. El actor estaría magníficamente secundado por Julia Gutiérrez Caba, en el papel de su esposa. El melodrama, uno de los filmes menos conocidos de López Vázquez, acaba derivando en una oda católica al conformismo, pero resulta interesante por la interpretación de la pareja protagonista y la dirección de Forqué.

El turismo es un gran invento (Pedro Lazaga, 1968)

Única colaboración entre López Vázquez y otro monstruo de la comedia patria como fue Paco Martínez Soria, El turismo es un gran invento reflejaba el auge del sector turístico a finales de los años 60. En el filme, el alcalde de un pueblo aragonés en vías de extinción viaja, junto a su secretario, a la Costa del Sol para tratar de replicar los reclamos turísticos de las ciudades costeras. El papel de López Vázquez en este largometraje y otros por el estilo, como Amor a la española (1967) o 40 grados a la sombra (1967), cimentaría su imagen de sátiro ibérico persiguiendo extranjeras al grito de «¡sueca biu-ti-ful!». El filme destaca por la excelente banda sonora de Antón García Abril, que, junto a la de Sor Citroen (1967), conforma el alfa y el omega del sonido «dabadaba» del compositor. Como ocurre con El pisito, ver El turismo es un gran invento supone un ejercicio de humildad, al comprobar que su argumento sigue estando de actualidad: los de secano seguimos invadiendo las costas en temporada alta y la administración pública sigue ignorando las necesidades de la España vaciada. Lo cierto es que no hemos cambiado tanto como quisiéramos.

¡Vivan los novios! (Luis García Berlanga, 1970)

Si López Vázquez fue uno de los actores más requeridos por el cine que promocionaba el boom turístico, era lógico que Berlanga le ofreciera el papel protagonista de ¡Vivan los novios!, la infravalorada crítica del director valenciano a estas comedias oportunistas. El actor interpretaría a Leonardo Pozas, un enmadrado burgalés que, al viajar a Sitges para casarse, se deja seducir por aquella Babilonia de alemanas en bikini, y acaba celebrando una boda y un funeral. El esperpéntico guion pretendía, en palabras de Berlanga, «mostrar ese desfase que había, y que probablemente seguirá existiendo, entre una España que seguía siendo medieval, representada por el correspondiente señor de Burgos, y la Europa moderna, representada por los turistas, por las chicas extranjeras. Había una crítica a la trampa franquista de hacernos creer que el país se modernizaba».

Crimen imperfecto (Fernando Fernán Gómez, 1970)

Torcuato y Salomón, detectives especialistas en prematrimoniales, son los protagonistas de esta rara avis patria que supondría el primer intento de adaptar en imagen real los populares tebeos de Mortadelo y Filemón. La deuda de los cómics de Francisco Ibáñez es evidente desde los títulos de crédito, repletos de viñetas y bocadillos, hasta la afición de disfrazarse del personaje de Salomón, interpretado por Fernán Gómez. El filme fue un fracaso de público y crítica, pero hoy se puede disfrutar como un delirio pop, donde destacan las escenas de los protagonistas disfrazados de hippies o ese plano homenaje a El graduado (The Graduate, 1967), donde López Vázquez contempla extasiado la pierna de Fernán Gómez, mientras este se ajusta una media. Además, cuenta con otra gran banda sonora de Antón García Abril.

El bosque del lobo (Pedro Olea, 1970)

1970 fue el año en que López Vázquez estuvo más vinculado con el cine fantástico, pues protagonizaría La otra residencia e interpretaría a un profesor chiflado en la delirante El astronauta (1970). Además, en El bosque del lobo, de Pedro Olea, entregaría una de las interpretaciones más trágicas de su carrera, en la piel de Benito Freire, un buhonero que se cree enfermo de licantropía. El largometraje adaptaba la novela El bosque de Ancines, de Carlos Martínez Barbeito, inspirada a su vez en los asesinatos de Manuel Blanco Romasanta, conocido como el hombre lobo de Allariz. El bosque del lobo es una pequeña joya del cine fantástico patrio que saca un excelente partido a las leyendas de lobishomes del folclore gallego. La actuación de López Vázquez es sobrecogedora y le supuso su primer premio Hugo del Festival de Chicago. El actor volvería a colaborar con Olea en No es bueno que el hombre esté solo (1973), Akelarre (1984) y El maestro de esgrima (1992). El realizador no tendría más que buenas palabras para López Vázquez: «Fue un auténtico camaleón, un actor capaz de pasar de la comedia más ligera al drama más profundo, hasta el punto que podríamos decir que fue el Jack Lemmon español. Era muy riguroso, metódico y currante y, para componer un personaje, se encerraba en su casa en silencio y leía una y otra vez los guiones, tomando muchas notas».

El jardín de las delicias (Carlos Saura, 1970)

De las tres colaboraciones de López Vázquez con Saura, El jardín de las delicias es probablemente la menos inspirada, pese a una magnífica escena de apertura, donde una familia arma una representación para un hombre en estado catatónico, al que acaban encerrando en un cuarto oscuro con un cerdo. En este surrealista arranque se nota la mano de Azcona en el guion, que partía de una prometedora idea de Saura: un magnate de la construcción tiene un accidente por el que acaba paralítico y amnésico, obligando a su familia a reconstruir la vida del hombre, para que recuerde la clave de la caja fuerte y los números de su cuenta en Suiza. Lamentablemente, el filme acaba cediendo a un ritmo plúmbeo, al que no favorecen las continuas escenas de ensoñaciones surrealistas. Al filme le falta sutileza excepto en un aspecto, la prodigiosa interpretación de López Vázquez, quien demuestra su estatura actoral y capacidad para la contención, al transmitir los sentimientos de un hombre en estado catatónico. Como reconocería él mismo al plantearse el reto: «Era un personaje totalmente estático, limitado en su capacidad expresiva de manera total pero, al mismo tiempo, con mucho que expresar». Realmente es un deleite ver cómo el intérprete logra transmitir, tan solo con sus ojos, esa tristeza infinita e incomprensión que acaba inundando a todos los personajes y sirve a Saura para ridiculizar las convenciones de la burguesía.

Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1972)

Si encarnar a un paralítico en El jardín de las delicias fue complicado para López Vázquez, no digamos su interpretación de una mujer en Mi querida señorita, una de las cumbres de su carrera. Tanto que, quince días antes de que comenzase el rodaje, quiso abandonar la producción. Aunque finalmente el actor hizo la película por la que se mediría el resto de su carrera, abordó el proyecto con su característica inseguridad. Por ejemplo, exigió tener una doble de cuerpo para una escena en que salía corriendo en la playa. Jaime de Armiñán accedió a rodarle primero a él y luego a la doble. Cuando le enseñaron a José Luis las dos escenas y le preguntaron cuál era la mujer, él no lo dudó: «Pero vamos, por Dios, se ve a la legua, esta es la doble y este soy yo… Entonces me miraron sonriendo y dijeron: “Pues es exactamente al revés”». Concha Velasco, quien dijo de él que «era sin duda el actor más grande de nuestro cine y del teatro», aseguró que Dustin Hoffman se inspiró en el rol de López Vázquez para encarnar a una mujer en Tootsie (1982). La afirmación, que puede parecer exagerada, no carece de fundamento, ya que Mi querida señorita fue candidata a los Óscar en la categoría de mejor película extranjera (galardón que finalmente lograría El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie, 1972), de Buñuel) y López Vázquez fue premiado, por segundo año consecutivo, con el premio Hugo del Festival de Chicago. Mi querida señorita narra la historia de una señora de provincias que se afeita cada mañana y se siente extrañamente atraída por su sirvienta. Al acudir al médico, descubre que en realidad es un hombre. Este tema, tan inusual en nuestro cine, solo fue posible en una época en que la censura franquista empezaba a suavizarse. Además de presentar a un personaje transexual de forma humana y respetuosa, el largometraje es una de las historias de amor más conmovedoras de nuestra filmografía, un canto a la libertad y uno de los pocos retratos del alma femenina presentes en el cine español previo a la transición. López Vázquez, habitualmente criticado por sus excesos manieristas, demostraría una vez más su capacidad para la contención y su grandeza como intérprete dramático.

NOTA: Las citas de López Vázquez han sido extraídas del libro de Luis Lorente José Luis López Vázquez, biografía autorizada.


No se pierda mañana la tercera y última parte de nuestro homenaje a López Vázquez en el centenario de su nacimiento.