Ya recuperada de la adicción a las drogas que provocó su reciente divorcio, Jess, una joven enfermera, acaba de obtener la custodia de sus hijo Owen, un chaval de diez años, y Tyler, una muchacha que ronda los quince, con los que se traslada a la apartada granja que en su día perteneció a su tía. Lo hace con la ilusión de quien emprende una nueva vida en una agradable casa restaurada. Pero las cosas comienzan a torcerse cuando el perro de la familia, asustado por algo, huye hacia el bosque.

Tras la desaparición, el pequeño queda desolado y seguirá así cuando al cabo de unos días el perro regresa pero ya no es la dócil mascota que se fue. Ahora es un animal agresivo que muerde con saña a Owen cuando éste intenta acariciarle. Jess se ve obligado a matarle y el pequeño trasladado a un hospital en donde los médicos, ante la gravedad de las heridas, deciden mantenerlo en un estado de coma inducido.

Cuando con el tiempo las heridas se cierran y Owen despierta se niega a comer y su estado general no mejora. Con el paso de los días, Jess observa que el niño ha desarrollado una inexplicable sed de sangre. Si la consume desaparecen los males que vuelven a presentarse cuando pasan unas horas sin beberla. Desbordada por la situación, la madre asume que alimentar esa extraña sed es la única cura para la dolencia de un hijo por el que está dispuesto a cualquier cosa. Y decide desafiar las barreras que se presenten.

Blood aporta una novedosa e interesante perspectiva que profundiza en los recovecos del alma humana. Brad Anderson se sirve de un trabajado guion de Will Honley para, alejándose de los tópicos del cine de vampiros, humanizar una situación límite y escarbar en los misterios del miedo, la entrega y, en definitiva, el amor.

Blood

Dirección: Brad Anderson

Guion: Will Honley

Intérpretes: Michelle Monaghan, Skeet Ulrich, Finlay Wojtak-Hissong, June B. Wilde

Fotografía: Björn Charpentier

Música: Matthew Rogers

Estados Unidos / 2022 / 108 minutos

Distribuidora: A Contracorriente Films