Ganadora del Gran Premio del Jurado en Venecia y nominada, entre otros reconocimientos, a los Globos de Oro, los premios Gotham y EFA del cine europeo y ser finalista de los Óscar como mejor filme internacional, Vermiglio compone un sutil entramado sobre los sobrecogedores paisajes en los que transcurre la historia.
La Segunda Guerra Mundial también está llegando a Vermiglio, un solitario lugar enclavado en la región alpina de Trentino. La inesperada llegada al pueblo de un soldado desertor va a suponer un antes y un después en la vida de sus habitantes.
Esos cambios, en parte voluntarios o no tanto, incidirán muy especialmente en la familia del maestro, un hombre pausado pero anclado en rígidas formas de enfrentarse a la existencia, que verá cómo el destino de cada uno de sus miembros –sobre todo en las tres mujeres de la casa– tomará rumbos inesperados.
No oculta Maura Delpero la inspiración autobiográfica que encierra su poética entrega: «Mi padre nos dejó una calurosa tarde de verano. Antes de cerrar los ojos, nos miró como si fuera un niño sorprendido. Ya había escuchado yo que cuando eres viejo vuelves a ser un niño, pero no sabía que esas dos edades pudieran fusionarse en un solo rostro. Más tarde, se me apareció en sueños. Había regresado a Vermiglio, su casa de infancia. Tenía seis años y las piernas de un Capricornio. Me sonreía sin dientes, llevaba esta película bajo el brazo: la vida de su gran familia a través de las cuatro estaciones. Una historia de niños y adultos, de muertes y nacimientos, decepciones y renacimientos, de cómo se mantienen firmes ante los cambios que les ofrece la vida, de su camino desde la colectividad hasta convertirse en individuos».
Sirviéndose de una poética puesta en escena que, como ella misma apunta, varía en función de las cuatro estaciones del año, con la guerra fuera de marco pero siempre presente a través de las historias de sus complejos personajes –encarnados en su mayoría por habitantes de la zona; actores no profesionales–, en su segunda incursión en el largometraje de ficción –tras la notable acogida a Hogar (2019), su ópera prima–, la directora y guionista vuelve a algunos de los temas que gravitan sobre su cine, ya sea el amor incondicional y arriesgado, ya la maternidad como impulso y deseo irrefrenable, la hondura de la renuncia y el duelo, la necesidad de la mujer de liberarse de ancestrales ataduras o el poder de la cultura para afrontar tiempos difíciles.
«La nuestra es una historia de las altas tierras cubiertas de nieve. Del olor a madera y leche caliente en las mañanas heladas. Con la guerra a lo lejos, pero siempre presente, protagonizada por aquellos que quedan fuera de ella: mujeres en las casas, neonatos fallecidos por el frío, el temor a la viudedad, padres que esperan un regreso de sus hijos que nunca llega, maestros y sacerdotes haciendo de padres y madres. Una historia de guerra sin bombas ni grandes batallas. Es la lógica férrea de la montaña que recuerda al hombre cada día cuán pequeño es. Vermiglio es un paisaje del alma que vive dentro de mí, en el umbral del inconsciente, un acto de amor por mi padre, su familia y su pequeño pueblo. Al atravesar un período personal, quiero rendir homenaje a una memoria colectiva».
Entre nieves y soles, Vermiglio entra con suavidad en el espectador. Lo hace para dejar la honda huella del cine de altura.

Vermiglio
Dirección y guion: Maura Delpero
Intérpretes: Tommaso Ragno, Giuseppe De Domenico, Roberta Rovelli, Martina Scrinzi, Orietta Notari y Carlotta Gamba
Fotografía: Mikhail Krichman
Música: Matteo Franceschini
Italia, Francia, Bélgica / 2024 / 119 minutos
Karma Films















