Dentro del amplio bufé que es el amor, una cita rápida es como un desayuno en el Burger King: apresurado, sin personalidad y con la decepcionante sensación de que falta algo.

Solo un poco por encima de estas citas rápidas, retratadas con cierta gracia en la película 7 minutos, están los encuentros a ciegas. Tradicionalmente, éstas venían avaladas por un amigo que se decidía a encontrar al amor de tu vida entre las amistades menos solicitadas de su novia. La incertidumbre se mezclaba con los nervios y, llegado el caso, hasta el bochorno.

Entonces llegó Internet y facilitó las cosas. Pensando en el número de individuos solitarios que pueblan el globo, pronto empezaron a aflorar multitud de webs que se anunciaban como el remedio definitivo al fracaso amoroso. De la mano de la sociedad, estas páginas sufrieron su consiguiente evolución. Así, en la actualidad uno puede darse de alta en una u otra web según el tipo de relación que busque: para una noche, para una cena de empresa o para una boda con orquesta.

Y es en este punto cuando aparece Dates. La serie británica nos introduce como espectadores de las citas entre 10 usuarios de una web de parejas (y algún personaje circunstancial). Durante los veinte minutos que dura cada capítulo (nueve en su primera y, hasta el momento, única temporada), vemos cómo la cita nace, evoluciona y muere, a veces para siempre y en ocasiones para crecer por otros caminos.

Conocerse a uno mismo

A muchos les sonará este argumento, y están en lo cierto, ya que allá por 2008 nuestras pantallas domésticas se llenaban con Impares, una sátira en clave de comedia de estos encuentros donde el romance es lo último que aparece. Sin embargo, lo único que Dates tiene en común con Impares es el punto de partida.

Y es que, aunque las citas a ciegas están cargadas de una fuerte comicidad por su simple razón de ser, el enfoque que Bryan Elsley (creador de la serie) tenía en mente era más serio: un encuentro planteado no ya como un medio para conocer al otro, sino para conocerse a uno mismo.

Elsley se ganó un merecido reconocimiento al ser uno de los creadores de Skins, serie que reflejaba la complicada vida de unos adolescentes y que se alejaba del manido arquetipo de serie juvenil. Skins brillaba por la seriedad y el cómico surrealismo que destilaban sus personajes, llenos de matices, demasiado maduros en ocasiones para su edad.

Experiencia catártica

Una vez concluidas las diversas sagas de Skins, Elsley presenta Dates, y uno no puede evitar considerarla una especie de continuación alternativa de la serie de adolescentes. De algún modo, los personajes que acuden a estas citas son una versión madura y más fracasada (por el peso que el tiempo ha infligido en ellos) de aquellos jóvenes, más sabios en algunas ocasiones, más recelosos en otras.

Quienes disfrutaran del anterior trabajo de Elsley se sentirán satisfechos al apreciar ese tratamiento tan personal que hace de las historias. Agrupados de dos en dos (o de tres, llegado el caso), los personajes viven una experiencia catártica que los lleva más lejos de lo que imaginaban.

El drama es el hilo conductor, pero se aleja decididamente de la tragedia. Para ello, cada episodio está salpimentado con toques de humor, ese humor que parece coger completamente desprevenidos a los personajes, y de tanto en tanto hace su aparición el surrealismo, un surrealismo que no es sino la exageración de ciertos hechos rutinarios.

Abanico de intérpretes

En una serie compuesta de pequeñas historias, el reparto es un abanico variado, como los múltiples platos de un bufé libre. Los intérpretes están perfectamente escogidos y sus interpretaciones saben ir más allá de las páginas y páginas de diálogos que llenan los guiones, con apenas alguna acción en más de un episodio.

Por encima de todos destaca Oona Chaplin. Esta madrileña internacional, a quien hasta hace poco vimos en Juego de tronos, es un torbellino de sensualidad, miradas enigmáticas y la fuerza que solo poseen los más vulnerables. Su personaje aparece en más ocasiones que el resto, vertebrando un triángulo amoroso completado por Ben Chaplin y Will Mellor. De hecho, tras completar la primera temporada, queda la sensación de que Elsley quería contarnos el nacimiento y evolución de este triángulo y completarlo con algunas historias satélite.

También se dejan ver por ahí Neil Maskell y Andrew Scott (el carismático Moriarty de Sherlock), entre un nutrido grupo de intérpretes donde brilla un joven descubrimiento: Montanna Thompson. Ésta insufla el desparpajo y la inocente ordinariez de una chica de barrio.

Por su corta duración, sus diálogos fluidos y sus carismáticos personajes, Dates constituye una buena elección para estas frías noches otoñales. Una serie que se visiona rápido, a la vertiginosa velocidad de las relaciones contemporáneas. Un muestrario de las máscaras tras las que nos ocultamos cuando agradar a primer golpe de vista es fundamental. Algo que, a fin de cuentas, se queda en nada ante la complejidad de las relaciones humanas.

Y es que ya lo decía la canción: «Qué poco da de sí la primera impresión».