El disco «Async» (2017) comenzaba con un piano suave, clásico; al poco tiempo se le iba sumando una órgano brumoso, ruidos disonantes y grabaciones de campo irreconocibles. Son dos perspectivas musicales que chocan pero conviven, dos personalidades, la clásica y la experimental, que habitan en uno de los músicos más importantes de Japón.

Ryuichi Sakamoto lleva 40 años jugando con la música, desde el techno pop de Yellow Magic Orchestra, pasando por sus bandas sonoras para Hollywood o los dúos con vanguardistas electrónicos como Fennesz o Alva Noto. En 2014 le diagnosticaron un cáncer de garganta que le enfrentó directamente a la idea de la muerte. A pesar de conseguir salir de la enfermedad, Sakamoto pensó que «Async» podría ser su último disco, lo que le llevó a realizar un álbum muy ambicioso en el que cupiera toda su trayectoria. Se concibió como una banda sonora a una película imaginaria de Tarkovsky; entre mezcló composiciones con números primos o inspirándose en la física cuántica, buscando asincronía que siguiera sintiéndose musical, ruidos de la calle de Nueva York, París o Tokio, pianos desafinados por culpa de un tsunami, poesía sobre la eternidad.

Define la década porque «Async» es una reflexión sobre nuestra existencia contemporánea, sobre la fina línea que separa lo real de lo artificial, el ruido de la música. Es la obra de un maestro que a la edad de jubilación sigue replanteándose los esquemas de composición y de producción. Un álbum que trata de desordenar las normas de la melodía y, a la vez, ordenar el caos.

a foto, el sabor analógico.