A finales de 2011, Music Trades, revista fundada en 1890, escribía que la música electrónica de baile era el género de más rápido crecimiento en el mundo. El EDM, que había estado con nosotros décadas, asaltaba de repente las listas de forma masiva. El pop electrónico de David Guetta y Lady Gaga conquistó el mainstream, por lo que el oído de la masa se acostumbró al sonido sintético y allanó el camino para que una nueva generación de DJs y productores coparan las radios y fiestas populares. Las discográficas y promotores se dieron cuenta de lo rentable que era el DJ como rockstar y apostaron por una generación en la que estaban Skrillex, Calvin Harris, Deadmau5 o Tim Berg, más conocido como Avicii.

La juventud de entonces, que estaba en plena crisis económica, encontró en estos sintetizadores gigantes y ritmos arrolladores una válvula de escape para su incierto porvenir, un carpe diem optimista que refleja a la perfección «Levels» (2011) de Avicii. Con un sampler de «Something’s Got A Hold On Me» (1962) de Etta James en el que canta «A veces tengo un buen presentimiento». El tema rompepistas del productor sueco insufla serotonina y dopamina, ganas de bailar y olvidar la rutina. 

Define la década porque «Levels» es un himno millennial. La industria renovó la imagen de marca de la cultura rave y la juventud cayó rendida a festivales como el Tomorrowland y sus aftermovies. Confeti, gafas de sol, camiseta sin mangas, luces estroboscópicas. Disfrute desenfrenado que sin embargo en Avicii provocó estrés y problemas de salud mental que le retiraron de los escenarios en 2016. Dos años más tarde, con 28 años, se quitó la vida en Omán, encontrando la paz que, según su familia, buscaba desde hace años.