Cuando Bob Dylan cambió su guitarra folk por el acompañamiento de una banda de rock en el Festival de Newport de 1965, la música popular tuvo uno de sus grandes shocks emocionales. Electrificar la canción de autor no fue del todo bien recibido por los asistentes al concierto, que vieron como la música de Zimmerman parecía venderse al capital. El tiempo nos dio a entender que ese movimiento no sólo no diluyó la música de Dylan en el mainstream, sino que supuso uno de los hitos más importantes del pop. 

Damon McMahon, también conocido como Amon Dunes, contó para su cuarto álbum, «Love» (2014) con Dave Bryant y Efrim Menuck de Godspeed You! Black Emperor, Elias Bender Ronnenfelt de Iceage y con Colin Stetson. La conjunción de nuevas instrumentaciones y colaboraciones dio por supuesto un sonido más expansivo, pero también más original y cohesivo. El neoyorkino se apoyó en ambientes pseudo-psicodélicos como el de «Lonely Richard», folk envolvente e irrealista, que se aleja del tópico del cantautor desnudo y personal que, paradójicamente, suena como tantos otros. 

Define la década porque Amon Dunes ha sido uno de los actos más interesantes del folk-rock de los 2010s.  Después de casi 50 años, el género que inauguró icónicamente el genio de Minnesota, sigue dando alegrías por gente como McMahon y sus compinches, que respetaron su espíritu primigenio, el de transgredir las tradiciones y acercar la música popular a la música culta (o viceversa). «Love» (2014) inauguró una etapa que culminó con «Freedom» (2018), una dupla que muestra a un cantautor con una voz única y con ganas de contar historias a través de sensaciones.