«Sólo son cuatro grados». Según un informe científico de 2013, si la emisión de gases de efecto invernadero continúan al ritmo actual, la temperatura de la tierra aumentará cuatro grados Celsius para finales de siglo, amenazando a una sexta parte de las especies del mundo con la extinción. 

Antony Hegarty realizaba un pop de seda con su banda Antony and the Johnsons, neoclasicismo melancólico sostenido en el deslumbrante vibrato de Hegarty. A mediados de la década de los 2010s, la británica trans afincada en USA decidió femenizar su nombre en ANOHNI y pasarse a la canción protesta, pero esta vez a través de electrónica vanguardista y de baile. «La gente gay, sobre todo, sabe que la ira es una gran motivación para bailar» decía ANOHNI a Shangay. Para su estratagema contó con dos visionarios de los sintetizadores y los beats como son Oneohtrix Point Never y Hudson Mohawke respectivamente. Su carta de presentación fue «4 DEGREES» en el que unos tambores y cornetas de guerra acompañan el estremecedor alegato de ANOHNI. «Quiero escuchar a los perros llorando por agua. Quiero ver a los peces hundirse en el mar. Quiero verlos arder. Quiero quemarlos». La cantante hace un ejercicio de autocastigo asumiendo dramáticamente parte de la culpa del calentamiento global, pero ayudando a que su confesión se refleje en nosotros mismos y en nuestra hipocresía.

Define la década porque ANOHNI es una de las transformaciones más asombrosas de los 2010s. Hegarty, que ya había coqueteando con el dance en Hercules & The Love Affair, se lanza ahora a la electrónica avanzada con «Hopelessness» (2016), su primer álbum en solitario. Música combativa en contenido y forma, y, paradójicamente, esperanzadora.