Kendrick Lamar – «A.D.H.D» (2011)
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Kendrick Lamar – «A.D.H.D» (2011)

«Soy un buen chico en una ciudad loca». Eso dijo un semi-desconocido Kendrick Lamar a The Juice en 2011. Lamar creció en Compton, el suburbio angelino cuna del gangsta-rap, uno de los distritos con mayor índice de pobreza y criminalidad de USA. «Lo único que me separa de mis amigos en la cárcel es el hecho de que tuve un padre. Mi madre y mi padre me dieron la idea de ser un soñador. Me enseñaron que el mundo es más grande que Compton y que hay que salir y explorarlo. Eso me convirtió en un individuo. De hecho, sé quién soy, de dónde vengo y qué tengo que hacer para representar y conectar con las personas». 

 

Conectar con las personas. Kendrick Lamar decidió desde su primer álbum de estudio, «Section.80» (2011), hablar y poner voz a su generación. Los hijos de los 80; del crack y de Reagan; crecidos en la apatía, las drogas recreativas y los videojuegos. Y sí, en la música. «Nunca escuchamos, a no ser que venga con 808» dice en «A.D.H.D». Pues así se hizo escuchar. La canción habla de una juventud despreocupada, medicalizada, narcótica y con trastornos de atención. Pero Lamar no se ha convertido en una de las figuras más relevantes de la música popular sólo por su acertado diagnóstico sociológico y su verbo incisivo. En «A.D.H.D»  fluye en una nube de sintetizadores y comienza a marcar el ritmo sin necesidad de ningún beat. A medida que se añaden cajas y bombos, su voz se va adaptando, mutando. Emociona sólo con su timbre, por cómo degusta las palabras, pero además se puede apreciar su talento para la melodía; notas desdibujadas, nunca obvias pero siempre presentes. Rap envolvente e inmersivo que sería la tónica y el tono de los primeros 2010s.

 

Define la década porque Kendrick Lamar se ha alzado como uno de los ídolos e iconos de los 2010s. Después de «Section.80» vino su salto al mainstream con «good kid, m.A.A.d city» (2012), el reconocimiento total con «To Pimp a Butterfly» (2015) e incluso el Pulitzer con «DAMN» (2017). Todos ellos llenos de política, poesía y beats incontestables. «A.D.H.D» (T.D.A.H en castellano) marca la irrupción de una voz que conseguiría alzarse como una de las más influyentes de su tiempo. «Estoy haciendo música que representa a mi generación, su lucha», decía por aquel 2011. Y consiguió su objetivo: captar la atención de una sociedad con déficit de atención.

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