Para muchos el hogar no está en el presente sino en el pasado. Puede ser el pueblo de donde saliste, la casa donde te criaste o el barrio donde creciste. Ahora tienes tu piso en el centro, vives con tu nueva familia o te has mudado a otra ciudad; pero el hogar de siempre mantiene el sentimiento de pertenencia, un lugar libre de amenazas e imprevistos. Y pasa exactamente lo mismo con las canciones. 

Michael Kiwanuka era músico de sesión antes de publicar sus propias composiciones, llegó incluso a girar con Adele un año antes de «Home Again» (2012), su álbum debut. El londinense hijo de emigrantes uganeses se mira en los soulmen y los folkys de los 60s y 70s; no pretende realizar grandes revoluciones sino todo lo contrario, quiere destensar sensaciones y acogerte en un remanso de calma y armonía. Esto es lo que provoca el primer y homónimo single, un tema que podría pertenecer al repertorio de Bill Withers, con un sonido y arreglos clásicos producidos por Paul Butler, de The Bees. Kiwanuka canta desde una época que no vivió, pero se siente como si todos pertenciéramos a ella. 

Define la década porque aunque «Home Again» podría ser una canción de hace 40 años y en 2012 estaba candente el neo-soul, con la electrónica y el sintetizador sustituyendo a los instrumentos acústicos, seguimos necesitando melodías y sonidos que provengan de nuestra zona de confort. Pero no es tan sencillo ofrecer la comodidad y el bienestar que nos da Kiwanuka, el cantautor camina con soltura por esa fina línea que separa lo convencional y lo confortable; su voz enciende la lumbre de tu morada, dando la calidez a una década demasiada tecnológica. De nuevo, el hogar.