hoyesarte.com entrevista a Anderson tras su participación en la Cátedra del Museo del Prado, donde impartió la conferencia El museo y las nuevas tecnologías, un discurso transparente, brillante y, ante todo, realista que muestra una preocupación sincera y real por lo que el futuro depara a estas instituciones que tan bien conoce.

Innovación y creatividad son dos de las palabras que mejor definen su labor al frente del Museo de Indianápolis. ¿Qué papel cree que tienen las nuevas tecnologías en los museos y en su relación con el público?

Son el mejor medio que tenemos para crear una comunicación entre el museo y el público, para poder establecer un diálogo que no sea unidireccional y que permita a la gente formar parte del museo. Hoy en día, hay muy pocos aspectos de la vida que no estén vinculados a las nuevas tecnologías. En una visita a un museo, el público acaba teniendo un contacto directo con la obra muy limitado, se pasan más tiempo comiendo, hablando, andando… mirar es sólo una parte de eso, y las nuevas tecnologías nos dan una oportunidad para redirigir la cantidad de tiempo que ellos pasan mirando otras cosas.

¿Cree usted que los museos están empezando a explotar el potencial de las nuevas tecnologías o aún queda mucho camino por recorrer?

Creo que los museos van muy despacio a la hora de adaptar y explotar las oportunidades que nos brindan las nuevas tecnologías. Otros tipos de museos, como los de ciencias o de historia, se están moviendo más rápido que los de arte porque en el fondo tienen menos miedo. Los museos de arte temen que este encuentro con las nuevas tecnologías les haga perder su autenticidad. Sinceramente, creo que este miedo está fuera de lugar, no pienso que se trate ni que se esté enfocando como un sustituto de la obra de arte, sino más bien como un aditivo, algo que puede aportar y enriquecer mucho a la institución y a su forma de enfrentarse al mundo actual. Debemos romper esa barrera y superar ese miedo.

 «Los museos van muy despacio a la hora de adaptar y explotar las oportunidades que nos brindan las nuevas tecnologías»

Aunque la innovación ha sido y es fundamental en su labor como director del Museo de Indianápolis, también ha mirado al pasado para recuperar ciertas tradiciones, como la entrada gratuita o la creación de exposiciones y catálogos más serios. ¿Es posible encontrar el equilibrio entre tradición e innovación?

Esta es una cuestión importante. En un museo resulta imprescindible encontrar un equilibrio entre tradición e innovación, si no acabarás siendo menos relevante, porque habrá cosas más contemporáneas que se adapten más a lo que busca el público. Inevitablemente, la mayor parte del mundo es más moderno que los museos; después de todo, planeamos las exposiciones con tres o cuatro años de antelación, por lo que en realidad siempre estamos viviendo en el futuro.

Es esencial conseguir un equilibrio entre el respeto por lo que se ha hecho antes y el potencial de lo que se puede llegar a hacer. En realidad, son los artistas los que acceden a esas experiencias por nosotros, nuestra obligación es dar acceso a esas experiencias.

¿Qué diferencias encuentra entre los museos europeos y los americanos?

España, en este aspecto, se puede considerar uno de los lugares más sofisticados del mundo, ya sea por su manera de tratar y privilegiar la cultura, como por su esfuerzo en establecer un diálogo público entre arte y visitantes. El proceso de sofisticación que se ha llevado a cabo en este país no ha sido tan evidente en otros lugares del mundo. Siempre aprendo cuando vengo aquí, tanto por la calidad como por la atención que se presta al detalle.

En cualquier caso, Europa se encuentra ante el mismo problema que EE.UU.,  nuestros museos no están preparados para este mundo nuevo que está llegando, la población no hace más que aumentar y la multiculturalidad hace que debamos replantearnos muchas cosas y pensar qué tipo de público va a venir a nuestro museo y como podemos hacer para ofrecer aquello que va a demandar.

Cuando dirigió en Whitney Museum creó estrechos lazos con importantes universidades, desarrollando programas de posgrado y master especializados como el que dirige Rosalind Krauss en Columbia. Viendo su interés por la educación y los esfuerzos que ha realizado, ¿qué siente al formar parte de la primera Cátedra del Museo del Prado? 

Es un gran honor formar parte de esta Cátedra, acompañando a colegas, como Philippe de Montebello, que forman parte de otros museos de más renombre que el mío. Creo que Philippe siempre me ha visto como una persona que sólo piensa en tecnología y ese es el único motivo por el que estoy aquí (bromea).  Pero creo que la Cátedra y la nueva configuración del Casón del Buen Retiro son realmente importantes.

Debemos tener en cuenta que los modelos a los que estamos mirando, como pueden ser el Getty Museum o el CASVA en la National Gallery, están en ciudades que han sido creadas en el último siglo y, en cambio, tener esta institución en una ciudad con tanta historia e importancia, tanto para la arquitectura como para la historia del arte, es un privilegio para gente que hace lo que hago yo, y para aquellos que aspiran a ser directores o conservadores. No se me ocurre una iniciativa más excitante que ésta.

Usted ha dicho en alguna ocasión que el Museo de Indianápolis es como una enciclopedia porque puedes encontrar de todo, desde pintura del Renacimiento, hasta arte indio y diseño. Intuyo que es partidario de establecer diálogos entre las obras de arte de la antigüedad y aquellas más contemporáneas.

Siento que tenemos la obligación de acercar el arte del pasado a la gente joven, que no está necesariamente fascinada por las historias del Antiguo Testamento, o por retratos de personas que vivieron hace muchos años. Resulta importante encontrar el modo de crear esa conexión. Tampoco creo que necesariamente la gente joven sólo se preocupe por el arte del presente, es tan sólo una pequeña proporción, pero de todas fomas es importante que los museos logren conectar el arte del presente con la creatividad del pasado, aunque ese pasado sea de hace solo seis meses. Todos los que nos dedicamos a ésto deberíamos estar construyendo puentes a través de los siglos. Tienen que establecerse conexiones entre las distintas escuelas de pintura, las distintas épocas y la creatividad, de otro modo solo estaríamos hablando con nosotros mismos, como profesionales de los museos.

El Museo de Indianápolis forma parte de Itunes, ArtBabble, Facebook, Youtube… ¿le parece que las nuevas tecnologías son el mejor modo de acercar el arte a la gente joven y hacer que se interesen por lo que los museos pueden ofrecerles?

Sí, en nuestro caso intentamos estar muy atentos a todas las posibilidades que tenemos de acercarnos no sólo a los visitantes a través de los nuevos medios, sino de hacer llegar estos nuevos medios a la gente. Pero, a la vez, debemos ser conscientes de que muchos de estos nuevos medios no van a permanecer en el tiempo, por eso debemos analizar bien cada recurso y no asumir todo lo que se está alrededor. Esa es la razón por la que miramos a tantas plataformas de comunicación distintas.

En cuanto a los jóvenes, si podemos atraer su interés gracias a Facebook, habremos logrado algo. Pero si lo único para lo que lo usamos es para promovernos, entonces no sirve para nada, resulta aburrido, es como ver un anuncio, o la televisión. Hay que plantearlo como una invitación a la gente joven a participar, comentar y poner en común sus propias experiencias en los museos; eso es lo que nosotros intentamos y eso es lo realmente nuevo.

¿Este tipo de iniciativas se están produciendo en todos los museos americanos o es algo que tampoco está extendido?

No, es algo que está sucediendo sólo en unos pocos museos, el Museo de Brooklyn de Nueva York, por ejemplo, es muy innovador, también el MOMA de San Francisco, en Europa destacaría la Tate Modern… Pero, en realidad, diría que la tendencia general es bastante conservadora en lo que respecta a abrirse al público. A nosotros no nos importa contarle a la gente lo que hacemos y, a su vez, estar abiertos a escuchar lo que ellos piensan o desean aportar. A mí me interesa mucho este diálogo.

 «Me resulta cómico que la gente diga que un museo es algo formal, en realidad es un grupo de personas que está suministrando acceso al arte. Eso es todo»

Parece que los museos entienden las nuevas tecnologías como un medio de entretenimiento más que como una vía que les puede aportar mucho…

Bueno, la mayor parte de la vida, incluyendo la pintura, es un juego. Era un juego ser retratado por Rubens intentando parecer más importante que la princesa o la reina. Las grandes obras de arte han ido generalmente sobre jugar, intentar tener la mejor versión de un determinado motivo realizada por el mejor artista de un determinado momento; era como un reto, elegían a Tiziano antes que a otro artista porque tenía más prestigio y era más conocido. Sucede lo mismo con los museos, compiten por fama, privilegio, poder y prestigio, que es en gran parte de lo que trata la vida, pero eso es también superficial y falso, lo bueno es que detrás de eso podemos encontrar grandes experiencias y grandes objetivos.

Muchas veces me río al ver que la sociedad ve a los directores de los museos como gente importante. En realidad, nuestra tarea gira en torno a cuatro ejes: conseguir mucho dinero, construir edificios, comprar arte y hacer exposiciones… y la gente piensa ¡qué cosas más increíbles hace esta gente!, pero en realidad son los arquitectos los que construyen los edificios, son los artistas los que hacen las obras de arte que adquirimos, el dinero que ayuda a organizar el museo no es nuestro, son donaciones y aportaciones de personas ricas, y son los que prestan obras de arte las que hacen posibles las exposiciones, no los directores de los museos. Por lo tanto, si es eso lo que hago para vivir, no resulta tan impresionante. Miro todas estas cosas y me resulta cómico que la gente diga que un museo es algo formal, en realidad es un grupo de personas que está suministrando acceso al arte. Eso es todo.

Philippe de Montebello habló en su ponencia de la posibilidad de crear un museo virtual que permita a todo el mundo ver obras de arte a las que de otra manera nunca tendrían acceso. ¿Le parece que ésto va a ser posible? Y si es así, ¿realmente le resulta interesante o cree que la importancia reside en el contacto directo con la obra de arte?

Hay 6.700 millones de personas en el mundo, no creo que quieras que todos vengan al Prado. No es posible. El edificio no aguantaría ni dos días, ni aún con la ampliación de Moneo. No todo el mundo puede ver todas las obras de arte. Por lo tanto, ¿qué se supone que debemos hacer?, tenemos que intentar que todo el mundo tenga acceso a las obras de arte, y los medios digitales son sin lugar a dudas una gran solución. Llegará un momento en que no quede un solo hueco libre para las nuevas obras de arte, los hologramas pueden ser un exitoso método de poner cara al público aquellas obras que estén guardadas en los almacenes de los museos, o de permitir a personas que jamás podrán ver cierta pieza, ver esa obra de la forma más real posible.