Internet preside el discurso de su nuevo trabajo, una red que ha potenciado esa vena voyeur que late en el interior de todos nosotros. La cinta de Vigalondo desdibuja las fronteras entre buenos y malos, héroes y villanos, y va un paso más allá de señalar sus peligros: somos nosotros los peligrosos bajo el amparo de la red. «Hace años nos hubiese resultado imposible imaginarnos disfrutando del vídeo robado a una persona con el placer y la voracidad del que ha encontrado un tesoro. Y de repente lo hacemos. Nos llega que se ha filtrado el vídeo erótico de una mujer masturbándose para su amante o las fotos de una famosa desnuda y no hay ni siquiera conflicto a la hora de acceder al material cuanto antes, incluso compartirlo y comentarlo en público», comenta el cineasta.

La impunidad que nos proporciona Internet. Una realidad que salpica nuestros días. Esa vieja lección nunca del todo aprendida de quien se hace con un poder que sobrepasa su sentido común. Las redes, altavoz y ventana, son más que nunca trinchera. Vigalondo, muy activo en su cuenta de Twitter, lidia con este hecho hasta el punto de tenerlo naturalizado. «En las redes sociales convivimos ya con la figura del trol, pero no nos damos cuenta de que ninguno de nuestros trols, ninguna de esas personas que atacan, agreden e insultan, lo harían en persona bajo ningún concepto». Según él, esa sensación de que los ataques cibernéticos no trascienden «cambia por completo nuestros valores. Los cambios de código son bastante asombrosos».

«Películas de ciencia-ficción buenas no hay tantas como parece»

Cuando repasamos la carrera de Vigalondo, ya desde cortometrajes como Código 7, Domingo o Marisa se intuye una voluntad de crear una ciencia-ficción con sello de autor, alejada de la mera espectacularidad de grandes superproducciones. Los mecanismos y tics propios del género sirven a Vigalondo como excusa para hablar de cualquier otra cosa, normalmente algo más mundano y reconocible. «A mí la ciencia-ficción que me gusta es la literaria», afirma. «No hay un embrujo a través de efectos especiales, ni recreaciones de universos imposibles. Y creo que tener un pie en la ciencia-ficción literaria te permite imaginar toda la ciencia-ficción cinematográfica que no sea necesariamente la del androide en un planeta desértico o la de las naves espaciales lanzándose rayos unas a otras. Cualquier inquietud que pueda tener por la ciencia-ficción es más por las novelas que he leído, por los cómics que he leído, que por las películas que he visto».

Quizá gracias a su acercamiento a la ciencia-ficción literaria, esa en la que las ideas destacan por encima de cualquier efectismo, es posible su obra, más cercana a títulos como Coherence o Primer, recomendadas por Vigalondo, que a los grandes blockbusters que pueblan nuestros multicines. «Películas de ciencia-ficción buenas no hay tantas como parece», sentencia el cántabro. «Cuando digo buenas quiero decir unánimemente reconocidas como puede haber tantas de terror, cine negro o drama, donde normalmente la lista es incontable. Cuando se habla de grandes clásicos de la ciencia-ficción no hay tantos como parece. Hay películas increíbles, y muchas son muy recientes, por cierto, pero es un género que todavía no ha conseguido independizarse de cosas tan tiránicas como los grandes presupuestos».

«Me gustaría poder hacer películas en España»

Su último trabajo es un thriller absorbente y vertiginoso que despierta esos manidos comentarios de «no parece cine español». ¿Es posible que hoy en día, en pleno 2014, echando un vistazo a las producciones nacionales que se vienen realizando, sigan existiendo esos desfasados prejuicios sobre nuestro cine? «Ese cliché ya se derribó para mí en el año 91», comenta. «Ya hace mucho tiempo que el cine español lo domina gente como Álex de la Iglesia, Balagueró, Amenábar, Bayona, Julio Medem, Rodrigo Cortés… El cine español tiene esa diversidad desde hace mucho tiempo. Habría que preguntarse por qué no termina de cuajar esa idea en nuestro imaginario colectivo, por qué no termina de tener solidez esa visión de nuestro cine como algo diverso».

Quizá, como en tantas otras ocasiones, todo se resume en un problema de ignorancia, de estrechez de miras. «Hay que reprochar a los tópicos del cine español que se han renovado mucho menos que el propio cine español. Seguro que si a esas personas que dicen que el cine español solo es un cine de la Guerra Civil, curas, gays y tal, les digo cuáles son las últimas diez películas españolas que tienen de referente, salen diez que no tienen nada que ver con eso. Hablarán de Lo imposible, Las brujas de Zugarramurdi, Mientras duermes… Películas que no tienen nada que ver con ese cliché que tienen en mente».

Open windows ha sido producida a caballo entre España y Estados Unidos. Gran parte del metraje ha sido filmado en Austin, ciudad texana en la que Vigalondo ha sido muy bien recibido, especialmente en su Fantastic Fest, que premió sus dos anteriores trabajos. Precisamente este festival abre su última cinta. Parece que sus películas tienen mayor reconocimiento en Estados Unidos que en nuestro país. Sin embargo, sus ambiciones no pasan por abandonar España y labrar su carrera cinematográfica fuera de nuestras fronteras. «Me gustaría poder hacer películas en España con actores españoles y capital español», reconoce. El tiempo dirá si el escaso apoyo a nuestro cine permitirá a Vigalondo cumplir su deseo o, como tantos otros, tendrá que hacer la maleta en busca de una oportunidad.

Futuro

Entre sus próximos proyectos destacan su ‘primera película con monstruo’, que contará con una protagonista femenina, y, en lontananza, la adaptación cinematográfica del cómic de Mark Millar y Leinil Yu Supercrooks, en el que participó como co-argumentista. Respecto a este último proyecto se muestra entusiasmado, pero cauto. Aún resuena el reciente abandono de Edgar Wright del proyecto de Ant-Man tras años de esfuerzo por «diferencias creativas» con el estudio. Y Supercrooks, por supuesto, es un proyecto de estudio, con lo que cualquier previsión por el momento no sería más que una hipótesis. En cualquier caso, Open windows es una buena carta de presentación de cara al proyecto. Al fin y al cabo, según comenta Vigalondo, «es la película más cómic que he visto nunca».