¿Qué entiende José Ovejero por insurrección?

La insurrección es un movimiento espontáneo frente a un estado de cosas que no pretende necesariamente cambiar el mundo, pero sí cambiar la situación concreta. Puede ser más efímera y tener menos ambición que lo que entendemos por revolución.

¿Qué pretende una novela que precisamente se titula así: Insurrección?

Lo que pretenden mis novelas no lo tengo demasiado claro porque nunca empiezo a escribir pensando voy a hablar de este tema o voy a explicar tal cosa, pues no pretendo ser explicativo ni pedagógico. Puedo intentar explicar lo que pretenden decir mis personajes.

La novelas, al final, también son el resultado de observar las tensiones y los conflictos que se pueden generar en una pareja, entre unos amigos o en una determinada situación social. Los insurrectos de esta novela lo que pretenden es escaparse de un sistema que les parece opresivo y que lo más que les promete es una vida sin grandes expectativas. Lo que hacen esas generaciones es revelarse contra el sometimiento de los padres.

En el caso de Insurrección hablamos de Ana, una adolescente de 17 años, de su padre, un hombre de cuarenta y tantos que se va adaptando a un deterioro progresivo de sus condiciones de vida, de la dignidad y el respeto hacia su trabajo y va creando una especie de discurso para justificarlo. Su hija se va revelando contra esa situación y a su modo le dice que ese no es el mundo en el que quiere vivir, que quiere crear el suyo propio. La insurrección de Ana y de sus amigos consiste en ese intento de crear un mundo propio, lo que genera conflictos y violencia.

¿Estamos ante una novela discursiva?

No y sí. Por una parte conocemos a los personajes más por lo que hacen que por lo que piensan. Una parte de nuestra vida tiene lugar en nuestra cabeza. En buena medida, nuestra experiencia y lo que somos y cómo nos explicamos tiene lugar dentro de nosotros. En esta novela, de alguna manera, todos los personajes tienen algún tipo de conflicto con lo que están haciendo. Eso lleva a un discurso justificativo, como sucede a menudo en nuestras propias vidas.

En mi novela es curioso que el padre, que es quien en principio tiene la vida más ordenada, es el personaje más desorientado, pues no entiende lo que le está pasando. Piensa que ha tomado las decisiones acertadas a lo largo de su vida y, sin embargo, tanto a nivel laboral como familiar todo se le desmorona. Eso sí, he huido de los arquetipos comunes en muchas novelas que abordan conflictos generacionales.

¿También lejos de los clichés propios del mundo de los okupas?

También, pues en relación con el mundo de la ocupación podría haberme quedado con unos yonquis sucios, que es lo que piensa una parte de la sociedad en relación con este colectivo, o con personas radicalizadas y violentas y, sin embargo, he metido en esa casa ocupada a gente muy distinta, con motivaciones muy distintas, con una manera de actuar muy diferente. He intentado ver la variedad de motivaciones y de afectos que impulsan nuestra vida familiar, sentimental, social y política.

¿Y, a nivel personal, qué piensa de ese fenómeno?

Es un movimiento que intenta no seguir las reglas del juego y, al no hacerlo, crear burbujas dentro de un mundo que no les agrada. No es como en los años 60, esa idea de que como el mundo es como es yo me retiro y me voy a una granja o al campo buscando algo no contaminado por la sociedad. El movimiento okupa intenta no dejarse desplazar, quedarse en las ciudades y, al mismo tiempo, participar en alguna forma de transformación. Por supuesto no soy del movimiento, pero he visitado casas y centros en los que me he sentido bienvenido. Es curioso porque al intentar conectar con ellos me he dado cuenta de que en muchos casos plantean una resistencia que no es una huida, lo que también los hace más vulnerables. La demonización del movimiento es simplificar el problema y convertirlo en enemigo, lo que impide cualquier intento de comprensión. Creo que el tema es complejo.

Los personajes de Insurrección viven en la indecisión…

No es fácil decidir tu propio lugar en el mundo. Cuando te sometes a un esquema es todo más sencillo. Te dicen donde tienes que ir, cuales son los pasos… Pero es verdad que personajes como la protagonista de Insurrección tienen que estar tomando decisiones a cada momento y eso provoca un gran estrés. Inventar un mundo nuevo, aunque sea para un pequeño grupo como el de este libro, genera tensión y cansa.

¿Por qué no debemos perdernos esta Insurrección?

¡Uf! Eso es algo muy difícil de decir para un escritor, porque uno siempre se considera tremendamente original y los demás no tienen por qué verlo así. Dicho esto, creo que en la literatura española el mundo de la okupación se ha trabajado muy poco. El interés de este libro acaso radique en que he intentado tratarlo sin clichés ideológicos y poniendo el acento en una serie de tensiones en las que vivimos.

Es una novela que habla del presente, pero de un presente continuo, pues trata temas con los que estamos conviviendo desde hace años y con los que vamos a seguir conviviendo mucho tiempo. Por supuesto, también aspiro a que produzca placer literario. Cuando uno no puede decir las cosas directamente hace literatura, sugerir, generar sensaciones, imágenes y emociones. Como le sucede a uno de los personajes, cuando uno no es capaz de comunicarse, escribe.

¿Es José Ovejero un escritor complejo?

Busco una comunicación con el lector. No convertir la lectura en un esfuerzo ímprobo, pero sin simplificar todo lo que hay de fondo. Mi literatura no intenta dar hasta el último detalle, sino generar ideas y emociones.

Busco una literatura que no diga las cosas directamente, sino que sugiera, que haga pensar, que genere una cierta incomodidad. No busco sencillamente el entretenimiento. No está centrada en lo lúdico, aunque haya aspectos lúdicos. En general, la literatura que más vende es aquella que simplifica la realidad y los aspectos que nos rodean. Una literatura más compleja puede perder lectores, aunque no siempre es así, pero está claro que el riesgo es mayor. Yo me sitúo en esa esfera también porque es lo que me interesa como lector. Cuestionar nuestro lugar en el mundo es una manera de pensar y de reflexionar y plantearnos quiénes somos, dónde estamos, por qué actuamos como actuamos… ese es, a mi modo de ver, la gran ambición de la literatura.

La literatura nos permite comunicar aquello que es incomunicable, nunca de manera perfecta, pero hace posible dar voz a esa parte que es tan difícil de poner en palabras, de hacer que el otro entienda. Entonces lo único que puedes hacer es sugerir, generar emociones en el otro.

Finalmente, ¿se siente compensado y reconocido como escritor?

Merece la pena el esfuerzo desde el punto de vista de la satisfacción personal, de lo que he ido haciendo y encontrando a lo largo de todos estos años de escritura, de cambio de registro, de género. Creo que he aprendido mucho y que he crecido mucho. En cuanto al reconocimiento, seguramente no, pero eso es algo a lo que responderíamos todos los escritores. No me parece que se reconozca suficientemente mi trabajo, pero creo que si se contesta con honestidad, la inmensa mayoría de los escritores dirían lo mismo. Todos nos creemos más importantes de cómo nos ven los demás. Es así.