El Museo Carmen Thyssen de Málaga inaugurará el próximo 27 de abril la exposición Julio Romero de Torres. Entre el mito y la tradición, una muestra que recorrera la obra de uno de los pintores más populares de la historiografía española, a la vez que reflexionar sobre su trayectoria creativa a través de diversos capítulos dedicados a los temas más recurrentes de su producción.

Entre la figura del pintor y su producción pictórica se produjo una simbiosis identificativa especialmente singular que hizo de él un pintor de leyenda. Esta exposición, comisariada por Lourdes Moreno, pretende reflejar una ambigüedad permanente gracias a la gran carga simbólica y sensual que contiene cada uno de sus cuadros. Así, aúna influencias de los pintores del primer renacimiento con una estética casticista, para evocar la importancia que la imagen de Andalucía tuvo en la pintura española durante los inicios del siglo XX.

Influencia paterna

Hijo de Rafael Romero Barros, pintor y conservador del Museo de Pinturas de Córdoba, la vida de Julio Romero de Torres estará marcada por el ambiente familiar desarrollado entre el estudio paterno, las aulas de la Escuela de Bellas Artes y el Conservatorio de Música, y las salas del museo, en el mismo recinto donde estaba la residencia familiar. A los 10 años comienza sus estudios de música y pintura, y con sólo 14 y 15 recibe premios en los certámenes convocados por la Escuela Provincial y el Ateneo. Continúa estudiando pintura con una fuerte influencia del magisterio paterno, y se integra cada vez más en el ambiente cultural de Córdoba, y progresivamente en el de Madrid, aunque su vida continúa ligada a dos ejes fundamentales: su familia y la pintura.

En 1895 alcanza el primer éxito artístico con Mira que bonita era, que supone también su primer triunfo en Madrid. Pero será 1899 uno de los años más importantes de su vida; en él contrae matrimonio con Francisca Pellicer y obtiene plaza de auxiliar en la Escuela Provincial de Bellas Artes, en la que posteriormente es confirmado como profesor de Colorido, Dibujo y Copia de Antiguo y Modelo Vivo, carrera docente que años después continuaría en Madrid como profesor de Dibujo Antiguo y Ropaje de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. Se vincula en los años del cambio de siglo a la Academia, el Ateneo y la Sociedad Económica de Amigos del País de Córdoba, asistiendo a tertulias literarias y artísticas.

Madrid, estancia decisiva

En 1903 realiza un decisivo viaje a Marruecos del que han quedado interesantes apuntes de paisajes urbanos y tipos populares. Al año siguiente realiza un nuevo viaje, esta vez a París, Londres y los Países Bajos; visitando Italia en 1908. A partir de entonces se detectan importantes cambios en su pintura, consolidándose su participación en las Exposiciones Nacionales, obteniendo grandes éxitos en las de 1895, 1904, 1908 o 1915, pero también el rechazo de algunas de sus obras por inmorales, como en la de 1906, postergación que se repite en 1910.

Instalado en Madrid, la primera década del siglo será decisiva para su pintura, que se enriquece conceptualmente con las relaciones mantenidas con la intelectualidad madrileña más señera a través de las tertulias del Café Nuevo Levante, liderada por Valle-Inclán, y del Café Pombo, presidida por Gómez de la Serna, a las que asistían los más prestigiosos literatos y artistas que residían en la capital. Empieza entonces una época de homenajes, condecoraciones y nombramientos que compagina con una interesante actividad artística, participando en distintas exposiciones en Barcelona, Bilbao y Londres, en las que obtiene un rotundo éxito que se verá culminado, en 1922, con la decisiva exposición en la Galería Witcomb de Buenos Aires, ciudad en la que reside varios meses.

Personalidad plástica

En los siguientes años comparte sus estancias y trabajos en Madrid y Córdoba, donde lo visita Alfonso XIII. Participa, además, en diferentes proyectos cinematográficos. A fines de 1929, tras el éxito conseguido en la Exposición Iberoamericana de Sevilla, se agrava su estado de salud y regresa a Córdoba, donde muere unos meses después.

Dos períodos fundamentales deben tenerse en cuenta en su pintura. El primero, entre sus años de formación y fines de la primera década del siglo XX, en el que evoluciona desde la tradición romántica aprendida de su padre y la influencia de la pintura social de su hermano Rafael, hasta el intenso luminismo de su obra en torno a 1900. En 1908 comienza lo que se ha sonsiderado su madurez artística, desarrollando un nuevo concepto pictórico próximo al Simbolismo, y de acusada personalidad plástica.

Paralelamente a la realización de grandes composiciones y retratos, Julio Romero de Torres desarrollará su actividad artística en la ilustración de revistas y libros. Importante es también su actividad como cartelista constatada desde 1897. Una intensa dedicación al dibujo se mantiene constante, asimismo, desde los primeros años de aprendizaje en Córdoba.