Esta colección –que no sólo reúne pintura, también cuenta con obra gráfica, escultura y fotografía– tiene la peculiaridad de haber sido creada de una manera coetánea a los movimientos y a los artistas de su época. La cercanía temporal entre el coleccionista y el objeto se traduce en una rigurosa selección de piezas que, sin estridencias, repasa las décadas finales del siglo XX.

De profesión, Corral fue ingeniero de Caminos pero, a través de su labor como coleccionista, dejó muy clara su vocación y pasión por el arte contemporáneo, una faceta en la que se reveló como un auténtico precursor del coleccionismo entendido como un medio de compromiso con el arte del momento en España.

Valioso testimonio

Su colección se fue ampliando al mismo ritmo en que florecían los movimientos artísticos de los años que le tocó vivir, hasta llegar a convertirse en un valioso testimonio de lo más relevante que nos dejó el arte español surgido entre los años sesenta y ochenta.

En los años 60 logró reunir obras de Tàpies y Guinovart, también del Grupo El Paso, con cuadros de Millares y Feito que definieron la vanguardia española de posguerra, así como de Lucio Muñoz, Pablo Palazuelo o Luis Guerrero; en la década de los 70, los años de la figuración madrileña, su colección se ampliaría con obras de Guillermo Pérez Villalta o Luis Gordillo, entre otros. Para volver en los 80 a la pintura que reivindica el pasado a través de la obra de Alfonso Albacete, Miguel Ángel Campano o Broto.

Esta exposición inaugura el espacio Paular Contemporáneo, en el Monaste­rio de El Paular, y se inscribe en el proyecto “nuevas miradas”, que lleva a cabo la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes para ofrecer una nueva visión de las colecciones históricas a la luz del arte contemporáneo.

Cuatro áreas

La exposición se articula en cuatro áreas a través de las cuales el espectador podrá descubrir la grandeza de esta colección que cuenta con representantes del pop art, el minimalismo y el informalismo español. La primera sala refleja la calidad y el número de su obra gráfica que, en su mayoría, fue adquirida en los años setenta, un momento en el que en España 
este tipo de obra era considerada menor e incluso minusvalorada.

La segunda se centra en artistas estadounidenses como Lichtenstein, Stella, Jim Dine y Mangold, que gravitan en torno al pop art, el expresionismo y el minimalismo. El recorrido continúa con el informalismo español, que recoge piezas de Chillida, Feito y Millares. Una muestra de la importante colección de aguafuertes y litografías de Antoni Tàpies, otro de sus artistas favoritos, completan la sala.

La última sala, articulada por la impresionante escultura de Pedro Mora que aparece contrapuesta a la liviana obra de Schlosser, demuestra como, en los años noventa, Alberto Corral continuaba profundizando en la escultura y comenzaba a interesarse por la fotografía, incorporando entonces a su colección obras de artistas que utilizaban esta técnica como forma de expresión visual, tales como Sergio Belinchón y Teun Hocks.