Chris Killip (Isla de Man, 1946) comenzó a trabajar en 1964 como ayudante del fotógrafo de publicidad Adrian Flowers. Fue la visita a una exposición de fotografía en el Museum of Modern Art de Nueva York en 1969 lo que lo impulsó a abandonar la fotografía comercial.

Así, a finales de los sesenta dirigió su objetivo hacia los rostros de sus vecinos. Sus imágenes pronto demostraron su compromiso con los cambios en el entorno social. La cámara de Killip se convirtió en una herramienta política.

Recuerdo emocionado

El fotógrafo recuerda con emoción a todos aquellos a quienes fotografió y que ya han fallecido. «Cuando uno fotografía a alguien no piensa cuando morirá», comenta. Por su memoria pasa un joven pescador del pueblo de Skinningrove que facilitaba su labor fotográfica sin preguntarle siquiera por qué tomaba fotografías, muerto cinco años más tarde mientras pescaba.

Tampoco puede evitar acordarse de una joven a la que fotografió en un momento digno de un equilibrista circense, quien, tras un accidente que le dejó daños cerebrales, pudo demostrar ante un jurado la veracidad de su testimonio aportando como prueba la fotografía de Killip. «A veces uno no sabe por qué está en los sitios», añade.

Repaso a su carrera

La exposición que acoge el Museo Reina Sofía se compone de 11 series. La primera de ellas, Retratos, incluye fotografías tomadas entre 1969 y 1981. El retrato era un formato bien conocido por Killip: «Mis primeros retratos los hice como fotógrafo de playa en 1964, trabajando a comisión y diciendo «Sonría, por favor»».

La segunda serie, Isla de Man, es un documento del regreso a su pueblo natal, donde comenzaban a producirse violentos cambios sociales. Su cámara miraba cara a cara a sus vecinos, especialmente a los conocidos de sus abuelos, lo que establecía un nexo casi familiar entre ellos.

Interés por la clase obrera

Huddersfield es la tercera serie, originada por el encargo del Arts Council of Great Britain para la exposición Dos visiones – Dos ciudades. Este trabajo cambió la estética de su obra, alejándolo del formalismo académico del que había hecho gala anteriormente e incrementando su interés por la Inglaterra de la clase obrera industrial.

Para la cuarta serie, Skinningrove, Killip retrata la difícil vida de un pueblo pesquero marginal cercano a Newcastle. Considerado por los vecinos de otros pueblos como un lugar a evitar («Skinningrove, ahí se comen a los niños», le decían al fotógrafo), Killip lo encontró un paraje fascinante. «Me sentí atraído por este pequeño pueblo, rebelde, terco y aislado entre Whitby y Middlesbrough, en la costa nordeste de Inglaterra, debido a sus valores, que giraban en torno a la pesca y el mar», explica.

Astilleros

Astilleros es la quinta serie de la exposición. Situada junto al río Tyne, en Newcastle, se centra en la relación entre una hilera de viviendas y unos inmensos astilleros pegados a ellas, aunque irónicamente inaccesibles.

El ocio impregna las imágenes que componen la sexta serie, Costa. Antiguo fotógrafo de playa, Killip se siente atraído por los lugares de veraneo en los que la clase trabajadora descansaba de su dura rutina. «Lo que más me interesa es cómo la gente cambia cuando busca relajarse y se convierte en algo que no es cuando está trabajando o en su casa», explica.

Este interés proviene de su infancia en el pub de un pequeño pueblo pesquero donde los sábados por la noche solían reunirse los vecinos en la «sala de cantar». «Allí, cuando cada uno cantaba su canción, se transformaba ante mis ojos y me hacía comprender que detrás había mucho más de lo que yo había comprendido hasta entonces», declara, recordando un episodio de su infancia en el que descubrió a su madre fumando y tocando el piano. Al mostrarle su sorpresa, su madre le lanzó un rotundo «Hijo mío, hay tanto en el mundo que no sabes…».

La cercanía y la distancia

Nordeste supone la séptima serie, en la que relaciona a la gente con su entorno, fusionando la cercanía y la distancia en una mezcla de documental y comentario subjetivo.

La octava serie es Carbón marino. Ambientada en Lynemouth, un pueblo al norte de Newcastle que contaba con una mina de carbón que se adentraba seis kilómetros bajo el mar. Tras separar la piedra del carbón en una central energética cercana, los restos eran arrojados al mar. Killip retrata en esta serie a la gente que se gana la vida recogiendo el carbón que las olas arrastran hasta la orilla.

Huelga de mineros

En la novena serie, Huelga de mineros del carbón, Killip documentó uno de los momentos más decisivos de la historia laboral de la posguerra británica. La huelga llevada a cabo por los mineros en 1984 era una lucha contra el gobierno de Margaret Thatcher por su derecho a trabajar. «Los mineros querían un plan de creación de empleo que ofreciera una alternativa a las minas. Como la postura del gobierno contra los mineros era ideológica, esta alternativa nunca se hizo realidad», comenta Killip.

Pirelli, la décima serie, fue un encargo de la delegación de dicha marca en Reino Unido para fotografiar la mano de obra de sus factorías. La oscuridad en que ejercían su labor los trabajadores obligó a Killip a utilizar flash, recurso apenas utilizado por el fotógrafo. «Este lugar de trabajo se convirtió, en un sentido muy literal para mí, en un teatro. Yo registraba la perpetua reescenificación de un ritual forzoso con su propia y agotadora melodía, eso que llamamos trabajo», comenta el fotógrafo.

La última serie de la exposición es Historia, centrada en retratar lugares con una fuerte carga histórica. Así, encontramos imágenes de curiosos monumentos ingleses, como el dedicado al sacrificio heroico.

Encuentro con el artista

Como colofón a la exposición monográfica de Chris Killip, este miércoles, 2 de octubre, a las 19.00 h, el artista estará presente en un encuentro en el Museo Reina Sofía en el que recorrerá con los asistentes la exposición, comentando cada fotografía. Una ocasión única para conocer en profundidad el trabajo de un fotógrafo imprescindible.