La muestra, la primera que analiza la actividad como retratista desarrollada por Velázquez en los últimos años de su carrera al servicio del rey y la continuación de esa labor por sus sucesores, Juan Bautista Martínez del Mazo, su yerno, y Juan Carreño, reúne 29 retratos realizados en la corte española durante el período al que pertenece Las Meninas.

Además, la exposición exhibe por primera vez en España Las Meninas de Kingston Lacy (Reino Unido), atribuida a Martínez del Mazo y cuestionada recientemente por el profesor Matías Díaz Padrón, que asegura que se trata de un boceto previo realizado por el propio Velázquez.

Cronológicamente, la exposición comienza durante la segunda estancia de Velázquez en Roma, en 1650 –cuando llevaba más de un año fuera de España–, donde realizaría una docena de retratos de la corte papal. Cuatro de los seis que perviven figuran en la muestra. Dichos retratos forman un capítulo aparte en el catálogo de Velázquez, quien a través de ellos ampliaría decisivamente los registros expresivos, logrando reflejar con auténtica maestría la personalidad e inquietudes de sus modelos.

Regreso a la Corte

La muestra comienza con el retrato del Pontífice Inocencio X, procedente del Wellington Museum de Londres, que constituye una versión del conocido retrato de la Doria Pamphilj, que el pintor se llevó a Madrid y que se expone en primicia en España para esta exposición.

Le acompañan en esta primera sala los retratos de los cardenales Camillo Massimo de The Bankes Collection (National Trust), de Camillo Astalli Pamphilj de la Hispanic Society of America de Nueva York y del oficial mayor de la secretaría del Papa Ferdinando Brandani, nueva identificación del llamado Barbero del Papa del Museo del Prado.

Paralelamente a esta etapa de Velázquez en Roma, en Madrid, Mariana de Austria había contraído matrimonio con Felipe IV a finales de 1649 y llegaba a la ciudad como nueva reina. La exposición pretende, en esta segunda sección, documentar el regreso de Velázquez a la capital en 1651, tras mucha insistencia del rey, y comparar algunos de los retratos romanos con los que realizaría de la corte a su llegada.

Felipe IV del Museo del Prado, La infanta María Teresa del Metropolitan Museum de Nueva York o La reina Mariana de Austria, también de la colección del Prado, revelan la vuelta al hieratismo y distancia que el pintor había empleado en sus retratos con anterioridad, antes de su expresiva época romana.

Universo femenino e infantil

Esta vuelta a la corte constituye el núcleo central de la muestra ya que está compuesto por los retratos reales que hizo Velázquez desde su regreso hasta su muerte en 1660. Se trata de un conjunto de piezas que conforman un capítulo aparte de su carrera por su singularidad iconográfica y técnica y por su nivel de calidad extremadamente alto.

El universo femenino e infantil invade por primera vez su catálogo en obras como La infanta María Teresa, El príncipe Felipe Próspero o La infanta Margarita, en azul y oro, todas pertenecientes a la colección del Kunsthistorisches Museum de Viena.

En esta etapa, el color se hace más denso, variado y suntuoso y se incorporan las alusiones espaciales a los retratos reales. Entre estas obras destaca especialmente Las Meninas, pintura que no figurará físicamente en el espacio expositivo de la muestra, pero que forma parte fundamental de este núcleo central porque supone una formidable reivindicación del género del retrato.

Su complejidad la equipara a la más erudita “pintura de historia” y la convierte en el mejor ejemplo del grado de sofisticación al que había llegado la corte española en un momento en el que la cultura atravesaba uno de sus momentos más creativos. Además, en ella, Velázquez realiza un profundo ejercicio de autoafirmación social y profesional con su autorretrato.

Velázquez después de Velázquez

Por otro lado, la demanda de imágenes a que dio lugar la llegada de la nueva reina y el nacimiento de infantes y príncipes obligó a multiplicar el número de retratos y a poner en marcha un activo taller cuyo reflejo se puede contemplar en esta muestra a través de varias versiones de los originales de Velázquez, realizadas en su taller y bajo su supervisión, como La infanta Margarita o La reina Mariana de Austria, ambos procedentes del Musée du Louvre de París.

La exposición finaliza con ejemplos del retrato cortesano posterior a Velázquez de la mano de Martínez del Mazo y Carreño. Partiendo de soluciones velazqueñas, ambos artistas renovaron la iconografía real en una dirección más abigarrada y barroca y crearon una tipología que singulariza el retrato cortesano español del momento respecto a otras tradiciones artísticas incorporando los espacios palaciegos como escenarios.

Velázquez y la familia de Felipe IV